Solo hicieron falta 14 días para que la vida de Rodolfo Castañares diera un vuelco por completo. Cuando la producción de Telefe lo invitó a dejar la tribuna de familiares de Gran Hermano 2022 para ingresar a la casa "más famosa del mundo" con un contingente de seres queridos de participantes y reencontrarse con su hijo, el exparticipante Nacho Castañares (segundo puesto en la edición 2022), el entonces peluquero no se esperaba lo que le ocurriría al salir del reality.
La exposición mediática y el enganche que produjo el personaje de Rodolfo en las redes sociales no solo le ampliaron los días de estadía en la casa sino que, además, le abrieron un abanico de oportunidades laborales que lo convirtieron en actor y mediático. “Llevo viviendo en Argentina casi dos años y ahora me viajo constantemente a Montevideo, porque a raíz de Gran Hermano empecé a trabajar en un programa en Canal 10 de Uruguay, donde opinamos sobre Gran Hermano. El programa tiene conexión directa con la temporada argentina, porque va una hora antes de que se emitan las galas. Los fines de semana vengo a Buenos Aires para hacer la obra La cama rota, en la Avenida Corrientes”, señala en diálogo con El Destape, a menos de una semana de la vuelta de la competencia que le cambió la vida para siempre.
¿Viste los primeros episodios de la nueva temporada de Gran Hermano? ¿A qué participantes les ves más potencial de crecimiento en el juego?
- He estado bastante pendiente del programa y hay varios personajes que me despiertan interés. Siento que Gran Hermano es un juego muy mutante y a priori veo a Petrona como una gran jugadora, creo que puede dar mucho contenido. También me gusta Brian, porque tiene una historia muy emotiva como vendedor de golosinas en el transporte público y se está mostrando como un jugador muy divertido.
Pudiste capitalizar muy bien la exposición mediática que te dio tu hijo al haber participado de Gran Hermano: estás protagonizando una obra en la Avenida Corrientes, sos panelista en la televisión uruguaya, actuaste en la serie El sabor del silencio, con Gonzalo Heredia, y en una película con Benjamín Vicuña.
- Sí, realmente ha sido un crecimiento gigantesco y muy rápido. Yo ya venía trabajando el tema de la actuación desde hace muchos años, pero siempre era una actividad paralela a mi trabajo principal como peluquero. Mi primer anuncio lo hice a los 8 años y siempre he trabajado en los medios de una forma mínima, porque lo que me daba de comer era la peluquería… eso fue hasta Gran Hermano, que me abrió muchas puertas. Igual, también es cierto que la exposición mediática fue por ser “el papá de Nacho”.
Tu hijo tiene un perfil más bajo. ¿Cómo vive él tu proceso de crecimiento en los medios?
- Es cierto que a mí me gusta un poco más la cámara, pero la verdad es que tenemos una relación muy cercana de padre e hijo más allá de la vida mediática. Nacho tiene un perfil más tranqui, pero también es muy pequeño. Tiene 22 años y está desarrollando una carrera de forma mucho más lenta y me parece bien.
En mi caso, pasé “de 0 a 100” y eso, en principio, me abrumó muchísimo. Y eso también fue uno de los motivos por los que me instalé en Buenos Aires: quería acompañar a Nacho en ese camino difícil de la exposición tan brusca. Siempre digo que Nacho entró a Gran Hermano siendo un niño y salió como un hombre con una popularidad increíble. Al principio, no podíamos ir ni siquiera a un centro comercial por la cantidad de gente que nos paraba y nos costó entender todo eso porque seguíamos siendo los mismos de siempre. Hoy, dos años más tarde, aprendimos a convivir con la opinión de los demás y con que les gustemos o no.
¿Conocías Argentina previo a tu paso por Gran Hermano?
- Mira, yo he nacido en Uruguay -mi madre es uruguaya y mi padre es español- y de pequeño nos fuimos con la familia a vivir a España unos años, hasta que en mi adolescencia me volví a Uruguay, donde tuve una crisis de identidad porque no me encontraba cómodo y no sentía que fuera mi país. Así fue que llegué a Buenos Aires y al poco tiempo conocí a la mamá de Nacho y empecé a trabajar en la discoteca gay Bunker, durante casi tres años. Después de ese tiempo volví a España, donde viví más de 30 años y formé una familia. Aún así creo que mis mejores años los viví en Argentina, los ‘90 fueron una década preciosa del país.
