En la resignificación del carnaval en el norte argentino está muy presente el impulso de resistencia que tiene el Colectivo Identidad Marrón -que reúne a personas descendientes de indígenas, campesinos y migrantes- que en lo cultural recupera tradiciones ancestrales y se planta ante las nuevas disyuntivas tan actuales de la sociedad contemporánea relacionadas con la identidad sexo genérica tan a flor de piel, que trastoca el binarismo.
Entre sincretismos que se deslizan en tiempo de carnaval, la celebración a la Pacha y el desentierro del diablo tiene que ver con "ese diablo no impuesto (por la Iglesia) sino ese ser alegre", explica Sara Pérez, del colectivo Identidad Marrón, desde Jujuy.
"Es como que desenterramos la alegría después de tanto trabajo, de tanto trabajar la tierra asociado al trabajo de los y las campesinas dentro de las comunidades. Es esa celebración", dice.
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Pero previo al juego de comadres también está el jueves de los compadres y desde `Orgullo quebradeño´ la comunidad LGBT de Tilcara lo resignifica porque "todas las maricas y las travas se juntan a celebrar un jueves de comadrejas, no de compadres, porque son comadrejas que contrabandean ese compadrazgo".
Pérez se pregunta "si hay un juego de compadres por qué no puede haber un juego de comadrejas donde seamos todas las maricas y las travas, les trans quienes ocupemos también ese rol". Y agrega: "Es interesante que esa acción se esté gestando y sea dentro de la comunidad. Contrabandean y rompen con la estructura heteropatriarcal resignificándola desde un juego".
En tanto, Alejandro "Joma" Mamani, abogado especialista en derechos humanos y parte de este colectivo, otorga más contexto a la festividad popular muy propia de las "clases bajas".
"El carnaval, por ejemplo, en Salta tiene una cierta cuestión de liberación, es bastante diferente en términos estéticos y simbólicos al carnaval porteño quizás por las influencias de las culturas y de las naciones indígenas que habitaron ahí", dice.
"El carnaval fue ese recoveco por donde resistir y huir" -enfatiza- y esto le sirve a las "comunidades indígenas que mantienen vivas sus tradiciones en los carnavales" para vincular con la las disidencias sexuales: "se exponen y magnifican las representaciones culturales y la comunidad LGTBIQ+" y más exactamente la comunidad travesti trans", explica recordando una de las primeras comparsas salteñas, "Los caballeros de la noche", con mujeres travestis trans desfilando en los carnavales.
"El carnaval mantiene una cuestión de raíz respecto a lo cultural en el norte así también como una resistencia en ese paso previo a la Cuaresma y lo católico, con mucho más respecto a las comunidades indígenas donde la violencia y la imposición cristiana estaba bastante presente", afirma. Y sostiene: "El carnaval era ese hueco temporal en donde se liberaban y volvían a florecer ciertas cuestiones que se asumían presuntamente eliminadas como las tradiciones, como las ropas, como la libertad".
Como evento cultural, Mamani considera que "si bien la clase popular es el espíritu troncal del carnaval porque esa celebración sale de ahí y son las que se acomodan en comparsas - aún en el mundo de las travestis que invierten su gran capital económico temporal y cultural- también las clases media, altas plantean un disfrute del carnaval".
Para el abogado, el carnaval dio lugar a una revalorización de las personas marrones indígenas en el norte, consideradas en cierta época como vulgares y rechazadas por la clase media y alta. Con el turismo se dio "una revalorización cultural en términos capitalistas" por lo que ahora "pasa a formar parte de un atractivo", dice al hablar de folclorización y espectacularidad.
"Desde las capitales se va a los carnavales del norte porque básicamente tienen esta cuestión extra donde intersecta la cuestión indígena, subrepticiamente al menos", señala.
Para Mamani, el carnaval es una válvula de escape para resistir o escapar y de resistencia desde las tradiciones indígenas "acabados por un genocidio estatal", con excepción de la comparsa salteña, que significó "una trinchera de la resistencia en cuanto a las identidades".
"Se trata de una resistencia simbólico cultural y de mantener conocimientos a flote de una forma diferente a las transmisiones pensadas en el contexto occidental", afirma.
"Es verse o tratar de encontrarse sin vergüenza de sus orígenes étnicos y culturales y me arriesgo a decir sin vergüenza de sus orientaciones o identidades sexo genéricas", señala Mamani.
Así destaca su experiencia personal, donde el carnaval jugó "un rol fundamental como muestra de las posibilidades de existencia de una forma mixta donde conviven aspectos de lo ancestral indígena y la identidad de género.
En este sentido, considera que "el peso cultural que puede tener un Pride, una fiesta del orgullo en una capital mundial, lo tiene un carnaval en las provincias".
Con información de Télam