(Por Claudia Lorenzón) "Vestidos Violentados", una instalación de objetos y esculturas textiles de la directora escénica, coreógrafa, docente y productora Andrea Castelli en la que la violencia, la memoria y el género se cruzan en la hibridación de diferentes lenguajes artísticos, se exhibe en el Museo de la Mujer: "Vestimos, nos vestimos, nos visten, también nos embisten, invisten y revisten. El vestido divide el espacio en dos: acá el cuerpo, del otro lado el mundo. Y en este caso, sobre el vestido, las huellas", dice la artista, inspirada para esta muestra en la figura de Eva Perón y Camila O'Gorman.
"Empezá por donde quieras o no empieces si es tu deseo. Que esta visita sea consensuada. Por mi parte ofrezco cierta obscenidad: la exhibición de algunos trabajos relacionados con el mundo textil y las violencias de género", dice la artista al invitar a la muestra donde las "obras" descansan sobre maniquíes.
Con nombres que remiten a prendas que ciñen, violentan o destacan el cuerpo de la mujer en la intimidad, en una fiesta o en un ataúd, y otros que remiten a animales salvajes e insectos, la exhibición de textiles hechos en gasa, tules, piedras, tejidos y plumas, pero también yeso, evoca los cuerpos que no están de las niñas y mujeres que fueron violentadas a través del tiempo.
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"Los vestidos funcionan como signo" dice Graciela Tejero, al explicar durante la inauguración -el viernes último- que la muestra está organizada bajo "un procedimiento de tipo indicial que constituye sentido" en consonancia con el universo "mujer", y agrega que si bien los objetos expuestos podrían ser sobrevivientes "no lo son, pero se involucran indicialmente", a partir de los agujeros, rasgaduras y colores que remiten a la inocencia, ultraje y violencia.
Muchos de estos signos fueron representados, en la inauguración, por una joven, ataviada con un vestido blanco transparente, que a través de un baile con el que se desplazaba por distintos lugares de la sala, se contorsionaba en movimientos que denotaban fragilidad o ruptura, caída, huida, resistencia, y cobijo.
"Hay algo fuera de la escena, que debería permanecer invisibilizado y aparece, una y otra vez, para darle lugar a lo no dicho, o lo no escuchado -dice Castelli a Télam-. Vestimos, nos vestimos, nos visten, también nos embisten, invisten y revisten. El vestido divide el espacio en dos: acá el cuerpo, del otro lado el mundo. Y en este caso, sobre el vestido, las huellas", agrega.
Los nombres de las obras, muy relacionados con los materiales con los que trabajó la artista, connotan la cultura patriarcal. "Ningún animal consiente que le arranquen las plumas para adornar un vestido, o lo despellejen para hacer un abrigo. Eso es feroz, como lo son las violencias ejercidas sobre las mujeres. Preferí no ir directamente al relato puntual, sino trabajar a través del vaciado de la corporalidad, pensar los cuerpos a partir de ciertas tecnologías y procedimientos con lo textil, la intervención con fuego, las perforaciones en los materiales", explica la artista.
Desde el inmenso ventanal que tiene el museo, la muestra se inicia con la obra "Bordo mal", hecha con gasa, enduido, hilos de algodón, puntillas, tules, con un corazón de metal intervenido con esmalte y fuego, flores artificiales, strass, cuentas de vidrio facetado y un brillante de fantasía, a la que le sigue cianótica, una prenda en tono azul, que evoca la agonía; y en el medio y en un perchero diseñado para la ocasión, aparece una instalación: un torso en encaje negro tratado con resina y acrílico que se despliega con ramos de rosas en la zona del útero y las piernas que caen entre tules y pétalos, mientras un florero con rosas disecadas yace sobre el piso.
En la entrada, una especie de tela manchada, pisoteada y tules en el suelo con pedazos de maniquíes sobre los que hay una nube de tul blanca y strass, impactan al visitante en el momento en que ingresa al lugar, donde en un cartel aparece el nombre de la muestra.
Hacia la izquierda, la escultura "Mortaja", hecha en sábana antigua de lino, con aplicaciones de puntilla y enduido, que envuelta en gasa cae al piso, hace referencia a la mortaja de Eva Perón. "Siempre me impactó la flagelación en vida y muerte hacia Evita y su cadáver violentado, durante 19 años de todas las maneras posibles", explica la artista en torno a la génesis de esta obra.
