(Por Juliana Ricaldoni) La historia de María Isabel "Chicha" Chorobik de Mariani, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo y segunda presidenta de ese organismo, es narrada por el periodista Laureano Barrera en el libro "La casa de la calle 30", que se sumerge en los detalles de la búsqueda que esa mujer dedicó, a lo largo de 42 años, para encontrar a su nieta, Clara Anahí, apropiada por la última dictadura cívico-militar: "Su búsqueda está hecha solamente de momentos duros", dice el autor.
Con edición de Leila Guerriero y recién lanzada por el sello Tusquets, la biografía narra la demoledora historia de Chicha, una mujer común que vio turbada su vida de docente de historia del arte del colegio Liceo de la Universidad Nacional de La Plata cuando el 24 de noviembre de 1976 -en plena dictadura- un grupo de tareas atacó la casa en la que vivían su hijo Daniel Mariani, su nuera Diana Teruggi, ambos militantes de Montoneros, y la hija de ambos, una beba de tres meses llamada Clara Anahí.
El operativo comando a la casa, que aparentaba ser un sitio donde se criaban conejos pero era en verdad una imprenta clandestina a la que se accedía a través de un sofisticado mecanismo oculto, fue perpetrado por más de 100 soldados y oficiales de policía. Diana y cuatro de sus compañeros murieron acribillados, la beba fue secuestrada y Daniel fue asesinado 9 meses después.
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Tras la masacre, Chicha supo que su nieta estaba viva y comenzó a buscarla frenéticamente, en soledad. "Entonces había otros bebés desaparecidos, se dijo. No era, como se reprochaba todo el tiempo, que no encontraba a Clarita porque no sabía buscarla", plantea Barrera en "La casa..." a propósito de los primeros encuentros entre la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo y otras mujeres que atravesaban por lo mismo, como Alicia "Licha" Zubasnabar de De la Cuadra.
El texto de Barrera explica cómo Chicha debió abandonar el estilo de vida de una mujer sencilla, que repartía su tiempo entre la docencia y las cenas con amigos, los conciertos, las obras de teatro y las exposiciones de arte en la capital bonaerense, para abocarse de lleno a buscar a su nieta.
La investigación también da cuenta de las averiguaciones incesantes que María Isabel hacía en dependencias policiales, juzgados, iglesias, hospitales, despachos políticos y medios de comunicación. "Alguna vez había imaginado su retiro de la docencia como un tiempo sereno, dedicado a las salidas sociales, reuniones familiares y formas más solitarias de atravesar el ocio, como sentarse a los pies de la chimenea y tejer. Pero no. Con 60 años recién cumplidos, visitaba juzgados y hablaba a diario con abogados, funcionarios y dirigentes de todo el mundo, pero ya casi no iba al teatro ni visitaba a amigos", señala Barrera en un pasaje del libro.
El trabajo recorre los comienzos de Abuelas de Plaza de Mayo, el peregrinaje de esas mujeres por organismos internacionales para reunir apoyo y denunciar el espanto de la dictadura ante los ojos del mundo. Además, rememora la creación del Banco de Datos Genéticos, encargado de obtener y almacenar información para determinar casos de filiación de hijos de desaparecidos.
A través de 30 horas de conversaciones con la propia Chicha a lo largo de 4 años, cientos de testimonios de distintas personas que en algún momento pasaron por la vida de la protagonista, y el repaso por expedientes, cartas personales y diarios de la época, Barrera logra trazar un completo perfil de Chorobik y, con él, un documento imprescindible sobre el horror que padeció el país entre 1976 y 1983.
En su exhaustiva investigación, el autor no esquiva el abordaje sobre cuestiones álgidas de la vida de Chicha, como la aparición de una supuesta Clara Anahí, que luego resultó no ser la nieta buscada; la compleja relación con su esposo, el destacado director de orquesta y violinista Enrique José Mariani; o el distanciamiento con Estela Barnes de Carlotto, que culminó con la renuncia de Chorobik a Abuelas, tras lo cual en 1996 fundó la Asociación Anahí.
- Télam: Las páginas del texto relatan la vida de Chorobik hasta su fallecimiento, en 2018. ¿Cómo comenzó la idea de hacer esta biografía?
- Laureano Barrera: Este perfil, tiene la ambición de contar algunos momentos, algunos pasajes, algunas. Surgió casi sin proponérmelo: yo quería escribir una nota sobre su infancia. Me parecía que la tragedia de Chicha ya estaba contada hasta el hartazgo y que volver a contarla era escarbar en una herida que estaba abierta. Entonces, pensaba hacer una crónica larga sobre su infancia. Era principios del macrismo y me acababan de echar de un trabajo. Yo tenía todo ese material y horas de entrevista y hablando con mi editora, Leila Guerreiro, ella me dijo que me acompañaba en este texto de largo aliento, pero que no podía limitarse a la infancia y que tenía que contar lo que había sido Chicha. Luego busqué documentos, entrevisté a las personas que la rodearon, leí causas judiciales y - T: ¿Cómo fue el proceso para recolectar tanta información?
