Otro tipos de resistencia: entre murgas, candombes y apropiaciones carnavalescas

11 de febrero, 2023 | 15.02

"Para muchos de mi generación el carnaval como práctica urbana barrial se expresaba en el juego de agua, la ´murguita´ del barrio que iba de casa en casa, la reunión de les niñes en la calle con bastante libertad de acción, y una serie de actividades nocturnas ligadas al baile, el disfraz, y el desfile de las ´carrozas´ como elementos comunes de un colectivo", relata la historiadora Sandra Fernández, al referirse a los sentidos que esta celebración ha tenido en el tiempo.

Esta mirada que comparte "pone en cuestión los límites emocionales que las sociedades urbanas actuales tienen para desarrollarse en un ámbito transversal, empático, pero también transgresor, capaz de generar acciones colectivas ligadas a lo lúdico y a lo festivo", afirma.

Inserta en las industrias culturales, la murga prevalece como una transversalidad elástica, muy utilizada en ámbitos escolares.

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En este sentido, la antropóloga Alicia Martín señala que "se ha enseñado murga porteña en Buenos Aires en las escuelas, algo impensado hace 50 años atrás", y agrega que al ser "un fenómeno multimedia donde todo juega - el cuerpo, la estética, lo grupal, lo rítmico- es una forma de plasticidad inmensa que se presta para muy distintas situaciones".

Como producto de ese "universo creativo del carnaval surgen murgas con adjetivaciones, como las infantiles, corales, de abuelos, en hospitales, sindicatos", y esa plasticidad de adaptación "es una de las riquezas que suele tener la cultura popular al ser creaciones espontáneas que responden a necesidades del momento y se pueden transformar y adaptar a muy distintas circunstancias, no son formas escolásticas", afirma.

En este sentido, Martín evoca al filósofo ruso y crítico teórico del lenguaje Mijaíl Bajtín, uno de los indispensables sobre el tema, y su idea de la "gramática carnavalesca", al señalar que el "lenguaje del carnaval se da a través de la parodia y la corporalidad", una parodia que no es la burla denigrante "sino una risa carnavalesca que amortaja y resucita al mismo tiempo".

"No es la risa de reírse de los otros sino una visión cómica del mundo", afirma Martín, al afirmar que esto se da por la participación colectiva que tiene la celebración, donde toda la sociedad está inmersa.

"Hay una intención paródica con el disfraz, la mascarada y después están los temas claramente carnavalescos como la muerte con sus disfraces macabros, o los desfiles de sarcófagos con los deudos", dice Martín, citando a Bajtín, y agrega que "precisamente por ser un rito de muerte y resurrección lo que se desafía es la idea de que la muerte es el fin, aunque él dice que en realidad la muerte es parte del ciclo de la vida".

Por otra parte, y en cuanto a los sentidos que esta festividad ha tenido en el tiempo, no puede soslayarse que "en el Río de la Plata, el carnaval históricamente resultó un espacio de visibilización -y por qué no de disputa- para las y los afrodescendientes", dice por su parte la investigadora Viviana Parody.

Así, lo que parece quedar como reminiscencia viva son esos candombes, y llamadas que se escuchan por San Telmo, memorias culturales que circulan entre Buenos Aires y Montevideo desde ese pasado esclavista.

Muestra de ello "han sido los carnavales afrodescendientes que el Bicentenario habilitó como evento que, más que estar integrado al carnaval porteño, garantizó la visibilización y presencia étnica específica de un colectivo negado como el afroargentino", considera Parody.

Con información de Télam