(Por Josefina Marcuzzi).- Invitada internacional por la Feria del libro, la autora italiana Giulia Caminito presenta El agua del lago nunca es dulce, una novela en la que la narradora aborda los distintos tipos de violencia que sufre la clase trabajadora en la sociedad italiana bajo la lupa de Gaia, una protagonista que personifica el estado de una juventud que carece de oportunidades en el primer mundo europeo.
Caminito tiene 35 años y es una de las voces más prometedoras de la nueva narrativa italiana. Antes de escribir El agua del lago nunca es dulce -su tercera en la lista y la primera que edita en la Argentina el sello Sexto Piso- firmó otras dos obras, "La grande A" y "Un giorno verrà", todas con un hilo conductor que también comparte el texto que ahora presenta en el país: están ancladas en vidas difíciles, obturadas muchas veces por la narrativa aspiracional de las redes sociales que invisibilizan el fracaso o la marginalidad.
Escrita con un estilo a la vez áspero y poético y con una marcada perspectiva de clase, "El agua del lago nunca es dulce", finalista del Premio Strega de Italia y ganadora del Campiello, es una memorable novela de iniciación que recorre el lento y muchas veces cruel descubrimiento del mundo en el que vivimos, repleto de privilegios para pocos y de falsas promesas para muchos.
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En una Roma cada vez más asfixiante para Gaia -la protagonista- y su entorno, la familia decide mudarse a las afueras, un pueblo cerca del lago Bracciano, una comunidad pequeña en donde todos saben quién es quién. Antonia, una madre a cargo de cuatro hijos, hace un esfuerzo infructuoso para darle a su familia un futuro mejor.
La violencia y la rabia se agazapan dentro de Gaia como una serpiente que no deja de crecer en su interior, y orgullosa y obstinada, la protagonista lanza al mundo una mirada negrísima, penetrante y hostil. Un retrato que bien podría ser el de cualquier personaje que habita América Latina, pero que también es una realidad en el viejo continente, territorio que suele ser una meca ilusoria para tantos migrantes del mundo.
Entrevistada por Télam en su paso por Buenos Aires, la joven autora hoy fenómeno en el mundo entero con una novela publicada en más de 20 países, repasa los temas centrales de El agua del lago nunca es dulce y retrata una realidad italiana pocas veces vista y de tantos modos ocultada.
- Télam: En el libro hay una realidad retratada bastante violenta y pesimista, es un mundo bastante imposible para la protagonista. Desde los países de América Latina muchas veces se mira la realidad europea como un objetivo o el faro del éxito. ¿Por qué es importante hablar de estos temas en Italia?
- Giulia Caminito: Yo sabía que debía contar la realidad. En el sentido que en Italia y especialmente en Roma, que es una metrópoli, este tipo de vida es usual, está muy presente. En todas las grandes ciudades italianas la periferia y a veces también el centro están atravesados por situaciones socioeconómicas complejas. Esto también lo vi en otras ciudades grandes de Europa como París, Londres, Barcelona o Madrid. Claro que Europa es un continente más estable, más rico, pero también atravesado por mucha pobreza y conflicto social. Son historias que me rodean, que yo conozco.
- T: ¿Este segmento social que retratás te es familiar?
- G.C: Es un mundo que me interesa, pero además este libro está basado en la historia real de una señora que conozco. La señora es la madre de la protagonista en el libro; esta mujer me ha contado su historia, el conflicto que tuvo siempre con el acceso a la vivienda y los problemas que eso traía dentro de su familia. Que no tienen respuesta del Estado, del municipio de Roma. Esta historia me llegó mucho y me generó una gran necesidad de saber más. Entonces le hice algunas entrevistas, me contó de los cambios de casa tan seguidos Cuando yo me recibí estaba muy ligada a la realidad de los centros sociales romanos, y por eso comencé un camino de interés en torno al conflicto habitacional y la mala gestión que hay sobre este tema en Roma.
-T: O sea que hubo un trabajo bastante periodístico para escribir esta novela.
- G.C.: Sí, pero no soy tan buena escribiendo artículos periodísticos (risas). Pero sí para escribir mis novelas hago siempre entrevistas, viajo, conozco los lugares de los que luego hablo. Es muy importante para mí. Pero luego hay sólo ficción: es una novela pura.
-T: En una entrevista que leí dijiste que Estados Unidos no quería publicar esta historia porque no cumple con el sueño americano, porque la protagonista no triunfa. ¿Se publicó, finalmente?
