Periodista, guionista y tallerista, Virginia Cosin sostiene en "La pizarra mágica" que la escritura es un oficio, pero también recupera el universo de dificultades y pudores que se activan al momento de reconocerla como la fuente de sustento económico.
-Télam: ¿Por qué creés que a veces el sentido material de la literatura (poder vivir de ser escritor) es algo que se invisibiliza? ¿Qué efectos tiene eso?
-Virginia Cosin: Está muy devaluado todo lo que tiene que ver con la actividad literaria. A veces pienso que los primeros que lo devaluamos somos nosotros, los que nos dedicamos a esto, porque por momentos con tal de estar, aparecer, figurar, somos capaces hasta de poner plata para participar de un evento, o una lectura, sin recibir ni una remuneración simbólica a cambio. Las formas de ganarse la vida son para mí el gran tema, la gran pregunta a la que no dejo de darle vueltas y sobre lo que pienso seguir escribiendo. Ganar el pan: es un tema primordial, está en el origen mítico de la humanidad, en el Génesis, en la expulsión del paraíso. Hablar de dinero suele ser medio tabú. Como dice Alexandra Kohan: hablar de dinero es siempre un asunto embarazoso. Alexandra habla de lo problemático que resulta el dinero en una relación analítica, pero creo que sirve también para pensar en lo difícil que es muchas veces cobrar por cualquier trabajo en el que una está poniendo a disposición un capital simbólico. Es complicado porque más allá de lo que el otro esté dispuesto a pagar, uno tiene que estar antes dispuesto a asumir y reconocer que las horas que lleva reunir ese capital -en lecturas, estudio, dedicación- tienen un valor. A veces somos nosotros mismos los que tenemos grandes dificultades para asignarle a eso un valor. A mí me llevó años de análisis entenderlo.
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-T.: Vinculás la ejercitación de tu oído durante tu análisis con la escucha que requiere ser tallerista. ¿Por qué crees que, en una instancia en la que se podrían esperar consejos y técnicas, es más importante escuchar que decir?
-V.C.: El trabajo en el taller para mí tiene mucho de relación transferencial. Dar tips o consejos es suponer que el que coordina está en el lugar activo del que sabe y enseña y el otro, quien participa, está en el lugar pasivo del que no sabe y aprende. Me importa más escuchar porque a veces no se trata de enseñar sino de desmalezar miedos, prejuicios y supuestos sobre lo que se cree que es "escribir bien" y ahí de lo que se trata es de guiar a esa persona para que pueda escuchar eso que llamo la propia musiquita. Muchas veces se piensa que esa musiquita propia es lo que dicta el Yo, se cree que es lo mismo, pero es todo lo contrario. Y no tiene nada que ver con escribir en primera persona o en tercera. El Yo mete la cola en ficciones y en autobiografías por igual, se pretende estable y seguro y sabe todo de sí mismo, nunca tambalea. En cambio la musiquita, esa singularidad tan intransferible como la huella digital, suele ser, como esa huella, algo que no reconocemos (¿qué tengo que ver yo con esa maraña desordenada de líneas, que a la vez que me identifican como un individuo único, distinto de todos los demás, me resulta completamente desconocida?). Entonces esa musiquita que desafina y rechina y no nos suena tan bien es a la vez lo más singular, lo más propio y por lo tanto lo interesante, no sólo para uno sino para el otro. Para poder oírnos, a veces, se necesita de otro oído que nos escuche primero.
Con información de Télam