Vicente Zito Lema, el hacedor de espacios que no paraba nunca de crear cultura popular

05 de diciembre, 2022 | 15.20

(Por Héctor Sánchez). Vicente Zito Lema, fallecido en la noche del domingo a sus 83 años, desplegó una obra tan intensa como difícil de catalogar, aunque un eje en común en las tantas disciplinas en las cuales incursionó es sin dudas la defensa de la vida, de los derechos humanos, de la libertad y de la belleza que el género humano puede inspirar, aún en un mundo injusto y desigual.

Desde la abogacía al periodismo, de la poesía a la psicología social, de la docencia al teatro y la dramaturgia, y todo ello marcado a fuego por una militancia nacida al calor del peronismo de la resistencia, para cruzar líneas después con expresiones de lucha revolucionaria que siempre lo tuvieron como aliado. Así fue la vida de Zito Lema, un generador de espacios políticos y culturales que invitaban a sumarse.

El joven abogado recibido en 1961 a sus 22 años (había nacido el 14 de noviembre de 1939) pronto puso en marcha una enorme capacidad para abrirse a la búsqueda del arte en sus diversas formas como vector para cambiar la realidad, como cabal integrante de una generación que se propuso tomar el cielo de la equidad por asalto. Y que sostuvo con el cuerpo sus ideales.

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Como abogado no dudó un segundo en ser defensor de algunas de las víctimas de la Masacre Trelew, mientras desarrollaba una frenética actividad que partía de la escritura para incursionar en el periodismo, en la literatura, en la psicología y en todo lo que lo acercara a los escenarios de la vida, del otro lado del vidrio, en donde se juegan los partidos decisivos, en donde se arriesga y por ende el resultado suele ser incierto.

"Quiero reivindicar la palabra subversión, no la quiero castigar, no la quiero dejar con una mancha de muerte como la que pusieron sobre nosotros. Subvertir el orden es la posibilidad de generar un orden de amor, de belleza, de justicia. Un orden que no sea el orden de la cultura de la muerte, que sea un orden de lo nuevo por hacer", escribió en uno de sus textos en una verdadera declaración de principios, y de hoja de ruta en su militancia.

Discípulo de Enrique Pichón-Rivière en el campo de la psicología social, con quien armó la primera cátedra de estudio de los mecanismos de creación artística en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, Zito Lema cruzó coordenadas que enseguida lo llevaban al terreno del periodismo, para sembrar revistas culturales como Liberación -en donde colaboró junto a Julio Cortázar y Rodolfo Walsh-, Nuevo Hombre, y la mítica Crisis, en la que participó junto con el escritor y periodista uruguayo Eduardo Galeano, con Haroldo Conti y con el mecenas cultural Federico Vogelius.

Así, en una obra multifacética, conviven decenas de publicaciones en el campo de la poesía, el teatro y la filosofía, con especial anclaje en el periodismo, en donde a partir de la década de los 60 participó de numerosos proyectos que dejaron huellas en la cultura popular.

El docente, escritor y poeta deja como legado una treintena de libros entre poesía, teatro y psiconálisis: "Lengua sucia", "La pasión del piquetero", "Los manifiestos de la locura", "Belleza en la Barricada", "Gurka", y "Conversaciones con Enrique Pichón Rivière", entre otros.

Y en sus escritos, conviven textos dedicados a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, a Rodolfo Walsh, a Agustín Tosco, a Francisco Paco Urondo, a Haroldo Conti y a Eva Perón.

El fundador de la Universidad de la Madres de Plaza de Mayo a fines de 1999, antes, en su exilio europeo fue integrante de la Comisión Argentina por los Derechos Humanos (CADHU) junto con Julio Cortázar, Osvaldo Bayer y David Viñas.

A su regreso al país, tras la recuperación de la institucionalidad democrática, Zito Lema se puso al frente de un nuevo emprendimiento independiente, la revista Fin de Siglo, junto con el periodista Carlos Aznárez. Pero nunca dejó de publicar textos de teatro e impulsar talleres de escritura, periodismo y dramaturgia.

Dueño de un gran sentido del humor, lo divertían algunas de sus decisiones, como las de ponerse a cocinar y vender empanadas en pleno Amsterdam, cuando el exilio tenía a veces la cruda cara de la necesidad. O esa madrugada madrileña a fines de 1990 en donde, de charla, bares y abrazos con este cronista, salió al cruce un guardia civil que preguntó "qué os pasa": "Nada. Que somos inmortales", le respondió con le seriedad del caso "Dichoso de vosotros -dijo el 'madero'-, pero haced menos barullo".

En su casa del barrio porteño de Flores vivió sus últimas horas, como lo había elegido, según confirmaron sus familiares, quienes indicaron que estaba afectado por un cáncer desde hacía unos meses.

Y hasta el final siguió escribiendo: la semana pasada se estrenó en la sala Hasta Trilce su última obra de teatro, "Querida Patria", basada en la espera del general Juan José Valle de su fusilamiento en una celda oscura de la dictadura militar del golpe de 1955.

Y en imprenta está terminado y pronto a salir su último libro, "El ultraje de los Dioses. El crimen de la pobreza y la belleza espantada", con prólogo de la escritora Natalia Bericat. El maquinista de un tren de sueños posibles condujo sereno hasta la última estación, en donde su obra invita a nuevas aventuras.

Con información de Télam