(Por Leila Torres) Con la escritura como principal interés, las ganadores del concurso "Buenos Aires en 100 Palabras" -el concurso que nació en Santiago de Chile y se replicó en Argentina- dieron a conocer, en diálogo con Télam, el detrás de escena de sus producciones para la primera edición de un concurso en el que fueron seleccionadas entre más de 10.000 cuentos breves y cuyo jurado de selección lo integraron Claudia Piñeiro, Fabián Casas y la chilena Carmen García Palma.
Los ganadores de esta experiencia pionera en Buenos Aires se dieron a conocer en el marco del Festival Filba. El primer premio -dotado de 1000 dólares- lo recibió "Más abajo no se puede", de Roxana Miguel, mientras que las menciones de honor se otorgaron a los relatos "El pasaje", de María Belén Molinaro; "Rituales diarios", de Marina Suárez; y "Fruta maldita, diminuta, ¿cuándo retorna al corazón?", de Gianella Montero. En la categoría Joven el premio se lo llevó Catalina Vignola, de 17 años y de Morón por "Boliche en zona oeste".
Imágenes de subtes, de avenidas icónicas de la ciudad de Buenos Aires y todos los encuentros y desencuentros que pueden suceder en sus bares notables son retomadas por Miguel, ganadora del concurso. En diálogo con Télam, cuenta que su interés por la escritura comenzó a principios de su adolescencia cuando vivía en Zapala, Neuquén. "Mi profesora de literatura de la secundaria me dio un acceso a la Biblioteca Popular, un ingreso en el cual yo podía leer lo que quisiera y eso me encantó", recuerda como experiencia significativa. A medida que avanzó en sus estudios, Miguel trabajó en Radio Nacional bajando notas en una teletipo; momento en el que supo que quería ser periodista.
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El periodismo la llevo a la creación de contenidos para redes sociales y diversos formatos al punto de fundar su propio negocio. "Escribir se hizo parte de mi día a día", dice, por lo que la escritura es parte de su rutina. Está presente veinticuatro siete. Cuando se puso en marcha con esta consigna, lo que en principio le resultó fácil resultó un trabajo arduo. Al principio pensó: "No va a ser tan difícil porque es como hacer un storytelling en Twitter". Pero luego descubrió que la dificultad residía en contar algo sobre Buenos Aires que superara una mirada de guía turística y que hablará de una persona que se implicara con el espacio.
"Eso es lo que pasó con mi cuento, es una persona llegada a Buenos Aires en una situación determinada en la cual se busca abrigo o refugio en un bar muy característico sobre la Avenida de Mayo que es Los 36 Villares. Literalmente cuenta un fragmento de mi historia que es cuando llegué a Buenos Aires", revela la creadora.
Cuando Miguel llegó a la ciudad, empezó a empaparse de distintos concursos pero nunca dio el primer paso. Por eso, haber participado y la noticia del premio la encontró a Miguel en un "momento clave". "Estoy escribiendo hace como cuatro años una novela y nunca la termino. Y tengo un gran impostor que siempre me está buscando la falla, que me está diciendo 'Esto lo podrías haber hecho mejor'", cuenta a Télam. Cuando le llegó el mail con la información de que había sido seleccionada entre los 100 mejores cuentos, la galardonada rompió en llanto.
"A continuación me llega otro mail diciéndome que necesitaban comunicarse conmigo por teléfono para avisar que había quedado seleccionada entre los 5 finalistas. Fue aumentando la emoción, la alegría y después de ahí hasta el momento de la premiación nunca estuve segura de que mi cuento era el ganador. Pensaba que era uno de los finalistas y ya con eso era un montón", relata.
¿Cuánto simbolismo encierra un premio? ¿En qué medida excede lo monetario para manifestarse como reconocimiento pero también como incentivo de nuevos trayectos? "Esta noticia de haber ganado este premio, me dice que está bien que haya agarrado este camino, a seguir trabajando en eso. Puede funcionar, puede funcionar. Puede llegar tu texto, tu contenido a estar publicado en algún lado. Eso me deja en camino de nuevo", dice Miguel.
El concurso dedicó una categoría a menores de 18 años con un premio de 500 dólares del que Catalina Vignola, de 17 años y oriunda de Buenos Aires, resultó ganadora con el cuento titulado "Boliche en Zona Oeste". En diálogo con Télam mientras está en su viaje de egresados, Vignola cuenta que no es una persona que se exprese demasiado y por eso, empezó a escribir "principalmente para desahogarse y soltar de alguna manera situaciones que me eran muy difíciles de digerir", confía.
"Nunca había escrito un cuento o relato porque para mí la escritura servía como una 'terapia' y no buscaba contarle una historia a alguien más", cuenta y recuerda que fue su mamá la que le presentó el concurso: "Yo, como toda una adolescente, le dije: 'ni en pedo ma, ¿estás loca?'. Pero después de unos días lo pensé mejor y me anoté por probar, total si no quedaba nadie iba a saber nada e iba a quedar todo ahí", dice.
