Un manuscrito atribuido al astrónomo e ingeniero Galileo Galilei, que la Universidad de Michigan atesoraba desde hacía casi un siglo como una de las joyas de su colección, es en realidad un documento falso que data del siglo XX, según una investigación realizada por esa casa de estudios estadounidense.
El descubrimiento surgió a partir de las alertas del historiador Nick Wilding, experto en la vida y obra del eminente renacentista, que dieron lugar a una investigación interna por parte de la universidad.
La prueba definitiva que permitió determinar con certeza si ese manuscrito era verdadero o falso fueron los caracteres que se observan en la marca de agua del documento -el grabado que certifica su autoría y lugar de producción- que no puede ser anterior al siglo XVIII, cerca de 200 años después de la muerte de su presunto autor.
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En la marca se leen las letras BMO, correspondientes a Bérgamo y, según la Universidad de Michigan, no existen marcas de agua asociadas a esa ciudad anteriores al año 1770, según informa el diario español El País.
Desde los claustros de la Universidad de Michigan se sospecha que quien estuvo detrás del falso manuscrito es el falsificador profesional italiano Tobia Nicotra, que en 1934 fue sentenciado a dos años de cárcel por trabajos similares, entre ellos copias de otros papeles atribuidos a Galileo (1564-1642). El documento incluye el borrador de una carta sobre la presentación oficial de Galileo del telescopio construido para el Dogo de Venecia en 1609. También hay anotaciones sobre sus observaciones de las lunas de Júpiter entre el 7 y el 15 de enero de 1610, que supusieron un desafío a la antigua noción de que todo en el universo giraba en torno a la Tierra.
El falso documento fue subastado en 1934 como parte de las pertenencias del filántropo Roderick Terry. Esa hoja, según el catálogo, había sido verificada por el cardenal Pietro Maffi, arzobispo de Pisa, tras compararla con una carta de Galileo que ya tenía en su colección.
El manuscrito fue adquirido por un empresario de Detroit llamado Tracy McGregor, cuya fundación, gestionada por sus herederos, lo donó tras su muerte, a la Universidad de Michigan.
Acerca de las sospechas de falsedad del documento, Nick Wilding se fijó en el detalle de los monogramas en 2020, cuando preparaba de una nueva biografía de Galileo que todavía no fue publicada.
En 2012, Wilding identificó como una copia el libro Sidereus Nuncius, también de Galileo, conservado en la Biblioteca Nacional de España. Durante su trabajo de documentación para la biografía también señaló la falsedad de una carta atribuida a Galileo, en manos de la Biblioteca Morgan de Nueva York, que en realidad sería obra igualmente del falsificador Nicotra.
El uso de determinadas palabras en el texto, que no asociaba al estilo de Galileo fue una de las cosas que llamaron la atención del investigador, así como el hecho de que la tinta en la parte inicial y final del escrito parecía muy similar a pesar de que supuestamente se habían escrito con meses de diferencia.
Wilding también investigó al propio falsificador y pudo averiguar que el profesional también había estado vendiendo falsas misivas y partituras musicales para sustentar a siete amantes. Además de Galileo, otras figuras de renombre como Amadeus Mozart, Lorenzo de Medici y Cristóbal Colón pudieron haber sido víctimas de los fraudulentos trabajos del italiano.
La decana interina de las librerías de la universidad, Donna L. Hayward, manifestó que "fue demoledor conocer que nuestro Galileo no era en realidad un Galileo", y sostuvo que esconder esta realidad "bajo la alfombra" iría en contra de sus valores.
Con información de Télam