Daniela Catrileo: "No puedo concebir el lenguaje sin la poesía"

04 de mayo, 2023 | 16.13

(Por Emilia Racciatti). Escritora, poeta y docente, Daniela Catrileo (Santiago, 1987) es una de las autoras chilenas que viajó para participar de esta edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires y, en el marco de esta visita, conversó con Télam sobre su reciente libro "Piñen", integrado por tres relatos que retoman su trabajo sobre la identidad feminista y mapuche desde la pregunta por la memoria.

La palabra que da título al libro, editado por el sello las afueras, hace referencia a la mugre aferrada al cuerpo y proviene de la lengua del pueblo mapuche. Recién llegada a Buenos Aires, en un hotel céntrico la autora defiende la idea colectiva de la escritura.

"No nací escindida de una comunidad. Esa comunidad me dio material para trabajar. Mis primeros libros de poesía fueron construidos a partir de los diálogos con mi papá y mi abuelito sobre su migración forzada a la ciudad, sobre el racismo que habían experimentado en sus infancias", explica.

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Antes de "Piñen", la obra de Catrileo ya contaba con libros de poesía como "Río herido" y "El territorio del viaje" en los que el movimiento de pertenencia y lejanía se combinan para dar lugar a pensar la identidad como algo situado y en constante transformación al mismo tiempo.

Ese enfoque tiene sus ecos en los cuentos "¿Has visto cómo la maleza de la tierra seca?", "Pornomiseria" y "Warriache" que componen este libro reciente de la también profesora de filosofía que fue una de las representantes de la ciudad invitada de esta Feria: Santiago de Chile.

-Télam: Los tres cuentos pueden ser leídos como una novela, ¿cómo fue ese proceso de trabajo?

-Daniela Catrileo: Es un poco casualidad, no pensé que se iba a transformar en eso al final. Los relatos los empecé a escribir en forma independiente y fui cambiando las voces, fueron tomando sentido hacia el final. En la voz del primer relato no identificaba bien el género pero después fue tomando un cuerpo de niña, en el segundo fue un cuerpo adolescente y el tercero fue teniendo la voz de una joven. Creo que fue casual porque pensaba que lo principal y lo que atravesaba todos los relatos era el territorio, esa población, ese lugar periférico en la región metropolitana y específicamente todo lo que surgía en esa arquitectura de los espacios marginales.

-T: Y la narrativa, ¿cómo fue el paso de la poesía a la narrativa?

-D.C.: Nunca separo mucho eso, escribo desde niña sobre todo diarios de vida, por ahí van apareciendo cosas. No me es muy distinto pensar la narrativa que pensar la poesía. De alguna manera me concibo más como alguien que escribe y que está atenta a las cosas que podría estar escribiendo o las que se me ocurren y solamente van desencadenando en distintos cauces. Quizás partí por el lenguaje poético porque era lo que escribía cuando era niña. Fue el lugar más cercano que tuve pero nunca dejé de escribir otras cosas. Es el lenguaje que me ha dado todo, no puedo concebir el lenguaje sin la poesía.

-T: La identidad atraviesa los tres relatos. ¿Qué te aportó el feminismo como experiencia para pensar tu identidad?

-D.C.: Justamente que se hayan generado Secretarías de Género y Diversidad en las universidades implicó poder testimoniar algo común que estaba pasando y que no estaba siendo oído por las instituciones en ese momento. Tuvimos que volver a testimoniar, escucharnos y construir un tejido de relatos que coincidían por situaciones de abuso, de acoso que eran permanentes y silenciadas. Hay algo importante en el feminismo que es la toma de voz en la posibilidad de denunciar esas violencias y decir que no eran individuales sino que estaban tejiéndose generacionalmente. Uno podía escuchar a la compañera y después a la mamá, a la tía, a la abuela y ver qué tipo de violencias se habían construido ahí. Es muy vergonzoso pensar que no son casos aislados. Nos vamos dando cuenta que hay una potencia colectiva y política de poder enunciar esos dolores que necesitan colectivizarse porque individualmente muy poco podemos hacer. El feminismo que me interesa es una lucha colectiva, situada, territorial y que también se reconozca de todas estas maneras. En un momento ese feminismo de la universidad me empezó a quedar muy pequeño y ahí es cuando levantamos Rangiñtulewfü que parte como un colectivo mapuche feminista y hoy no todos se reconocen feministas pero es lugar en el que tratamos de compartir nuestras vivencias sobre las disidencias sexuales dentro del mundo indígena y posicionarnos como mujeres o personas de las disidencias antirracistas y anticoloniales. Eso era algo que les faltaba a los espacios universitarios, por más que se estuvieran leyendo textos diferentes todavía había una mirada muy urbana y universitaria. Esas otras cosas que ocurrían en los territorios que no solo sucedían ahí y no son solo temas de genero, ya que está la problemática extractivista donde hay mucho arrasado por las forestales, las hidroeléctricas que están tejidas a los otros tipos de violencias.