Junto a esta, la obra "Fascia", que en latín remite a la venda con la que las mujeres en la antigua Roma sujetaban el pecho, aparece en tejido, con agujeros en el pecho, en el torso, en el útero como si se fuera deshaciendo.
La obra "Carne", se destaca en un ángulo de la pared con intensidad y dramatismo, realizada en piel tratada con yeso, acrílicos, quemada, agujereada, cosida, que continúa en pedazos de piel en el piso.
Montado sobre un maniquí antiguo y pequeño sobre una mesa estilo Luis XIV, aparece en gasa, yeso, enduido y acrílicos, "Tango" que lleva cuentas de fantasía y broches; mientras que sobre la pared, una inmensa carpeta circular realizada en crochet, acompaña el vestido "Arácnide" realizado con sábana de algodón, cubierto por un tul negro, invadido por arañas, realizadas con piel sintética y acrílico.
La instalación "Gala negra" compuesta por un vestido en gasa, puntillas, encaje y pasamanerías azabache, se ubica junto a un gran espejo ovalado cubierto por tules, junto al cual se ubica una jaula que tiene en su interior unas manos pequeñas hechas en silicona, con guantes negros de encaje y una mantilla negra antigua. La artista explica que "en la Gran Bretaña victoriana, cuando los muertos estaban expuestos antes de que se celebrase el funeral, todos los espejos de la casa eran cubiertos con un velo negro para evitar que el alma quedara atrapada, ya que se creía que los espejos podían atrapar el alma de las personas recién fallecidas".
En el medio de la sala, "Sangrado corazón", se destaca en la obra compuesta por un vestido blanco con corazón rojo, semiencerrado en un biombo blanco de tul, rescatado de la obra Al Bataclán, y desde adentro del vestido caen tules rojos, cintas, flores bordadas, plumas, y un corazón de metal, mientras que hacia afuera del biombo continúa un enredo de tripas.
Desde el techo cuelga el vestido que compone la obra "Desinfloración", hecho con plumas, calitas, rosas de artificio, gasa de algodón, hojas de falsa rafia, plumas de marabú, un ave africana inquieta, astuta, que siempre está en movimiento y resiste muy bien el cautiverio y se amansa con mucha facilidad.
En pequeño tamaño, otro de los textiles que cuelga del techo es el "Corset de la infancia", de encaje blanco y tul, que ubicado en la parte de arriba de la baranda de una escalera que hay en la sala, su pequeñez que se vuelve gigante.
Hacia el fondo de la sala y en un perchero, el textil "Camila" realizado con piedras, yeso y gasas, cristal de rocas como collar, y agujeros, hace referencia a Camila O'Gorman. Fue utilizado durante la inauguración de la muestra en un baile que realizó una joven con los ojos vendados y ataviada de negro.
La instalación "Velo de superficie" hecha con tules, con fotos antiguas intervenidas con agujeros por los que salen tules, debajo del cual hay un tutu en caída y tules que quedan flotando en el aire. Continúa el textil "Santita cruz y ficción", y la "Niña hueco" en una pequeña silla negra, junto a un espejo roto bordado en broches de corsetería, y zapatitos de época de los años 40, en badana original, que lleva medias endurecidas con yeso.
En esta parte de la muestra, se exhibe "Yeghuita", hecha con un caballito de madera forrado en tela, en el que posa un vestido llamado "Resignar", hecho con puntillas y encajes antiguos.
Castelli es directora escénica, coreógrafa, docente, e investiga en danza, puesta en escena y dirección, dramaturgia y prácticas textiles contemporáneas.
El montaje de la muestra corresponde a Marcela Alonso, las estructuras a Walter Lamas, la iluminación, a Alberto Lemme, mientras que la fotografía es de Fernando Pineda y el diseño gráfico pertenece a Natalia Battelini. Colaboró artísticamente Andrea Cavagnaro, en tanto que la asistencia de producción cuenta con Jennifer Yorston y Carina Mele.
La exhibición, que cuenta con el apoyo de YPF a través de Mecenazgo Cultural, ProDanza, el Fondo Metropolitano de la Cultura, las Artes y las Ciencias y la Asociación para la Promoción y Difusión de las Artes Performáticas, se exhibirá en Pasaje Rivarola 147 hasta el 19 de abril, con entrada libre y visitas de martes a sábados de 15 a 20.
Con información de Télam