(Por Milena Heinrich) El escritor argentino Hernán Díaz, radicado en Estados Unidos hace décadas, está de visita en el país para presentar "Fortuna", una novela que en su publicación en inglés batió récords de ventas y de elogios, y en la que propone una estructura polifónica que explora el capitalismo y el mundo de las finanzas de manera entrelazada a través de cuatro textos distintos entre sí, donde la voz y la idea de la ficción se articulan para pensar la relación entre el poder de las narrativas y el poder del dinero.
Una novela sobre el capital financiero ya es una rara avis. A la vacancia del tema del dinero como indagación literaria en el canon norteamericano, Díaz incorpora el componente de la ficción en su vinculación con la verdad y con el poder. Si el dinero es ficción -y su "ejemplo más tangible" como dirá el escritor en entrevista con Télam- las dinámicas de las relaciones sociales también lo son, en la medida en que el dinero las determina y las cristaliza en clases, roles, accesos, privilegios, status. Díaz escarba en el mito fundacional moderno de Estados Unidos del siglo XX: años veinte, rascacielos, timba, inversiones, fiestas sociales de alta alcurnia. El autor se metió en el mundo de las finanzas, adoptó su vocabulario, se documentó históricamente. "Quería que fuera creíble y que tuviera sentido. Tenía la esperanza de que lo leyera también gente de ese mundo y que no fuera un papelón", confía.
"Fortuna" llega al país de forma inusual para un escritor de origen argentino. Díaz creció en Suecia, donde se exilió con su familia por la dictadura cívico militar y pasó gran parte de su vida en Estados Unidos. El libro se publicó primero en inglés con el título "Trust" (Confianza) y cosechó muy buenas críticas. Hasta el expresidente Barack Obama la recomendó y The New York Times lo catalogó entre los mejores libros de 2022 y la ubicó entre los más vendidos. Como si fuera poco, se le suma que HBO está preparando su adaptación en formato serie con la actriz Kate Winslet y con el autor como uno de sus productores, aunque poco puede contar sobre los avances, como dice en el marco de su visita al país para presentar la novela en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, este viernes a las 19 en la sala Alejandra Pizarnik, en conversación con Graciela Speranza.
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Con traducción de Javier Calvo, "Fortuna" (Anagrama) es una novela de a capas: se compone de cuatro libros cuya distinción es verbal y son enunciados por narradores que representan paridad de género, una decisión consciente que tomó el escritor cuando eligió embarcarse en dos ejes muy vedados en la esfera pública para las mujeres de la escena de la época, como son la voz propia y el poder.
"Fortuna" es una novela y un mundo en sí misma, y por eso siempre se está al borde de spoilearla, aunque podría resumirse así a riesgo de decir algo de más: un escritor escribe una novela sobre un importante magnate de principios del siglo XX en Estados Unidos, el magnate busca escribir su propia historia, una escritora deshilvana los hilos de esa historia y una mujer invierte las ficciones en un relato que juega con la verdad.
-Télam: "Fortuna" es una novela sobre el capitalismo pero también fundamentalmente sobre la ficción ¿te acercaste a alguna respuesta?
-Hernán Díaz: Lo hermoso de la ficción es que es totalmente elusiva y se resiste a ser definida de un modo dogmático, y eso es algo que hace que la quiera. Me interesa la inestabilidad de la ficción, su opacidad, esa resistencia a ser fijada en una definición estable. A lo largo de la escritura, sí aprendí o confirmé lo que siempre sentí de un modo un poco más vago y difuso y es que la ficción es una forma de verdad. Nuestra relación con el mundo está mediada por relatos. Vos sos la suma de relatos que te contás sobre vos misma y que otros cuentan sobre vos, y muchos relatos son ficciones. Llevá eso a un plano general y la conclusión necesaria es que la ficción determina, moldea y permea el modo en el que nos relacionamos con el mundo, con los demás y con nosotros mismos. Poder ver eso con mayor nitidez fue una gran revelación.
-T: ¿Y en relación al dinero y la ficción? ¿El dinero es también una ficción?
-H.D: Ver también el modo en el que la ficción, que en general se piensa como un discurso o en el mejor de los casos como mero pasatiempo, en realidad deja marcas en el mundo. Y esto es algo que sentí de modo muy vívido pensando en el dinero, que es una gran ficción y creo que el libro lo explora de muchas formas diferentes. Pero el dinero, pese a ser una ficción, rige y determina nuestras vidas de manera decisiva, es inescapable. Vivimos dentro de esta ficción y para mí fue realmente una epifanía, como un ejemplo muy tangible del lugar de la ficción en el mundo.
-T: En la medida que es un ejemplo tangible, uno de los ejes tiene que ver con la relación entre el bien común y el incremento del capital, una disyuntiva que parece estar latente como pregunta moral en el mundo en de las finanzas ¿por qué te interesaba esta indagación?
