El periodista Sebastián Lacunza reconstruye la vida del Buenos Aires Herald, un diario que en sus 141 años de historia vivió los avances y retrocesos de la Argentina. El Testigo Inglés (Editorial Paidós) muestra los mayores logros del medio como el salvataje de vidas en la última dictadura militar y las miserias que debió soportar al ser atacado por grandes medios como Clarín y La Nación.
"Contar la historia del Herald es contar la historia del periodismo argentino", escribe Sergio Olguin en el prólogo del libro. La frase refleja el recorrido que hace Lacunza por los diferentes procesos que tuvo el diario y los compara con otros medios en sus respectivas épocas. La obra no se queda con una imagen lineal del medio, sino que muestra las contradicciones que tuvo el diario que apoyó todos los golpes de Estado en nombre de la democracia, pero que denunció antes que nadie las desapariciones de personas.
"En el relato canonizado, el Herald era sindicado como un periódico fundado por ingleses y escoceses emprendedores, pero el considerado hacedor del diario fue un prófugo de la Justicia estadounidenses que creo un problema diplomático de muy alta envergadura entre el Reino Unido y Estados Unidos. El tipo se prófuga a la Argentina para cambiar de identidad", cuenta en diálogo con El Destape Lacunza, quien fue director del Herald entre 2013 y 2017.
La historia del medio comienza en 1876, cuando el inmigrante escocés William Cathcart creó The Buenos Ayres Herald, una página de servicios sobre el movimiento portuario. Sin embargo el considerado verdadero hacedor del Herald es Ezra Winlow, un empresario, político y religioso que generó un conflicto diplomático por estafas mediante pagarés truchos.
Así empezaba la vida del diario que fue testigo de los cambios políticos de la Argentina en sus seis pasos de dictaduras a democracias, que vivió las dos masacres obreras más grandes de la Argentina (La Forestal y la Semana trágica), que fue parte de los cambios en la profesión periodística y que sufrió en sus propias finanzas la modificación en la demografía argentina.
En una entrevista con El Destape, el autor reflexiona acerca del sinuoso camino del diario, enfatiza en la necesidad de formar periodistas anfibios que naveguen en diversos lenguajes, analiza el rol de las audiencias en la concepción de los contenidos de los medios y explica la necesidad de la intervención del Estado para resguardar la profesión de los negociados en los medios.
-¿Hay una diferencia entre los valores que profesó el Herald y las decisiones periodísticas que tomó?
-Me parece que esa pregunta atañe a toda la prensa, porque si te ponés a evaluar lo que pregona cada medio y las acciones que toma hay un mundo de distancia. Todos los periodistas dicen buscar la verdad, mantener la distancia, no caer en la grieta y estar al centro. Son altares autoerigidos con mayor o menor franqueza. El Herald aludió mucho un perfil liberal, decente y democrático. Es un lugar celestial bastante ambicioso que no está reflejado de punta a punta. Al recorrer la historia se comprueban dos aspectos distintivos que son el idioma y la otra es que un medio que se concibió marginal terminó siendo protagonista de una de las páginas mas honoríficas al denunciar los desaparecidos en la dictadura militar.
-En ese caso del a dictadura, el Herald pasa de ser testigo a ser participe de la historia, ¿no?
-Sí, porque hasta entonces el Herald asomaba por medio de los negocios británicos y había algunas acciones de lobby para incidir en los intereses británicos. Ahora tomado de punta a punta, mantenía distancia, mantenía un protagonismo para cuando había una visita real o cuando había guerras mundiales. Eso le permitió algunos raptos de lucidez como la Masacre de Trelew o la Semana Trágica. Quizás como una forma de supervivencia, Cox en un momento dice que el Herald debe convertirse en un diario argentino. Hasta que la dictadura se mete en la vida íntima del Herald a tal punto que fuerza al exilio de sus dos periodistas más importantes.
-Se nota en el libro que los directores del Herald tienen una importancia mayor que en otros medios, ¿Si Cox no hubiera estado el Herald hubiese denunciado las violaciones a DD.HH en la dictadura?
-Por un lado tenes una redacción pequeña muchas veces carente de recursos por lo tanto el director muchas veces manejaba la política editorial, los recursos humanos y era el que llevaba la pila de diarios. Cuando Cox llega al Herald, la condición de periodistas era ínfima y eso es lógico de suponer, porque se encontró con veteranos e inmigrantes de la comunidad británica. Creo que si Cox no hubiera estado entonces el Herald habría seguido su tradición de apoyar todas las dictaduras militares. Tenía un perfil tradicional y conservador, por lo tanto podría haber seguido de largo sin demasiado énfasis.
