(Por Carlos Aletto).- Mientras el lector avanza en el libro "307 consejos para escribir una novela", observa cómo el teórico delirante o preceptista del absurdo creado por Félix Bruzzone se transforma en un novelista in situ, ya que la narración evoluciona el compendio de sugerencias sobre la práctica de la escritura a una novela con aventuras inesperadas: es que en definitiva, como dice el autor a Télam, "cualquier cosa puede ser una novela porque no es algo que haya que escribir, es algo que hay que nombrar".
De visita a la Feria Internacional del Libro de Rosario, donde mañana participará de una mesa sobre memoria y literatura junto a Julia Coria y Sabrina Gullino, a las 19 en la Sala Beatriz Guido, Bruzzone duda de las trampas y los límites de los géneros y pone en práctica estos conceptos en su nuevo libro publicado por La Crujía, editorial que este volumen inaugura la colección #Ser Escritor.
Bruzzone, nacido en 1976 en la ciudad de Buenos Aires, realizó su formación académica en Letras en la Universidad de Buenos Aires. En el año 2005 fue uno de los fundadores de la editorial Tamarisco, junto a otros cuatro escritores. Dos años después lanzó su primer libro de cuentos titulado "76". Posteriormente, incursionó en la novela con obras como "Los topos" en 2008, seguida por "Barrefondo" en 2010 y "Las chanchas" en 2014, esta última traducida al francés y alemán. También ha incursionado en otros géneros literarios, como libros infantiles y de no ficción, entre ellos "Piletas".
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En las últimas dos recomendaciones de su nuevo libro, "307 consejos para escribir una novela", se vislumbra la figura del "artista escondido", un tema que se empieza a prefigurar ya desde el consejo 305. A partir de este punto, se desarrolla una historia en la que un narrador se encuentra con un hombre que ha mantenido a un artista escondido durante toda su vida. Esta historia se convierte en un relato de aproximadamente 25 páginas, donde se entrelazan algunos de los personajes previamente mencionados en los consejos, otorgándoles un nuevo significado.
Entre los personajes relevantes se encuentra Grito, un mudo cuyas palabras son incomprensibles, generando dudas sobre lo que dice. También destaca el personaje de Oso, junto a otros que cobran vida en esta narración. El libro de Bruzzone culmina de manera novelesca, ofreciendo al lector una aventura donde el bosque de la China se entremezcla con el bosque de General Pacheco, añadiendo una capa de misterio a la historia.
-Telám: ¿Cuáles creés que son los requisitos fundamentales para que un texto pueda ser considerado novela?
-Félix Bruzzone: Es un género muy flexible. Piglia decía que si al libro de Doña Petrona lo vendías como novela se podía leer como novela policial. Cada receta pasaba a ser un plato envenenado. ¿El narrador? No sé: ¿Yiya Murano? Muchas veces, decir que un libro es una novela es una trampa. En realidad es otra cosa y se lo hace pasar por novela y entonces tranquilamente se lo lee así, como novela. Cuando teníamos con Sonia Budassi, Hernán Vanoli y Violeta Gorodischer la editorial Tamarisco publicamos el primer libro de Violeta. Se llama "Los años que vive un gato". Es una serie de cuentos con los mismos personajes y un avance en el tiempo y en la vida de esos personajes. Sin embargo, bastó con poner "novela" en la tapa, cambiar los títulos de los cuentos por números de capítulos, ordenarlos en una línea temporal que mostraba al conjunto como una novela de aprendizaje lineal, que empieza en la niñez de la narradora y termina en los grandes cambios de la adolescencia y listo.
Por otra parte, esa pequeña trampa constituye a la novela, a pesar de que originariamente el contenido hayan sido cuentos. En definitiva, creo que cualquier cosa puede ser una novela porque no es algo que haya que escribir, es algo que hay que nombrar. Nosotros mismos podríamos ser una novela.
