Treinta años han transcurrido desde la muerte de Pablo Escobar, líder del cartel de Medellín, un evento que sacudió al mundo y marcó el fin de una época caracterizada por la violencia del narcotráfico. Sin embargo, para su viuda, Victoria Eugenia Henao, y sus hijos, Juan Pablo y Manuela, este suceso no representó el cierre de un capítulo, sino el inicio de una travesía larga para la supervivencia.
Tras la muerte del popular narcotraficante, la vida de su familia cambió de manera abrupta. Amenazados por las represalias de los enemigos de Escobar, se vieron obligados a abandonar Antioquía en busca de seguridad. Los intentos por establecerse en España, Alemania e incluso Mozambique fueron en vano, encontrándose con prohibiciones de entrada que reflejaban el estigma asociado a su apellido.
El acoso de la justicia a la familia
La familia Escobar Henao enfrentó fuertes desafíos después de la muerte del capo de la droga. Fueron llamados a resolver asuntos legales con el cartel de Cali, lo que culminó en un acuerdo que obligó a Juan Pablo, por ejemplo, a comprometerse a una vida libre de violencia para asegurar su salida definitiva de Colombia.
“Quiero personalmente dejar muy en claro que no vengaré, no vengaré la muerte de mi padre porque ahora lo único que me preocupa es el futuro de mi sufrida familia. Voy a luchar por sacarla adelante y por educarnos, por ser personas de bien y si puedo hacer algo para que reine la paz, por los siglos de los siglos en este país, lo haré”, sostuvo al momento de prometer su alejamiento del mundo turbulento que le heredó su padre.
La llegada de la familia Escobar a la Argentina
Tras haber probado suerte en 17 países, la viuda e hijos del narco Escobar llegaron a nuestro país, gracias a la intervención del Fiscal General Gustavo de Greiff. Emigraron a Argentina con nuevas identidades, buscando un nuevo comienzo lejos del estigma del narcotráfico.
Qué fue de la vida de los hijos de Escobar
Juan Pablo Escobar, en particular, supo emerger y reinventarse como un defensor de la paz y la reconciliación, dedicándose a actividades como la arquitectura, el diseño industrial y la escritura. Se cambió el nombre, pasándose a llamar Juan Marroquín Santos, y supo establecer sus negocios en Argentina que reflejan sus intereses y habilidades, desafiando activamente el estigma de su pasado.
Por su parte, Manuela Escobar Henao, conocida ahora como Juana Marroquín Santos, optó por una vida más privada, alejada de la atención pública y las redes sociales. Aunque enfrentó enormes dificultades, su resiliencia y determinación fueron fundamentales a lo largo de los años desde la muerte de su padre.
Victoria Eugenia, la viuda de Escobar
La historia de Victoria Eugenia Henao, ahora María Isabel Santos, también fue notable. Después de la muerte de Escobar, enfrentó la resistencia de numerosos países para recibir a su familia, lo que la llevó a vivir en condiciones precarias en Mozambique, por ejemplo, antes de establecerse en Argentina. Su vida en Argentina estuvo marcada por desafíos legales y amenazas, pero finalmente encontró un nuevo camino a través de la escritura y el trabajo en coaching ontológico.
Estas historias representan toda una narrativa de supervivencia y redención, destacando el deseo de la familia Escobar Henao de reconstruir sus vidas y superar el legado de violencia y crimen asociado con Pablo Escobar. A través de sus acciones y esfuerzos, supieron romper con el pasado y contribuir así positivamente a la sociedad, ofreciendo lecciones valiosas sobre resiliencia y la posibilidad de un futuro diferente más allá de un apellido manchado por la historia del narcotráfico.