"Cuando tuve que pensar en que escribir tampoco me volví muy loca, pero enseguida se me vino la idea del boliche. Siento que es algo muy representativo de la juventud de Buenos Aires el salir a bailar y, aunque no te guste, alguna vez fuiste a un boliche para acompañar a tus amigos", cuenta sobre el proceso de escritura. Más allá del premio, para Vignola el concurso fue muy importante: "Es muy significativo este reconocimiento. Este año está siendo muy particular en mi vida, lleno de emociones y eventos que me van a quedar marcados para siempre", cuenta.
Quienes recibieron las tres menciones honrosas cuentan a Télam que les costó creer la noticia. "Cuando me enteré, no podía creerlo. Fue por un llamado telefónico y recuerdo que no me salían las palabras. Sólo repetía 'No puedo creerlo' y sentía muchos nervios. El resto del día no pude concentrarme en otra cosa", cuenta por un lado María Belén Molinaro, autora de "El pasaje".
A Marina Suárez, quien escribió "Rituales diarios", le ocurrió algo similar: "Cuando me llamaron de la Fundación Plagio para darme la noticia , fue una llamada por WhatsApp y en mi voz notaron cierta desconfianza que los obligó a advertirme que no era una broma, que lo hacían por WhatsApp por ser una llamada de Chile , que me iban a escribir por mail", cuenta.
Molinaro recuerda su primer cuaderno de cuentos: "Tenía un forro lila y verde. Mi tarea favorita en el colegio era cuando nos pedían crear una historia. Con el tiempo escribí otras cosas: diario íntimo, canciones, cartas, mensajes de amor, mensajes de texto y mensajes de cumpleaños - prefiero escribir a mandar audios - . Pero siempre dentro de un ámbito más personal. Nunca le había dado otro espacio", cuenta sobre su vínculo con la palabra escrita.
Suárez es contadora pero hace un año se animó a empezar un taller de escritura y fue un camino de ida, desde entonces no puede parar. "A veces es difícil combinar la inspiración, las ganas de escribir, el trabajo, la vida, pero uno siempre encuentra espacios para hacer lo que le gusta y las consignas del taller son grandes aliadas", considera Molinaro.
"Fue todo un desafío hablar de Buenos Aires en 100 palabras. Qué difícil elegir qué contar y qué dejar afuera - y yo soy re indecisa - . Empecé a escribir y cuando terminé tenía más del doble de palabras. Ahí tuve que podar y usar mejor los signos de puntuación. Hasta último momento estuve modificándolo. Ahora lo leo y le cambiaría cosas", dice la autora.
Marina Suárez tiene 56 años y cuenta que desde su adolescencia se vinculó con "mucha intimidad y placer" con la escritura. Los clásicos diarios íntimos fueron, confiesa, "el refugio de las primeras experiencias y su catarata de emociones". Luego apostó por la carrera de Comunicación Social, que según explica funciona como "una muestra más" de su gusto por el decir.
"Participé por primera vez en un concurso y en este caso en el Mundial de Escritura organizado por Santiago Llach a principio de año", especifica la comunicadora. Luego de su participación en el campeonato en la que hubo una instancia optativa denominada "Santiago en 100 palabras", en la que Suárez escribió un cuento sobre los aromas de la ciudad.
El texto que finalmente obtuvo la mención, según describe, indaga en "los rituales diarios de la gente adulta y la soledad que atraviesan muchos de ellos". "El desafío era contar todo eso solo en 100 palabras y me parece un consigna genial porque es paradigmática en esta época que nos obliga a no abusar del recurso de la escritura, de la lectura y a pesar de eso darlo todo", concluye sobre su obra.
Gianella Montero, de 19 años, obtuvo una mención por "Fruta maldita, diminuta, ¿cuándo retorna al corazón?" que con tintes oscuros pero dulces logra un cuento breve y potente sobre una casa invadida por hormigas. "Creo tener una fuerte influencia del realismo mágico siempre me fascinó el limbo entre la realidad y la magia, un paso adelante o un paso atrás ya te coloca de un lado u otro, creo que el cuento tiene un poco de eso, la realidad de dos mujeres y la magia de una falta de lucha inconcebible", explica Montero sobre su estilo.
Montero identifica a Cristina, su profesora de literatura, como la "responsable" de que hoy se mantenga escribiendo. "¡Mis libros de biología están llenos de poesía! La escritura es una puerta de escape, intento exhibir la realidad pero también transformarla", cuenta. Este fue el primer concurso del que participó y el primer cuento breve que escribió: "Agradezco a este concurso por introducirme en otra faceta literaria", concluye.
Con información de Télam