En este mismo sentido, pensar una preceptiva para escribir novelas solo sería útil para copiar estructuras de novelas que ya existen. O para estandarizar formas de escribir novelas. Puede ser interesante seguirlos, pero si en el camino no se inventa algo estamos frente a una buena novela y nada más. Las novelas realmente interesantes, como dice alguno de los consejos del libro, son las muy buenas o las malas.
T.: ¿Qué opinás sobre los decálogos famosos y otros formatos de consejos para escribir ficciones?
F.B.: Me gusta cuando son ocurrentes y juguetones. Cuando más que generar una serie de mandamientos generan un pensamiento bello, difícil de comprender o directamente incomprensible. En general, los que leí y me gustaron son tan arbitrarios que me dan ganas de inventar otros que sigan esas líneas, que se deriven o se deliren por esas líneas que ellos trazan con tanta deformidad. También creo que hablan mucho más del modo de escribir de quienes los inventaron que de alguna ley general para escribir. Uno de mis favoritos del género, que tiene la máscara de ser una serie de conferencias muy sesudas, pero al mismo tiempo con asociaciones bellísimas y todo un sistema de referencias muy particular, es "Seis propuestas para el próximo milenio", de Italo Calvino, que traza en forma cabal lo que era su propia literatura y, hasta hoy, produce un efecto muy fuerte de reconocimiento en muchos otros textos que, supongo, se debe a la gran influencia de la literatura que Calvino y sus amigos produjeron hace cincuenta años.
T.: ¿Cómo estableces los límites entre los diferentes géneros literarios?
F.B.: Trato de no pensar en los límites sino en la flexibilidad o, directamente, en el desborde, en el derrame. Tirar de una posibilidad hasta donde me parezca que puede seguir funcionando y, eventualmente, tirar todavía un poquito más. Entre los 307 consejos quedaron varios ejemplos de todo tipo. Hay algunos bastante formales y prácticos, otros que los desdicen y otros que casi no dicen nada. La esperanza es que cada lector encuentre la salida más adecuada. Pero hay que aclarar que una de las cosas que hay que hacer antes de empezar a escribir (o a leer, que es casi lo mismo), como dice alguno de los consejos y como dice el Dante, es "abandonar toda esperanza".
T.: Algunos de tus consejos parecen dirigidos con humor, ironía y sarcasmo hacia ciertos escritores pretenciosos y el mercado literario. ¿Qué te llevó a incluir estos elementos en tu obra y qué pretendías transmitir con ellos?
F.B.: Por momentos los consejos se pueden leer como un estado de la cuestión de la novela y de la publicación de novelas en Argentina y probablemente en muchos países también. Como son consejos donde se ve con cierta facilidad esa cosa que pasa alrededor de la literatura, es decir, valoraciones, dificultades concretas, resulta fácil verlos como zonas de debate. Y ese es el propósito, que surjan preguntas y se pueda debatir. Todos los consejos tienen algo de eso. Todos son breves y ameritarían que alguien venga a glosarlos un poco, a debatir el sentido. Creo que esa va a ser una de mis tareas de acá en adelante.
T.: Como profesor de escritura, ¿cómo equilibrás tu trabajo docente con la perspectiva de tu narrador en los 307 consejos? ¿Hay alguna intersección entre ambas facetas?
F.B.: Es todo pura intersección. En todas las clases que doy hay algo de estos consejos. De hecho, muchos de los consejos son absolutamente estilísticos. No usar la palabra "rostro", por ejemplo, o cosas así, juegan con esa preceptiva estilística con la que nos toca codearnos todo el tiempo cuando tenemos que señalar cosas para pensar en formas de narrar, construcción de narradores, de personajes, de mundos.
T.: ¿Sos lector de César Aira? Te lo preguntó porque sentí, por momentos, su influencia en este libro.
F.B.: Leí poco a César Aira. Sin embargo, el año pasado leí una novela de él que me pareció buenísima que se llama "Pinceladas musicales". Algo de ella se filtró en los consejos y no sé si alguno no es directamente una copia más o menos camuflada de alguna frase de esa novela.
Con información de Télam