La enorme huella que Mercedes Sosa dejó en el inconsciente colectivo argentino está más marcada que nunca, a doce años de su fallecimiento. Lejos de perder su hundimiento, la pisada de la Negra sobre nuestro suelo se encuentra tan cargada de arraigo, compromiso, sensibilidad y valentía como cuando estaba viva, para recordarles a sus habitantes la importancia de esos valores que promulgó durante toda su vida.
Como la independencia
El 9 de julio de 1935 se celebraba el aniversario número 119 de la independencia argentina. En medio de tonos celestes y blancos y de comidas típicas nacionales, se conmemoraba la firma del Acta que rompió los lazos con el gobierno español en San Miguel de Tucumán. Además, casi a modo de presagio, ese día y en esa misma ciudad, nacía Mercedes Sosa.
Con un padre zafrero y una madre lavandera, la pequeña Mercedes atravesó una infancia humilde, consciente de las desigualdades que el sistema social proponía. La música folklórica y las distintas expresiones artísticas nacionales ya estaban presentes en la vida de la Negra. “Fuimos muy pobres; no teníamos juguetes, pero no crecimos resentidos. Vivimos aquello sin angustia. De todo nos faltó, pero no lo sentimos, porque nos sobró amor”, relató en un reportaje con La Nación, en 2006.
Llegada su adolescencia, Sosa tenía una innegable vocación artística: le gustaba cantar, bailar y daba clases de danzas folklóricas. En 1950, una joven de 15 años llamada Gladys Osorio se presentó a un concurso de canto de la LV12 de Tucumán. Cuando puso en funcionamiento sus cuerdas vocales, los organizadores del evento dieron por concluida la competencia y la declararon ganadora. Sí, Gladys Osorio era Mercedes Sosa.
“Ese día faltó la profesora de labores y con mis compañeras fuimos a LV12, donde había un concurso. Mis compañeras me empujaron para que cantara. Canté Triste Estoy de Margarita Palacios. Por temor a que se enterara mi papá me llamé Gladys Osorio. Ese fue mi debut”.
El Movimiento del Nuevo Cancionero
“En Mendoza me hice mujer, conocí a seres que ya no están. Éramos tan felices: me veo delgadita, recién casada con Oscar Matus; me veo comadre de Armando Tejada Gómez”.
A finales de la década del 50 y principios de los 60, la música folklórica estaba en un buen momento a nivel industrial en Argentina, pero desde el mero consumismo. En Mendoza, comenzó a gestarse el Movimiento del Nuevo Cancionero, un proyecto fundado por Mercedes junto con Matus, el poeta Tejada Gómez y más hombres cuyanos vinculados con el arte. Esta corriente buscó dejar atrás las modas pasajeras de la época y abordar al folklore desde la cotidianeidad del hombre argentino.
“Yo era una muchacha sin libros, escuchaba asombrada y aprendía, y abría los ojos y me enteraba del mundo. Todos me amaban y me pedían que cantara, y yo cantaba”, reveló Sosa. Y confesó: “En aquel momento mi cinturita crecía porque en mi vientre ya latía mi Fabián”.
En 1959, después de una buena recepción del público a Mercedes en pequeñas presentaciones, Matus produjo y editó en un sello independiente el primer álbum musical de su esposa, Canciones con Fundamento, que contenía clásicos del folklore como Chacarera del 55, El Jangadero y El Cosechero. Dos años más tarde, la Negra lanzó su primer disco de larga duración, La Voz de la Zafra, con el que obtuvo cierta popularidad en América del Sur.
“Las giras por Latinoamérica eran bien amateur: ella con su guitarrista, durmiendo en la casa de algún conocido o amigo. Tenía que tratar de conseguir algún trabajo en el lugar para ganar algo de plata, así fueron esas giras”, confesó su único hijo en una de las últimas entrevistas que dio antes de morir.
El Círculo de Periodistas de Mendoza dio vida al Movimiento del Nuevo Cancionero de manera oficial. En 1963, Mercedes y sus compañeros presentaron ante la prensa el Manifiesto de la corriente artística que proponían y juraron mantenerse fieles a los principios desarrollados en el mismo. El escrito aludía a la apertura e integración que necesitaba el folklore, a romper con la división de las regiones y unirlas, para formar una sola voz. “Hay país para todo el cancionero. Sólo falta integrar un cancionero para todo el país”.
La masividad
Jorge Cafrune era un cantor con reconocimiento cuando, en 1965, invitó a Mercedes a formar parte de su recital en el Festival de Cosquín. El debut en ese emblemático escenario significó verdadera popularidad para la Negra, tras obnubilar a todo el país con su cristalina y, al mismo tiempo, caudalosa voz.
Desde ese momento, Mercedes no dejó de cosechar éxitos y su arte comenzó a romper cada vez más fronteras. En abril de 1967, su música había conquistado los corazones del mundo y realizó una extensa y exitosa gira por Miami, Lisboa, Porto, Roma, Varsovia, Leningrado y más países europeos. En ese tour, el músico Ariel Ramírez le propuso formar parte del disco Mujeres Argentinas, estrenado dos años más tarde. Por la grabación de ese álbum, Mercedes fue prohibida en la Radio Nacional por el régimen militar que gobernaba al país.