-H.D: Me interesaba que la novela tratara principalmente del capital financiero, que es un capital abstracto, que para citar del libro, es el capital que engendra capital, que engendra capital, que engendra capital. Las genealogías incestuosas de capital. Me interesaba eso más que una fortuna que estuviera arraigada en mercancías, bienes tangibles, servicios porque en el capital financiero se ve una relación inversamente proporcional entre valor financiero y valor social. Es decir, no hay, en general, una construcción de valor social. Podés ser un explotador pero si tu fortuna viene de los ferrocarriles o de la industria naviera, bueno, por lo menos hay un ferrocarril. Pero en este caso no. Por supuesto que alguien que se dedica a esto me diría que la salud de los mercados implica que se acrecienten las inversiones en Internet, que las empresas se capitalicen, bla, bla bla. No digo que esto sea falso, pero creo que para usar una palabra Argentina hay mucho chamuyo. Aunque sea cierto cien por cien, el grado de remuneración que tiene esa actividad no se condice con el valor social que crea. Hay una desproporción.
Y también me interesaba la idea de privilegio porque toda fortuna está arraigada en un privilegio y en riqueza preexistente, esa idea del 'self-made man', esa expresión tan americana, es cuestionable. Todo el sintagma es cuestionable. En primer lugar esta la idea del self: nadie se hace a sí mismo, siempre toda fortuna tiene que ver con alguna forma de expropiación y bueno también el man porque, además, siempre es un hombre.
-T: Queda claro cómo el dinero interviene o afecta todas las dinámicas, relaciones y prácticas sociales, cristalizando clases, pertenencias o roles de género.
-H.D: El dinero además de ser una ficción tiene muchos puntos de contacto con el lenguaje. El dinero es una convención como el lenguaje, es algo que rige nuestros intercambios. Casi todas nuestras relaciones sociales están mediadas por el lenguaje, casi todas nuestras relaciones sociales están mediadas por el dinero. No hay un afuera del lenguaje y no hay una fuera del dinero, casi. Es realmente una cárcel gigantesca muy amplia e invisible pero de la que no podemos salir, a menos que renunciemos a nuestras vidas tales como las conocemos y nos transformemos en eremitas, que hay gente que lo hace, pero bueno es una vida radicalmente diferente.
-T: ¿Pero creés que hay intersticios donde el dinero no llega?
-H.D: Creo que uno de los pocos intersticios donde no interviene es en el amor. Y bueno, en la novela, la relación amorosa está muy contaminada por el dinero. Es un punto muy importante porque es el único momento en el que el protagonista masculino, este magnate, tenía la esperanza de que se tornara humano. Él tiene un amor muy profundo y muy sincero y muy sentido en la medida máxima en que su corazón avellanado y marchito le permite sentir algo. Pero ella no lo siente por él y esta asimetría era algo muy emotivo del libro, para mí esa es una de las pequeñas tragedias porque él realmente la quiere, aunque por supuesto la traiciona.
-T: Hay un juego literario entre el poder y la inteligencia y en esta novelas las mujeres tienen una potencia singular, aunque en el relato "oficial" no aparezca.
-H.D: Creo que tristemente es un lugar común de la historia. Pienso en la esposa de Hitchcock, de Nabokov, imagínate la cantidad de mujeres de las que no sabemos nada y que han tenido roles decisivos en las vidas de sus maridos notables, pero que han sido confinadas a una domesticidad silenciosa. No estoy diciendo nada nuevo, nada inesperado pero es algo que me interesa, algo de lo que realmente quería escribir. El hecho de que esto se haya cristalizado en la expresión "detrás de todo hombre hay una gran mujer" es espeluznante, es naturalizar el amordazamiento. Y por eso la novela tiene que ver con la cuestión de la voz para extender la imagen de la mordaza.
-T: Hay una lectura de género en este sentido, ya sea en la paridad de voces que narran estos cuatro libros y también en los personajes, porque por un lado el magnate es un varón y luego aparece otra voz que se presenta como disidencia pero que sin embargo en su práctica cotidiana representa una masculinidad fija y jerárquica como padre.
-H.D: Es una novela muy explícita sobre el patriarcado y fue una decisión muy consciente que el patriarca, literalmente porque es el único padre que aparece de un modo fuerte, sea este tipo que es un proto revolucionario, un anarquista, más progresista que progresista pero en sus políticas de género domésticas es un reaccionario total. Entonces me interesaba mostrar cómo ciertas políticas de género atraviesan el espectro ideológico y de clases. El machismo y la misoginia atraviesan todos los órdenes de la sociedad, más allá del ingreso o de las ideologías y existe cierto machismo de izquierda que tiene un sabor bastante particular que creo que todos conocemos.
-T: Además de las finanzas, la novela aborda la filantropía como condición de movilidad para la expresión artística. ¿Este modelo de mecenas sigue siendo así?
-H.D: Totalmente. El libro lo escribí con becas de algunas familias de alta alcurnia de Estados Unidos, es algo que funciona en Occidente desde el medioevo hasta el presente, desde siempre. Tiene que ver con la asimetría y disparidad de donde se pone el valor en nuestra sociedad desde hace siglos. Los artistas no son los que ganan dinero, es bastante evidente, entonces bueno, ahí hay una lógica de intercambio que tiene que ver con que los artistas quieren hacer su arte y necesitan pagar sus cuentas. Y estos mecenas una vez que acumularon capital monetario, aspiran a acaparar cierto capital simbólico. ¿Qué es lo que se valora en nuestra sociedad? Gente que vende y compra acciones.
Con información de Télam