Pablo Maurette: "Escribir una novela a veces se siente como nadar solo en el mar"

26 de febrero, 2024 | 15.46

"Es una manera de leer que me aburre muchísimo", confiesa Maurette cuando reflexiona sobre las operaciones de cancelación y señalamiento tan de moda en la literatura y en la cultura en general y que, llegado el caso, también podrían recaer sobre "La niña de oro" que, en medio de un ese mecanismo de relojería, incluye el derrotero delictivo de un brujo africano que opera en el conurbano bonaerense.

-T: ¿Cómo resulta para el ensayista y crítico escribir ficción?

-P.M.: Creo que me ayuda el hecho de que escribía ficción antes de escribir no ficción. La publicación para mí siempre fue un problema de vergüenza y de inseguridad…Y publicar no ficción me envalentonó porque me sentía más protegido, apoyado en textos citados o relaciones que se establecen; escribía con flotadores. Escribir una novela, en cambio, se siente a veces como nadar solo en el mar, sin los flotadores. Tal vez pienso más determinadas cuestiones alrededor del texto literario que un autor que nunca escribió no ficción o que no fue crítico literario pero no lo siento como un obstáculo. Cuando me doy cuenta que escribo "muy teórico" o que es un guiño a un lector crítico trato de acallar un poco esa voz y eliminar esa veta.

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-T.: ¿Cómo creés que sería recibida y leída la novela en Estados Unidos?

-P.M.: Pensé bastante en cómo sería leída la historia del brujo africano, pero no me preocupa. Es una manera de leer que me aburre muchísimo. Y en determinados ámbitos universitarios está muy presente. Me da pena por la recepción de los autores nuevos porque ese filtro llega a la edición y limita mucho qué se publica y qué no. En definitiva, en la literatura en castellano somos mucho más libres y creo que en parte es porque no hay plata. Allá se juegan grandes negocios editoriales y el riesgo de publicar algo que llegado el caso pueda ser recibido con mucho recelo es otro.

-T.: A partir de tu experiencia en la universidad, ¿Cómo se resuelve esto en las aulas?

-P.M: Llevo ya muchos años enseñando y nunca nadie jamás se metió con uno de mis programas para señalarme algo o para decirme que faltaban mujeres. Los profesores tenemos muchísima libertad para decidir la bibliografía con la que trabajamos y creo que son las denuncias, que algunas veces ocurren, las que embarran las situaciones. En el aula, la mejor receta es no ser provocador y hay un sentido común compartido de no ser incendiario sin sentido. La censura de verdad viene de la derecha pero no de la izquierda woke que tal vez es tonta pero que no merece semejante histeria.

-T.: Se discute mucho por estos días si el país tiene que invertir en la formación de especialistas e investigadores en Letras y Ciencias Sociales. Te formaste en la Argentina, pero también estudiaste y trabajás desde hace dos décadas en el exterior. ¿Qué te llevaste? ¿Con qué te encontraste respecto de tu propia formación?

-P.M.: Mi educación secundaria fue en el ILSE y la universitaria en la UBA y fue excelente. Yo estudié Filosofía, después hice un máster en Historia y un doctorado en Letras. Y todavía me parece la mejor propedéutica: llegar a las Letras de la Filosofía. Fue una educación privilegiada que me dio un panorama de mucha profundidad. Sin ser muy exagerado, creo que hoy eso no existe en ningún otro lugar del mundo.

-T.: ¿Por qué creés que pasa eso?

-P.M.:.: Porque es anticuado…Vamos a la antigua. En Italia o Inglaterra una licenciatura dura tres años y es una formación muy dispersa. En Europa y Estados Unidos el enfoque está mucho más profesionalizado: se busca que sea práctico, orientado y con el objetivo de conseguir un trabajo. Acá se estudia más y mejor pero claro, después, las posibilidades laborales son muy pocas. Bueno, en Europa tampoco son tan buenas: es muy difícil conseguir un puesto en la universidad. Estados Unidos sigue siendo un muy buen mercado laboral para las personas que se dedican a la enseñanza y la investigación: hay puestos, pagan bien, hay libertad y no hay un sistema de cátedras que genere una estructura piramidal de poder. Los profesores somos átomos y aunque hay un chair de cada departamento, no tiene injerencia alguna en el dictado de las clases.

Con información de Télam

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