- LB: La piedra basal sobre la que se apoya todo la búsqueda de información tiene que ver con la fortuna periodística que tuve de tener que contar a una persona que era un archivo en sí mismo: Chicha vivió la mitad de su vida buscando papeles, recolectando fragmentos de las pistas que pudieran llevarla hasta los brazos de su nieta. El primer paso fue, simplemente, tratar de explorar ese archivo que ella acumuló a lo largo de su vida y que estaba disperso en todas las habitaciones de su casa: papelitos, folios, revistas, cartas, diarios, todo era de gran valor. Ese archivo fue un tesoro que me condujo a los demás porque si bien yo hice mi búsqueda para reconstruir la vida de su hijo y su nuera, el archivo me disparó hacia otras personas.
Me gustaba grabar las charlas con ella, incluso las más triviales -ella lo sabía-, porque en esos momentos ella se escapaba de la situación de entrevista y aparecían escenas y datos que eran verdaderos tesoros para contar su vida. Mucho también dependía de la energía o el ánimo con que la encontraba a ella. Me atraía no sólo como fuente o protagonista de la historia, sino que me cautivaba con las conversaciones Era como charlar con mi abuela... ya pasaba para ver cómo estaba más que para entrevistarla.
- T.: A través del intercambio epistolar que Chicha mantuvo con su esposo mientras éste vivió en Italia, el texto muestra la transformación que la mujer atravesó desde que comenzó la dictadura hasta la muerte de su hijo, su nuera y secuestro de su nieta. ¿Cómo definiría esa metamorfosis?
- LB: Hay dos puntos muy importantes, que son claves en su historia. Por un lado, esas cartas muestran la transformación que experimentó Chicha desde el golpe de Estado hasta la tragedia familiar y el asesinato de su hijo, su nuera y el secuestro de su nieta. Esas cartas además muestran las enormes contradicciones que tenía Chicha en ese momento: ella intuía que su hijo militaba, que era peronista, que tenía reuniones políticas, que iba a charlas. Sin embargo, en su léxico cotidiano seguía llamando "subversivos" a los militantes. O sea, se había apropiado del lenguaje del enemigo sin ser absolutamente consciente de que su hijo era uno de ellos. Esas cuestiones, vistas retrospectivamente, suenan raras, pero fueron más comunes de lo que uno puede suponer. Sobre todo, tratándose de familias que formaban parte de cierta elite cultural, como en el caso de Chicha que era pintora y profesora de arte, con amistades refinadas con las que frecuentaba los reductos de la aristocracia a tomar el té. La virtud de las cartas es que deja esas contradicciones congeladas en un presente perpetuo tal como ella lo sentía y expresaba en las cartas con Pepe, su esposo.
- T: ¿Cuáles fueron los momentos más duros en la búsqueda de Chicha?
- LB: Su búsqueda está hecha solamente de momentos duros. Hay muy pocos pasajes luminosos en esa búsqueda, hay ciertos momentos de sosiego o alivio cuando se enteró de que su hijo vivía, o cuando alguien le daba una pista sobre la supervivencia de Clarita. Ella padece un golpe tras otro por las mentiras, por los silencios y encubrimiento de todas las esferas del Estado y el poder. Esa es una atmósfera asfixiante que por momentos tiene el libro porque es en la que vivió ella todos esos años. Cuando vemos todo eso desde el presente nos preguntamos cómo hizo para resistir con tanta dignidad todo eso y abrir camino para los que vinieron después respecto a la búsqueda de la identidad y el avance de la ciencia en torno a los lazos sanguíneos.
- T: Habiendo forjado un vínculo estrecho con Chicha, ¿cree que murió sabiendo que la búsqueda de Clara Anahí será continuada por otros y otras?
- LB: Uno de los puntos que le ponen un matiz, un poco de luz a toda esa historia de sombras, tiene que ver con que cuando estaba cerca de la muerte supo que la búsqueda de Clara no terminaba con ella. Si bien padecía la angustia de que no había más familiares vivos, ella sabía que había estrechado lazos demasiados fuertes con gente que la había rodeado, y que no iban a terminar esa búsqueda con su partida. Ese fue un alivio, una de las cosas que la salvaron de la tristeza de morir sin encontrar a Clara y esa fue una suerte de consuelo. Hay una escena clave en el libro, sobre el final, en la que le dice a una persona de su confianza: "te agradezco mucho por lo que estás haciendo" en referencia a que esa persona sería una de las que tomaría la posta de la búsqueda de Clara.
Chicha falleció sin poder abrazar a su nieta tras cuatro décadas de incansable lucha. Las nuevas generaciones que integran la Asociación Anahí continuarán no sólo esa búsqueda sino el trabajo para la construcción de una memoria colectiva.
Con información de Télam