-T: Hay palabras en mapuche desde el mismo título del libro. ¿Siempre pensaste en este título? ¿Hubo intentos por explicar esos términos?

-D.C.: La tensión del glosario estuvo presente en las dos ediciones. En Chile, lo trabajé mucho tiempo pero en 2019, el año de la revuelta, lo retomé con el editor Nico Meneses, escritor chileno, que me preguntaba qué íbamos a hacer con esos términos y yo le explicaba que en poesía no pongo glosario, la poesía está tan incorporada al ritmo y a la cadencia que no es necesario que las personas conozcan qué significa porque la sonoridad también es parte de la poesía y si a alguien le causa curiosidad va y las busca. Con esta edición me pasó lo mismo, no fue una gran discusión pero fue plantear que no quería un glosario. Si uno se tropieza con una palabra en francés o ingles la busca o ni siquiera la busca. No son muchas, están ahí como salpicando algo. La idea del glosario me parece demasiado pedagógica. Creo que un lector puede tener la autonomía de entrar a un libro y perderse sin necesidad de que le estemos explicando todo el tiempo.

-T: ¿Qué autores y autoras reconocés como influencias en tu escritura y cuáles especialmente en este libro?

-LD.C.: Pedro Lemebel que es uno de los autores que más leí en mi adolescencia. "Tengo miedo torero" es un libro que marcó mucho a mi generación porque los lugares donde nacimos y crecimos estaban por fin reflejados en la literatura. Estas casas del margen, los espacios geográficos, los tonos de habla. Era algo palpable para nosotros. También leí muchas cosas relacionadas con la literatura de Manuel Rojas, y estoy muy muy permeada por las lecturas feministas y antirracistas durante mucho tiempo. Me interesaba que eso estuviera ahí, no en un proceso pedagógico pero si entrelineas, que los personajes estuvieran conversando sobre estos temas, que fueran mujeres que se reconocieran desde esos lugares, que empezaran sus búsquedas, sus procesos con respecto al territorio. El ejercicio del oído es importante y el testimonio y el relato se van fortaleciendo también gracias a esa escucha. Si no tuviéramos la disponibilidad de estar escuchando esas violencias o esos testimonios sería muy difícil tratar de escribirlos.

-T: ¿Cómo juega la docencia en tu escritura, esa conversación que se inicia en un aula sigue en la escritura?

-D.C.: Es importante el diálogo. A pesar de que el trabajo de escritura es solitario no podríamos escribir si no estamos dialogando, escuchando a otros y a otras. Defiendo la idea colectiva del escritor y la escritora. No nací escindida de una comunidad. Esa comunidad me dio material para trabajar. Mis primeros libros de poesía fueron construidos a partir de los diálogos con mi papá y mi abuelito sobre su migración forzada a la ciudad, sobre el racismo que habían experimentado en sus infancias, sobre la mirada de la naturaleza. Son materiales que después uno va transformando, a veces quedan muy similares, uno lo puede transformar. Soy profe de filosofía entonces mis clases son muy dialógicas también, el espacio de diálogo me interesa porque me interesa que pensemos de manera colectiva. Enseñar a pensar pareciera ser un caso revolucionario. Me interesa que sean espacios de diálogo en los que construyamos a partir de la conversación, que haya debate, ideas que se contraponen, eso da mucho material para escribir.

Con información de Télam