Recuerdo que una de las primeras cuestiones que marcó Nacho en su presentación en Gran Hermano 2022 fue tu relación con otro hombre cuando él era chico. ¿Fue difícil como papá contarle sobre tu entonces pareja?
- Es una muy buena pregunta. Cuando me divorcié de Mariana, la mamá de Nacho, él tenía dos años y cuando llegó Jesús a mi vida no tuve que explicarle nada porque naturalmente creció queriéndolo como su papá. A pesar de que con Jesús nos separamos, Nacho sigue teniendo una relación fantástica con él. Eso es muy bonito y me llena de orgullo, porque mi relación con mi expareja influyó mucho en su educación y en su forma de ser con los demás.
¿Te gustó ver a tu hijo en el reality?
- Sí, pero también hubo momentos en los que me asusté y vi cosas que no me gustaron. La primera bomba que recibí como televidente fue la presentación de Nacho; la noticia al otro día fue que tenía dos papás y el impacto que generó en mí fue muy positivo, me enorgulleció que mi hijo fuera con la verdad. Pero luego, con el tema de “los monitos” (hace referencia a uno de los grupos que se formó en la casa y que estaba conformado por Nacho Castañares, Tomás Holder, Juan Reverdito y Martina Stewart Rusher) no la pasé nada bien porque veía que Nacho se estaba equivocando muchísimo porque actuaba algo que no era él, su esencia de chico cariñoso. Afortunadamente, fue muy rápido para darse cuenta que ese no era el camino.
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Estás protagonizando La cama rota, una obra de teatro que habla sobre las relaciones gays. ¿Qué te sedujo del proyecto?
- La cama rota es un drama romántico que significa un gran reto en mi carrera profesional. Es un texto que si bien puede resultar liviano requiere una entrega física muy fuerte, ya que hay varios desnudos en escena. Comparto elenco con Lautaro “Taro” Disi, nieto del gran Emilio Disi y de la icónica Hilda Bernard, y la obra habla sobre el ser humano aislado, sin nada, metido en un monoambiente de 15 m² y los pensamientos que pueden acontecer a dos hombres -Martín y Pablo- que están en esa situación y que atraviesan un enamoramiento. El texto presenta una relación de hombres con mucha diferencia de edad y hay algo que me parece muy valioso y es que los cuerpos que se muestran en la obra son normales, algo que no ocurre con frecuencia en producciones LGBT debido a que la cultura gay suele rendirle culto a los cuerpos esbeltos.
¿Sentís que esta superficialidad está alimentada por aplicaciones de citas para gays como Grindr?
- Sí, sin dudas. En ese sentido, cuando me ofrecieron el papel y leí la obra lo primero que hice fue desnudarme y mirarme frente a un espejo. Me interesaba ver mi silueta y asimilar que mi personaje no está tan lejos de como soy yo: un hombre de 50 años con un cuerpo absolutamente normal. Pienso que está bueno mostrar estas variaciones del prototipo de belleza hegemónica que persigue el mundo gay. Hay que romper estigmas y visibilizar otras tribus gays que también están apareciendo en las aplicaciones de citas: queers, nutrias, osos, diferentes grupos sociales que hay en la comunidad.
¿Cuál es tu mirada sobre la vida de las personas LGBTIQ+ en el presente histórico de Argentina?
- Creo que no estamos mal, pero no tenemos que bajar la guardia. Creo que hay que ser consciente de que todas las conquistas sociales que tuvo la comunidad fueron por haber luchado y haber marchado en las calles. Yo estuve presente en la última marcha del Orgullo y sentí mucho compromiso por parte de las nuevas generaciones. Pero insisto en que no hay que bajar la guardia, porque estamos viviendo una ola de conservadurismo representada en figuras cerradas que quieren volver hacia atrás en materia de derechos.
La cama rota puede verse los sábados a las 22.15 en el teatro Multiescena Cpm (Avenida Corrientes 1764, CABA).