Los Juegos Olímpicos no solos on una competencia deportiva, sino que también un símbolo de unión, solidaridad, empatía y amor por el deporte. A lo largo de los años, surgieron bonitas historias de amor, especialmente entre las familias reales. Una de ellas es la que protagonizaron en Múnich 1972 el ahora rey de Suecia Carl Gustaf Folke Hubertus Bernadotte y la alemana Silvia Sommerlath, hoy conocidos como los reyes del país nórdico. Y en esta historia de amor nuestro país tuvo una participación muy especial.
La reina Silvia de Suecia nació en Heildelberg (Alemania) en 1943, en plena Segunda Guerra Mundial. Su padre era alemán, pero madre brasileña y debido al conflicto bélico decidieron instalarse en el país vecino, más precisamente en San Pablo, donde permaneció en 1957.
De vuelta en la entonces Alemania Occidental, Silvia inició sus estudios de idiomas en Düsseldorf cuando tenía quince años hasta graduarse con una especialización en español con tan sólo 20 años. De hecho, gracias a su talento para los idiomas, ocupó puestos importantes en torno a las relaciones internacionales.
Fue así que a principios de la década del 70 comenzó a trabajar en el consulado argentino de Múnich. Y luego de ese paso por la diplomacia, se convirtió en una de las azafatas protocolares de los Juegos Olímpicos de verano que se desarbolaron en esa ciudad en 1972. Allí conoció al príncipe Carlos Gustavo de Suecia.
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El heredero al trono tenía fama de enamoradizo y mujeriego, pero al ver a Silvia por primera vez se deslumbró. Aunque debió superar un obstáculo, ya que al rey Gustavo VI, su abuelo, no le agradaba la idea de que su nieto se casara con una plebeya, que además era tres años mayor que el príncipe.
Sin embargo, la relación continuó en secreto hasta el fallecimiento del anciano monarca. Fue entonces que Carlos Gustavo se comprometió siendo ya rey de los suecos y contrajo matrimonio pocos meses después, el 19 de junio de 1976 con Silvia. En la gran fiesta con más de mil invitados, el grupo sueco Abba estrenó en vivo el tema Dancing Queen, dedicado especialmente a la nueva reina.
Máxima Zorreguieta y otras plebeyas que son reinas en Europa
En un giro inesperado y romántico, Máxima Zorreguieta, Letizia Ortiz y Mary Donaldson lograron pasar de ser plebeyas a reinas consortes. Atrás quedaron los matrimonios por conveniencia y los protocolos arcaicos para dar paso al amor y la libertad de elección en la realeza.
Letizia Ortiz, periodista divorciada, se enamoró del príncipe heredero Felipe de Borbón. Su historia de amor prohibida culminó en una glamurosa boda en mayo de 2004, convirtiéndose en princesa de Asturias y finalmente en reina de España.
Máxima Zorreguieta, una ambiciosa economista argentina, conoció al príncipe heredero Guillermo Alejandro en la Feria de Abril de Sevilla. Su relación se convirtió en un asunto de Estado, pero finalmente fue aceptada como parte de la Casa Orange-Nassau, convirtiéndose en reina de Holanda.
Mary Donaldson, una australiana común, conoció al príncipe Federico de Dinamarca en los Juegos Olímpicos de Sídney 2000. Después de mantener una relación a distancia, se comprometieron y contrajeron matrimonio en 2004.
Estas mujeres desafiaron las expectativas y conquistaron el corazón de sus respectivos príncipes herederos, convirtiéndose en reinas consorte. También se suman a esta lista Charlene de Mónaco, Rania de Jordania y Camilla Parker, quienes ganaron aceptación entre sus súbditos y lideraron las casas reales de Mónaco, Jordania y Reino Unido, respectivamente.
Y como caso adicional encontramos a Kate Middleton, una joven de clase media que está cada vez más cerca de convertirse en reina consorte de Reino Unido. Su romance con el príncipe William inició en 2001, y si todo va según lo previsto, ella podrá acceder a ese trono algún día.