La Virgen de Fátima, una devoción que trascendió fronteras y movió a millones de fieles en todo el mundo. El origen de esta advocación mariana se remonta a 1917 en Portugal, cuando tres niños pastores afirmaron haber tenido apariciones de la Virgen María en Fátima.
Según su testimonio, la Virgen les pidió rezar el rosario diariamente y hacer sacrificios por los pecadores. Además, les reveló un mensaje que incluía la consagración de Rusia al Corazón Inmaculado de María y la advertencia de una guerra inminente si la humanidad no se arrepintiera.
Estas apariciones tuvieron un gran impacto tanto en la Iglesia católica como en la opinión pública, llevando a la construcción de un santuario en Fátima para honrar a la Virgen. La devoción a la Virgen de Fátima se extendió rápidamente en el siglo XX, especialmente durante la Segunda Guerra Mundial, donde muchos soldados y civiles pidieron su intercesión para protegerse de los horrores del conflicto..
En América, la devoción a la Virgen de Fátima llegó de la mano de los inmigrantes portugueses a principios del siglo XX, sobretodo en Perú. Desde entonces, la imagen de la Virgen se convirtió en una de las más veneradas en el país. Cada año, miles de peruanos acuden a iglesias y santuarios dedicados a la Virgen de Fátima para rendirle homenaje y pedir su intercesión en sus vidas.
La celebración del Día de la Virgen de Fátima se realizó cada 13 de mayo en todo el mundo, conmemorando la primera aparición de la Virgen a los niños pastores. En esta fecha, numerosos peregrinos viajaron al santuario de Fátima en Portugal para expresar su devoción y solicitar su intercesión.
Los mensajes transmitidos por la Virgen de Fátima, como la importancia de la oración, el sacrificio y la conversión, siguieron resonando en la historia y en los corazones de los fieles. Estas apariciones no solo marcaron un hito en la Iglesia católica, sino que además han sido interpretadas como profecías de eventos históricos y desafíos futuros para la fe.
Oración a la Virgen de Fátima
Oh Virgen Santísima, Vos os aparecisteis repetidas veces a los niños; yo también quisiera veros, oír vuestra voz y deciros: Madre mía, llevadme al Cielo. Confiando en vuestro amor, os pido me alcancéis de vuestro Hijo Jesús una fe viva, inteligencia para conocerle y amarle, paciencia y gracia para servirle a Él a mis hermanos, y un día poder unirnos con Vos allí en el Cielo.
Padre nuestro, Avemaría y Gloria.
Madre mía también os pido por mis padres, para que vivan unidos en el amor; por mis hermanos, familiares y amigos, para que viviendo unidos en familia un día podamos gozar con Vos en la vida eterna.
Padre nuestro, Avemaría y Gloria.
Os pido de un modo especial por la conversión de los pecadores y la paz del mundo; por los niños, para que nunca les falten los auxilios divinos y lo necesario para sus cuerpos, y un día conseguir la vida eterna.
Padre nuestro, Avemaría y Gloria
Oh Madre mía, sé que escucharás, y me conseguirás estas y cuantas gracias te pida, pues las pido por el amor que tienes de tu Hijo Jesús. Amén.
¡Madre mía, aquí tienes a tu hijo, sé tu mi Madre!
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!