Después de "Catedrales", una novela que como otras obras suyas volvía a plantear la cuestión del aborto, esta vez en la antesala de los debates que a fines de 2020 dieron lugar a la ley de interrupción voluntaria y legal del embarazo, Claudia Piñeiro vuelve a escena con "El tiempo de las moscas" (Alfaguara), un libro que dialoga con los feminismos pero también problematiza las zonas difusas de los mandatos trazados por la biología.
"Tenemos una sociedad muy biologicista que lo primero que hace es decir si sos varón o mujer, y a partir de ahí se imponen un montón de marcas biológicas a lo largo de tu vida. Nos sentimos incómodos a veces en la maternidad, la paternidad y nos sentimos incómodos también si no tenemos un hijo y buscamos maneras cada vez más diversas de poder ser padres y ser madres, nos sentimos a veces incómodos con el género que nos dijeron al nacer, etcétera, todas esas cosas hoy están en controversia en muchos lugares y para muchas personas", dice Piñeiro en entrevista con Télam.
-T: Inés sale de la cárcel y sigue vinculada a la muerte a partir de la fundación de una sociedad comercial con su amiga que tiene a la M de muerte en el nombre y que además de dedica a la fumigación de insectos. ¿Intenta naturalizar la relación con la muerte y procesar de esta manera el tabú social que implica para los otros entrar en contacto con alguien como ella que ha sido capaz de matar?
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-C.P: Es interesante que ella es contratada para matar, para matar insectos, pero a su vez busca un resquicio y plantea: "Pero yo moscas no mato". Plantea de algún modo límites para matar. Entonces es como un paralelo entre a quién se puede matar y a quién no. Esto remite a un montón de normas que antes no contemplábamos respecto a la muerte de insectos, animales o lo que sea. Todo el tema de la muerte, a quién se puede matar o a quién no, a quién la sociedad en determinado momento castiga más o castiga menos, está mezclado entre la historia de ella y la profesión que elige. Ella en definitiva está todo el tiempo viendo por qué la gente mata lo que mata y por qué algunas cosas se matan y otras no, que está bien matar y que no. Está todo el tiempo ese cuestionamiento sobre la muerte, no de las personas, sino de otros seres vivos. Hay muertes permitidas y otras que no.
-T: Inés encarna una manera distinta de ser madre, tal vez el derecho a no ejercer el rol, y por otro lado el marido de su hija elige convertirse en padre de una niña que no es su hija biológica ¿Lo que pone en crisis la novela es la arbitrariedad de los vínculos trazados por la biología?
-C.P: Sí, hay varias cuestiones en la novela que tienen que ver con no aceptar los mandatos biológicos y con poner en tela de juicio los lazos de todo tipo, hasta la eutanasia, porque la duración de una vida también responde a un mandato biológico. Y también la maternidad como un mandato del que no podés escaparte. Fijate que su empresa se llama MMM por mujeres, muerte y moscas. Podría haber tomado la eme de madre pero ella jamás piensa en eso porque esa relación está como prohibida. La biología nos pone muchas marcas. Tenemos una sociedad muy biologicista que lo primero que hace es decir si sos varón o mujer, y a partir de ahí se imponen un montón de marcas biológicas a lo largo de tu vida. Nos sentimos incómodos a veces en la maternidad, en la paternidad y nos sentimos incómodos si no tenemos un hijo y buscamos maneras cada vez más diversas de ser padres y ser madres, nos sentimos a veces incómodos con el género que nos dijeron al nacer... todas esas cosas que fueron determinadas por la biología hoy están en controversia en muchos lugares y para muchas personas. La biología te pone unos rótulos y después la institución familiar te pone otros y parece que si no los cumplís estás fallada.
-T: En los últimos tiempos, los discursos de apertura de la Feria del Libro dejaron de ser palabras complacientes con la institución anfitriona para transformarse en alegatos contra las prácticas abusivas de la industria editorial, como denunció Guillermo Saccomanno, o reclamos para la instrumentación de medidas urgentes contra la crisis ambiental, como pediste en tu reciente intervención en la Feria del Libro de Rosario ¿Hay una recuperación de la palabra como herramienta política por parte de algunos escritores y escritoras?
- C.P: Muchos aceptamos ese desafío que nos pone la sociedad porque de alguna manera podés dar un discurso y hablar solamente de libros pero también podés traer temas que tienen que ver con cuestiones que están o se tienen que poner en agenda. Siempre pienso que un micrófono es una oportunidad y desaprovecharla es una responsabilidad cuando hay causas urgentes. A mí me interesa ese posicionamiento y me interesan los escritores que lo tienen. En mis libros trato de separar la militancia, pero cuando tengo un micrófono en un discurso donde me va a escuchar un montón de gente siento la responsabilidad que me otorgan los que me están escuchando.
Con información de Télam