¿Cuáles fueron los datos inesperados que encontraste en la investigación de la historia del Herald?
-Son muchos. En el relato canonizado, el Herald era sindicado como un periódico fundado por ingleses y escoceses emprendedores, pero el considerado hacedor del diario fue un prófugo de la Justicia estadounidenses que creo un problema diplomático de muy alta envergadura entre el Reino Unido y Estados Unidos. El tipo se prófuga a la Argentina para cambiar de identidad. Me impactó encontrar crónicas del fusilamiento de Severino Di Giovanni en primerisima persona. Otro rasgo que me sorprendió fue el Herald peronista.
Un párrafo aparte merece Cox cuya vida tuvo matices. Pudo hacer lo máximo para un periodista que es salvar vidas, pero el mismo encerró algunas contradicciones severas. Amedrentado por Massera tradujo un libro en 1979, en el 81 seguía creyendo que Martínez de Hoz era un buen economista que quiso lo mejor para la Argentina y en diciembre de 1979 creía que que la dictadura tenía un ala blanda que era de Videla que era amedrentada por el ala dura de la dictadura.
¿Cuál era la imagen que querías del diario y qué encontraste al llegar a la dirección?
-El Herald dejó vacante su identidad después de la dictadura. Las direcciones se preguntaban a quién estaban dirigidas después del cambio copernicano de la dictadura y de la caída de la migración inglesa. No teníamos un público preponderante y la agenda de DD.HH continuó intermitencias e incluso retrocesos. Creí que el diario podía ser de centro izquierda progresista en temas civiles y que sea útil en temas de negocios. Queríamos una mirada liberal, pero que no podía ser gorila y tenía que ser comprensiva de la historia Argentina.
-El idioma parece ser entonces un problemas
-Al Herald lo protegía el idioma, pero también reducía su público local y lo perjudicaba porque tenía que competir en el exterior con otros medios poderosos. En mi gestión me sentí representado en las letras del diario, aunque los gajes del oficio también implican sacudones por la grieta. Había una parte de la grieta que se desprendía de La Nación y Clarín que querían que el Herald este de su lado aplicando escarmientos contra el diario. Es difícil mantener la constancia de ser un medio de centro izquierda no gorila y tiende a confundirse con el equilibrismo de una parte de Corea del Centro que busca forzadamente ese lugar.
El lugar del diario implicaba algo muy importante que era la pluralidad. Bajo mi dirección teníamos una mayoría de mirada conservadora. Eso debía ser preservado porque lo exigían las audiencias.
-En el libro especificas las formas de financiación del Herald y los problemas que tuvo vinculados a sus compradores ¿Qué salida hay para que los medios sean rentables y periodísticos?
-Se habla mucho de modelos que funcionan para otros países con economías muy distintas, con vínculos entre el Estado y los medios muy diferentes a la Argentina. Ha habido mucha prueba y error, me parece que está claro que nadie tiene la vaca atada. Mi impresión personal es que los periodistas tenemos que ser anfibios en relación a prestarnos a nuevos lenguajes, a nuevas relaciones con las audiencias, en la medida que fortalezca a los medios y nuestros trabajos.
Se pueden hacer praxis periodísticas manteniendo la dignidad de la profesión, pero creo también que el Estado debe ser garante porque la regulación no va a venir de parte de los dueños de las empresas.
Clarín, Pachter, Nisman y una fake news
En el libro, Lacunza no evita tratar temas escabrosos como la salida de la Argentina del periodista Damián Pachter, quien había adelantado que algo había pasado en la casa del fiscal Alberto Nisman horas antes de que lo encuentren muerto en el baño. El autor reconstruye como vivieron la primicia en el diario y el posterior ataque que recibieron por parte de Clarín que publicó que Pachter había sido amedrentado por el medio.
"La versión del hostigamiento resultó falsa por completo, al punto de que Clarín ni siquiera se había tomado el trabajo de llamarme a mí o a otros editores del Herald para constatar los hechos. Lo único cierto de la nota era que Pachter no había informado de las supuestas amenazas recibidas a ningún compañero del <buenosairesherald.com>, ni de <ambito.com>, ni de las ediciones impresas. La desmentida a Clarín llegaría con la firma del propio Pachter desde Israel, el 28 de enero, mediante una nota publicada en Ámbito Financiero en la que escribió que “jamás” había tenido “ningún problema vinculado a lo laboral”, escribió Lacunza.