(Por Leila Torres) Mientras una mujer parte a una isla con la intención de suicidarse, hay otra que sigue su rastro, sus recuerdos, sueños y miedos en un presente confuso en cual ambas parecen fusionarse y desdoblarse para dar cuenta de cómo el mundo puede volverse insoportable y de qué está hecha nuestra propia identidad; todo eso es la nueva novela "Isla partida", de la escritora mexicana Daniela Tarazona.
Tarazona (1975) nació en Ciudad de México, donde vivió 23 años en el barrio de Coyoacán. Actualmente vive en España donde se dedica a un proyecto de revisión de su historia familiar paterna para descubrir todo aquello que no le han contado.
Es autora de "El animal sobre la piedra" y "El Beso de la liebre", este último finalista del Premio Las Américas (Puerto Rico 2013). Por "Isla partida" recibió en 2022 el Premio Sor Juana Inés de la Cruz.
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"Trabajo un poco como si hiciera viajes cuando escribo, entonces no tengo un plan, voy viendo. Normalmente tengo al personaje y una emoción que quiero transmitir, pongo al personaje en acción y veo qué necesita para eso, así va encontrando su forma el libro", dice a Télam Tarazona sobre la receta que a ella le funciona en la escritura.
Con "Isla partida" no fue distinto. La autora trabaja una narrativa desarticulada, por momentos delirante, que sigue la historia de una mujer que decide morir. "Quería representar la crisis o la ruptura de esa decisión, por eso tiene esa forma fragmentada", revela sobre los capítulos que avanzan dejando tenues pistas, en cada página, de un mapa desbordante.
Publicada por Almadía, esta novela es fractal y poliédrica, su trama es difícil de poner en palabras por sus múltiples planos, escenarios y, sobre todo, por la utilización de una segunda persona en la narración, que pone a dialogar a distintos interlocutores que incluyen al lector mismo.
Integrante del Salón Nacional de Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes y reconocida en 2011 como uno de los 25 secretos literarios de América Latina por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Tarazona se adentra en la mente de una protagonista que, en medio de un duelo, busca comprender su propia condición mental.
A lo largo de los capítulos, breves y potentes, se cuelan resultados de encefalogramas y diagnósticos médicos; incorporación que implica un condimento biográfico.
Luego de que algunos análisis no le dieran bien, los médicos de Tarazona le indicaron realizarse estudios en en el cerebro. "Tenía situaciones de estrés o de dificultad eléctrica en algunas partes", cuenta quien a modo de catarsis y de registro comenzó a escribir notas que fueron el sustrato de esta novela.
"Hice notas de muchas de las cosas que observaba, sobre todo de la correspondencia entre ideas, de cómo una percepción de algo estaba relacionado con una lógica distinta", precisa.
Tiempo después, apareció la ficción que le terminó de dar impulso a este libro que toca muchos temas además de la salud mental: un mundo a punto de acabarse, la memoria, la utilización abusiva de las redes sociales, el ejercicio de la escritura y el duelo de una hija por la muerte de su madre.
-Télam: ¿Por qué elegiste narrar esta novela recurriendo a la segunda persona?
-Daniela Tarazona: La segunda persona es rara y es difícil, además. Tiene esa posibilidad de desplazarse que resultó para mí adecuada a lo que quería contar, que era ella habitada por otra, ¿no? O sea, ella misma desdoblada y esas otras voces que la acompañan y que son tan importantes en su constitución emocional. Luego, aparece el lugar de quien escribe, que en algunos puntos es una voz medio imperativa que le da instrucciones al personaje y en otros momentos se desvanece.
-T: Aquí está muy presente la cuestión de un mundo que se va a terminar. ¿Cómo apareció la idea de ese escenario apocalíptico?
-D.T: En mi libro anterior, "El regreso de la liebre", hay un mundo apocalíptico pero es muy distinto. Es más una novela escrita hacia la farsa y hacia la ironización de la protagonista ,que es como una superheroína patética. No hubiera podido llegar a "Isla Partida" sin esa novela anterior. En ambas está ese mundo de orillas, me interesa mucho ese espacio donde las cosas pierden el sentido y ya no son lo que eran. Toda la revolución digital, por ejemplo, acabó con un mundo y dio pie a otro.
