Federico Klemm, autor de una obra que se sigue resignificando a 20 años de su muerte

01 de abril, 2022 | 18.13

Sobre el legado de Klemm y su figura, Valeria Fiterman, codirectora de la Fundación junto a Fernando Ezpeleta, refiere que "en lo artístico, su obra siempre fue combativa, puede gustarte o no. Ahora se le está dando una mirada diferente, mucho más interesante que la que se le daba en su momento".

"Lo más importante de Federico es el legado. Murió hace 20 años y esta exposición sigue en pie (la de la colección) y va creciendo porque todos los años hacemos un premio y se incorporan dos obras nuevas -que lleva ya 25 años-. Es un legado maravilloso, de entrada libre y gratuita".

"La gente decía que Klemm era un chiflado. ¿Qué chiflado te deja esto funcionando durante 50 años? Lo pensó muy bien", afirma. Y agrega: "Él quería que la colección estuviera exhibida, que se hiciese el premio a su nombre y que siempre se ayudase a los artistas jóvenes argentinos y para él era muy importante -y lo sigue siendo para nosotros- los estudiantes: porque dónde pueden ver un Warhol o un Basquiat o un Jeff Koons. Nosotros trabajamos mucho para ese público", afirma sobre el trabajo de la Fundación y su acervo que tiene como destino, y albacea administrativa de la Fundación, a la Academia Nacional de Bellas Artes y como flamante presidenta a Andrea Giunta.

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Klemm (Reichemberg, Checoslovaquia, 1942 - Buenos Aires, 2002) reactualiza los mitos arquetípicos del mundo occidental y recupera los grandes relatos históricos a los que les da nueva encarnadura o corporeidad -como reseñan algunos de los textos sobre su obra- a través del cristal mediático de la sociedad del espectáculo tan característico de la década de 1990; una "década en la cuál desarrolló la mayor parte de su corpus de obra conocida", como explica Federica Baeza, una de las curadoras.

Un imaginario o iconografía que reúne de algún modo la admiración por el cuerpo desnudo, el erotismo, el deseo y sus contradicciones, tal vez, la belleza y lo kitsch, e incorpora reminiscencias escenográficas de lo esotérico propio de la época, lo barroco con una cuota de puesta operística y la divulgación del arte para un público televidente no conocedor de artistas y movimientos. El programa "El banquete telemático" que retoma el texto "El banquete" de Platón fue el lugar desde el cual su figura adquirió relevancia pública desde 1994 -con colaboración del crítico Carlos Espartaco- más allá de su vida "performática" y "extravagante" como se la califica.

Hijo único, Klemm nació en plena Segunda Guerra Mundial en una Checoslovaquia ocupada por los nazis. En 1948, con la división del territorio que dejaba a su país natal del lado oriental de la "Cortina de hierro" bajo control soviético, su familia emigró a Buenos Aires.

Su madre fue su gran inspiradora para su despertar artístico e imaginativo. Autodidacta, tuvo gran facilidad para el dibujo desde niño y a los 14 años hizo estudios de obras de Toulouse Lautrec, Picasso, Van Gogh entre otros. En 1958 apareció su fascinación por la ópera después de ver "Sansón y Dalila". Estudió canto lírico y arte dramático, y completó su aprendizaje pictórico con Mildred Burton.

"En el arte se puede resumir todo el caudal de amor", decía en uno de sus programas, "a partir de la obra de arte se descubre el ser de las cosas y el propio ser, nos permite descubrir quienes somos", decía en uno de los programas donde ejercitó sus intereses como servicio público a la comunidad.

En los años 1960 y con 18 años, se va cimentando un recorrido artístico y de exploración que aflora años después, ya maduro, como un pasaje "del proyecto intrascendente a una trascendencia".

Llegará a decir que a los 20 y a los 30 años se tiene los "recursos físicos en contraposición con los mentales" lamentando que "la juventud" sea a destiempo "del desarrollo de la inteligencia y la potencia mental", según refleja el fanzine que acompaña la muestra "Telecristales y Homoerotismo", la primera de las tres que se desarrollarán durante el año en homenaje a Klemm.

Con información de Télam