A principios de los 70, el éxito masivo de la Negra continuaba y canciones icónicas como Cuando tenga la tierra y Canción con todos eran coreadas por todos los argentinos. En 1971, Sosa grabó el disco Homenaje a Violeta Parra, en el que interpretó piezas fundamentales del repertorio de la artista chilena, entre ellas, Gracias a la vida y Volver a los 17. Al año siguiente puso voz a la Cantata Sudamericana, con música de Ariel Ramírez y letra de Félix Luna.
Las presiones
La vuelta a la democracia, en 1973, llegó junto con Traigo un pueblo en mi voz, uno de los álbumes más recordados de Sosa, seguido por la publicación de dos singles con Horacio Guarany. Pero en 1976 la realidad de los argentinos cambió para siempre y Mercedes Sosa es un perfecto ejemplo de eso: como muchos cantores de la época que interpretaban piezas sobre el poder popular, la Negra fue censurada y se le prohibió cantar en público. En 1979 fue detenida en medio de un recital en La Plata, con todas las personas que habían ido a verla. “Los militares me empezaron a perseguir y me tuve que ir. Fue el 2 de febrero del 79”.
“Fui unos meses con ella a Europa, pero como yo ya tenía una hija acá, en Argentina, tuve que volverme. Fue un proceso horrible. Encima mamá era muy de su gente, de su familia, estaba todo el tiempo encima de uno. Yo creo que ha gastado más plata en llamadas telefónicas que cualquier persona en el mundo”.
En primer lugar, Mercedes se instaló en París, pero al año siguiente acudió a Madrid. Pudo continuar con su trabajo y realizó presentaciones en Europa, pero su ánimo casi había desaparecido: el desapego de su lugar y sus costumbres para una mujer cuyos pies se desplegaban como raíces en la tierra de su suelo natal era demoledor.
La presencia de Mercedes en Europa ofreció a todos los argentinos desarraigados un bálsamo de zambas y chacareras que los llevaba en un viaje directo a sus orígenes. "Cuando cantaba, los nenes argentinos me agarraban y me besaban el poncho. Yo salía devastada".
El regreso
En 1982, la fuerza del régimen cívico-militar que aún estaba al mando en el país comenzaba a debilitarse. “Venir a la Argentina era algo muy grande para nosotros”, expresó Sosa en una entrevista con Canal á, cuando se refirió al regreso a su lugar en el mundo.
Una multitud la recibió en las trece funciones que dio en el Teatro Ópera, acompañada por cantantes como León Gieco, Charly García, Antonio Tarragó Ros, Rodolfo Mederos, Raúl Barboza y Ariel Ramírez. Lo acontecido en esos encuentros quedó documentado en el álbum Mercedes Sosa en Argentina. “El artista debe ser libre de cantar lo que quiere, como quiere, donde quiere”.
En los años siguientes, Mercedes continuó cantando y su carrera fue cada vez más prolífica. En la década del 80 ha lanzado significativos discos como ¿Será posible el sur? y Vengo a ofrecer mi corazón y ha desplegado exitosas giras por Latinoamérica, Estados Unidos, Alemania y Europa Central.
Los 90 también fueron fructíferos para La Voz de Latinoamérica: continuó con actuaciones alrededor del mundo, se presentó en el Estadio Ferro Carril Oeste, tras casi diez años de no cantar en un predio abierto. En 1992 -después de haberse presentado en la Quinta Vergara de Viña del Mar y en el Estadio Chile de Santiago-, Mercedes Sosa fue declarada Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires en el Salón Dorado del Honorable Concejo Deliberante.
En 1995 recibió importantes distinciones y premios, entre los que se destacaron el CAMU-UNESCO 1995, el Premio de la UNIFEM, el Konex de Platino 1995 a la Mejor Cantante Femenina de Folklore, Konex de Brillante a la Mejor Artista Popular de la Década y también fue incluida por la Secretary-General United Nations Politic World Conference on Women, en la colección discográfica Global Divas, que reunió a algunas de las voces femeninas más importantes del mundo como Aretha Franklin y Édith Piaf.
La grabación de la Misa Criolla fue una de las más anheladas por Mercedes y llegó junto con el nuevo milenio, con arreglos musicales y vocales que la convirtieron en una de las más emblemáticas interpretaciones de esa obra. Por ese trabajo, Sosa obtuvo el primero de sus seis Grammy Latinos.
Cantora
Con algunas interferencias de salud, Mercedes no dejó de girar por el mundo y ganar premios hasta 2008. En ese mismo año comenzaron las grabaciones de un disco doble que quedaría en la historia como la gran despedida a la voz más importante del folklore nacional: Cantora.
Las extensas décadas que conformaron la carrera de Mercedes Sosa fueron exquisitamente resumidas en un clímax que reunió canciones del repertorio folklórico latinoamericano, interpretadas a dúo con artistas como Joan Manuel Serrat, Shakira, René Pérez, Joaquín Sabina, Caetano Veloso, Julieta Venegas, Soledad Pastorutti, Teresa Parodi y muchos otros.
Mercedes grabó ese disco con sus últimas reservas de fuerza que le quedaban y, cuando estuvo listo, supo que su misión estaba cumplida. Después de haber conseguido ser fiel a sus ideales y enseñarle al mundo que el arte es fundamental para la transformación social, el 4 de octubre del 2009, la conciencia de la Negra se fue; su voz nunca lo hará.