La protagonista está en una orilla de época. Por ejemplo, en el capítulo "De cerca nadie es normal", hay una parte más específica acerca de cómo se comercia con las emociones. Al final, las emociones son los datos personales para la publicidad predictiva. Como se sabe, trabajamos de manera gratuita para que los publicistas sepan qué vender, nos volvimos producto nosotros mismos.
-T: ¿Por qué te interesan estas zonas?
-D.T: Me parece que en esos umbrales hay significados muy primigenios que se escapan de discursos avasallantes y hegemónicos. Por ejemplo, el borde del sueño me cautiva porque en esas orillas de la conciencia hay un montón de elementos que pueden iluminar nuestra realidad o nuestra cotidianidad, nuestra manera de percibir el mundo. Me gusta ir hacia esos lugares porque siento que ahí hay mucha libertad de escritura, de desarrollo de las historias.
-T: La protagonista reflexiona mucho sobre sus memorias y trata de entenderse a sí misma.¿Relacionás este ejercicio con la reflexión sobre la propia identidad?
-D.T: Sí, me interesa mucho la identidad, ha estado presente en lo que he publicado hasta ahora como una indagación no sólo de quién es uno, sino de qué está compuesto uno y ahí la genealogía o la historia familiar. Todo eso me ha inspirado porque hay mucho de misterio en eso también, sobre cosas no dichas, cosas que se transmiten y que son parte de nosotras pero no identificamos bien en dónde se formularon.
-T: En relación con la cuestión familiar. ¿Por qué decidiste incluir el vínculo entre madre e hija?
-D.T: Acá está el otro aspecto autobiográfico, digamos, es en ese trayecto del manuscrito, pues mi madre enfermó y murió. La protagonista tiene la madre enferma y se pregunta si eso que ella tiene también lo tenía la madre, si hay algo ahí que nunca se dijo, que nunca se identificó y que entonces está empezando a entender.
Me interesa mucho el tema de la hija, la madre, la hermana por ahí. Hay para mí una enorme riqueza en lo que se transmite en la genealogía femenina, de mujer a mujer, de madre a hija. Hay un sentido muy profundo de la emotividad, es parte de lo que me constituye, entonces he querido indagar en eso y en lo raro que puede ser que alguien muy cercano sea en un punto desconocido.
-T: El contexto apocalíptico que retratás y las emociones de hartazgo y desesperación por momentos resuenan al momento más crudo de la pandemia. ¿Hay una vinculación con este contexto social?
-D.T: No, porque la novela ya estaba muy formada cuando la pandemia ocurrió, pero yo pensaba mucho en la soledad tan honda que se puede experimentar cuando atraviesas una etapa difícil o crítica emocional o mentalmente o con una enfermedad. Estaba buscando que el libro fuera también un testimonio que pudiera acompañar a quienes han atravesado algo así, desde la salud mental y desde la vida. Sé que hay manchas de indeterminación y lugares en el texto que piden ser completados, o que pueden hacerse varias interpretaciones o acomodos de lo que allí sucede y eso para mí es muy importante porque creo que cada vez es de mayor valor esa posibilidad de que haya ese espacio para quien lee.
-T: La protagonista piensa en el suicidio pero también en formas de anclarse a la vida. Se ha teorizado mucho sobre este tema desde la filosofía con autores como Albert Camus o Émile Durkheim. ¿Qué pensás sobre este tema?
-D.T: Hay quienes no soportan este dolor y deciden renunciar, deciden suicidarse e irse. Hay otra parte de ella en la novela que busca en su pasado, elabora su propia historia porque están esas dos posibilidades: ves un poco de luz y resistes y sobrevives o decides irte.
-T: La protagonista en una parte dice "Construimos ilusiones para resistir" ¿Cómo relacionás esto con la literatura?
-D.T: La escritura, la lectura, el cine y las distintas manifestaciones del arte ayudan a respirar muchas veces. Si no escribiera, no sé qué haría. Para mí es fundamental para poderme ir y volver al mundo, para tener una estancia de otra naturaleza.
Con información de Télam