- G.C: Sí, finalmente sale el año que viene por el sello Spiegel and Grau. Y el interés del sello es justamente esto: mostrar cómo una novela de deformación, y no de formación, llega al público americano. La novela de formación es un modelo de novela que estudiamos mucho en Italia en cuya historia hay siempre un protagonista en dificultad, y en el transcurso de la novela sale adelante y triunfa. Y esto viene mucho de la literatura (norte)americana, que lo vemos en el cine también: el discurso americano. Este discurso no es el europeo, de hecho, hoy en Italia vemos con mucho pesimismo el futuro, las posibilidades de realización de las generaciones jóvenes. Y por eso para mí era importante escribir sobre esto. El tipo de protagonista, que no mejora nunca, el espíritu de la historia para ellos eso no era aceptable.
- T: Hablaste de la repercusión que tuvo el libro en distintos países en las generaciones de 30 años, probablemente hay una identificación con la protagonista. ¿La novela es un retrato de una generación y de una época?
- G.C.: Cuando lo escribí no lo pensé así. Es difícil pensar que con una novela se puede retratar una generación, pero sí me interesaba hablar de algunos problemas que yo misma sentía y percibía y sentía cercanos en personas de mi edad. Es una novela sobre la frustración. El hecho de no poder acceder a las cosas que deseamos. En efecto las personas de esta generación han apoyado muchísimo el libro en Italia, y afuera también. Al final he descubierto que en otros tantos países hay personas que se identifican y se reflejan en el libro. La protagonista lleva al extremo esta frustración porque se vuelve un personaje agresivo, violento, y se permite hacer cosas que nosotros no nos permitimos hacer.
- T: La ficción te permite estirar esos límites y jugar con esa posibilidad
- G.C.: Exacto. Superar el límite de la frustración y transformarla en una respuesta agresiva hacia el mundo.
- T: El libro es también la historia de un personaje inadecuado. ¿Cuánto hay de vos en este rasgo?
- G.C: La inadecuación es un tema del libro y yo puse mucho de mí ahí. Estudié filosofía en Italia y antes de empezar a estudiar me decían que no iba a servir para nada, que era un estudio inútil, que no iba a encontrar trabajo. Igual fueron años de estudio muy intensos, cinco años que hice con mucho empeño y convicción pensando que algo de eso me iba a servir para moverme en la vida. Después de recibirme fueron varios años de muchas dificultades, hasta que publiqué este libro que me permitió tener una situación económica mejor. La filosofía política en sí misma, la teoría, no comunica con la realidad política italiana, al menos en este momento. En cuanto intenté encontrar trabajo en algo que tuviera que ver con lo mío me di cuenta que había todas puertas cerradas. Y este libro fue la oportunidad de volcar esto, puse mucho de eso en esta protagonista a la que no le va bien nada. Y de alguna manera eso fue un desahogo.
- T: ¿Ahora te considerás más escritora que filósofa?
- G.C.: Filósofa no me consideré nunca. Pero utilicé mucho mi formación para la escritura, y a su vez el interés por la política y por el mundo real y como viven las personas en el sistema seguirá estando en mi literatura. En un determinado momento entendí que no podía usarla en el mundo, pero sí podía usarla en la literatura. A través de la escritura se puede encontrar un pensamiento crítico sobre la política y un lenguaje narrativo para plasmarlo en una novela, y así acercarlo a la gente de otro modo.
- T: ¿Cómo pensás la literatura y la industria cultural en un mundo tan desigual, teniendo en cuenta el acceso y la democratización?
- G.C: Hoy en Italia el acceso a la cultura es abierto, es bastante democrático. El punto es el interés por la cultura, que no es cultivado por el Estado, por la escuela. Hoy se puede acceder a la universidad pública, el problema es que las carreras humanísticas, que son las que después forman los trabajadores de la cultura, al no tener una salida laboral no son elegidas si no es por personas que tienen un respaldo económico importante. Entonces en los trabajos del mundo de la cultura hay sólo trabajadores de una clase; y la impronta de otro tipo de personas, con otra mirada, u otro tipo de vida, no llega a ese espacio. Y ahí se produce la no democratización: todos pueden estudiar, pero sólo algunos pueden vivir de eso.
- T: ¿Quiénes son tus referentes literarios hoy?
- G.C: Me gustan especialmente las escritoras italianas del siglo XIX, poco conocidas y poco traducidas. También leo mucho escritoras sudamericanas, españolas y catalanas. De Argentina me gusta muchísimo Aurora Venturini, de España Mercé Redoreda, que ha escrito tantos libros bellísimos en catalán que recupera historias de mujeres. Es una escritora maravillosa. Leo especialmente escritoras mujeres, porque nunca en la escuela nos han hecho leerlas. Salimos del colegio casi sin haber leído a referentes femeninas, por eso siempre las priorizo por sobre los autores hombres.
Con información de Télam