Luego de meses de remodelaciones que aprovecharon las restricciones por la pandemia, el Museo Nacional del Cabildo de Buenos Aires y de la Revolución de Mayo reabrió sus puertas con metros cuadrados recuperados, techos, pisos y salas renovadas y la inauguración de muestra una en clave artística que toma como punto de reflexión la prensa gráfica en torno a las invasiones inglesas, y otra que exhibe los avances de las excavaciones arqueológicas que desde 2017 se hacen en el patio sur del edificio colonial.
La puesta en valor de este ícono de la historia del Rio de La Plata, que antes de la emergencia sanitaria recibía al menos medio millón de visitas al año, va desde pintura y revestimiento de techos y pisos hasta la refacción del patio colonial, el campanario y la cúpula.
Pero quizá la gran conquista es la incorporación de tres nuevas salas que pertenecían a la Comisión de Monumentos, las cuales desde ahora están destinadas, en un caso, para exhibición; otra para actividades educativas con la intención de ser punto de encuentro para las infancias y personas mayores (dos de las poblaciones más convocantes), mientras que la tercera extiende las oficinas dedicadas a las y los trabajadores del Cabildo.
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En palabras de María Isabel Baldasarre, el Cabildo "es el gran museo de público espontáneo. Al estar en el eje cívico, en la Plaza de Mayo, es el museo donde la gente pasa imprevisiblemente sin pensar en venir. Por eso, era fundamental tenerlo abierto y en condiciones".
Una de las exposiciones que se puede ver en esta reapertura es "Fragmentos bajo Tierra. Arqueología Urbana en el Cabildo", curada por Néstor Zubeldía, el arqueólogo que lidera el proyecto de excavaciones en el patio que da a la calle Hipólito Yrigoyen, donde está trabajando desde 2017 para responder a un interrogante: "¿Existen los cimientos del antiguo Cabildo de 1725?". La respuesta, después de casi cuatro años de investigación, está en los dos mil objetos que desde entonces fue encontrando: cerámicas, trozos de vajilla europea, partes de botellas, huesos de animales.
De todas esas piezas -la mayoría fragmentadas-, la más impactante es la vajilla que pudieron recuperar casi de forma completa. Se trata de una cerámica con decoración corrugada, un indicativo que hace referencia a la alfarería de la zona panamazónica. Si bien todavía todo ese material cultural está en pleno análisis e investigación, hay algunos datos que son más que ilustrativos sobre el pasado en el Cabildo, ya que en la vasija se encontró colesterol. ¿Qué significa? Que ingerían alimentos basados en animales y así también lo evidencian lo restos óseos que encontraron de cerdos y cabras.
Pero quizá más sorprendente sea la escena de la excavación donde han identificado un pozo de sondeo y una estructura que probablemente haya sido la base de uno de los arcos del Cabildo que fueron sacados cuando se decidió reducir la estructura para abrir la Diagonal Sur, quitándole más espacio al que ya se le había quitado del lado de la avenida de Mayo. En el patio Sur, ese pozo en la tierra que tiene varios metros de profundidad y donde se han identificado un calabozo y su letrina, muestra esa gran paradoja que supone la arqueología, porque para encontrar y saber más de nuestra historia se necesita romper.
"Desde 1580 este solar estaba destinado al Cabildo. Recién en 1608 construyen el primero, aparentemente lo hacen de adobe con techo de teja, no tenemos el plano. En 1725, enero, febrero, todos los cabildantes se reúnen porque se le está deshaciendo el techo de adobe y empiezan a comprar ladrillos para armar un nuevo nuevo que es este, el de 1725", cuenta a Télam Zubeldía, el arqueólogo detrás de este trabajo de investigación que inició en 2017 cuando por un conflicto judicial tuvieron que sacar el bar que funcionaba ahí mismo.
"Ahora -advierte- esta obra no se hacía solo con los arquitectos o los cabildantes, se hacía con gente que trabajaba. Normalmente eran indígenas o esclavos. Cuando empezamos a excavar, encontramos muchísima cerámica indígena y en los acuerdos no hablaban de los indígenas que trabajaban, que venían de las encomiendas. Lo que creemos es que comían en el lugar de la obra. También encontramos piezas de esclavos de África", dice el arqueólogo y confiesa que antes de llevar adelante las excavaciones no imaginaba que iba a hallar "tanta cerámica indígena pero sí sabía que algo iba a aparecer porque acá hay dos excavaciones arqueológicas anteriores".
Así como la arqueología, la historia también se puede volver a leer desde el arte. Eso es lo que hizo Ariel Cusnir con la exposición "Rara felicidad la de los tiempos", proyecto al que llegó con una beca del programa Activar Patrimonio. Esta exposición, que se exhibe en lo que supo ser un calabazo de este edificio colonial, cuenta con la curaduría de Bárbara Golubicki y pone en diálogo, precisamente, piezas del patrimonio del museo con obras realizadas por el propio Cusnir, a partir de un eje: la prensa gráfica.
"Lo que hago es hacer una serie de comentarios sobre los inicios del periodismo en el Río de La Plata. Trato de unir de nuevo Buenos Aires y Montevideo como una unidad de sentido, contar cómo surge esta discusión y cómo era el movimiento de la información. Y por eso hay una serie de documentos, objetos y elementos que tienen que ver con agentes que movían esos intereses", dice el artista que trabajó guiado por la relación entre imagen y texto.
"Hasta que aparece el periodismo gráfico nadie sabía leer y escribir, entonces todo era oralidad, todo era boca en boca. De alguna manera la palabra escrita lo que viene a hacer es comprometerse con esa idea, es darle entidad", señala Cusnir sobre la escritura como tecnología de poder. La materialización de la potencia de este artificio podría resumirse en Belgrano, que estaba detrás del telégrafo porque eso le permitía no sólo difundir las ideas sino también establecer una agenda.
Es por eso que la muestra toma, en palabras de la curadora, "el rol de la prensa gráfica como pretexto para pensar cómo se construyen los discursos y las imágenes del pasado". En esta articulación, Cusnir incorpora los anteojos llamados impertinentes -emblema de lectura de periódicos en la época- con una escena en óleo ficticia donde imagina un diálogo entre dos curas periodistas, Fray Cayetano Rodríguez y Deán Funes, entre otras varias obras que indagan en estos discursos, proyectan, ficcionalizan y también revisan los relatos que llegan de la historia a partir del trabajo pictórico y conceptual que es capaz de construir el arte.
El Museo Nacional del Cabildo de Buenos Aires y de la Revolución de Mayo, ubicado en Bolívar 65, frente a la Plaza de Mayo, CABA, se puede visitar miércoles, jueves y viernes de 10.30 a 16.30, y sábados y domingos de 10.30 a 17.30.
Con información de Télam