Dónde queda la ciudad más peligrosa del mundo: por qué fue borrada del mapa

Su historia sirve como un recordatorio sombrío de los costos humanos y ambientales de la explotación sin restricciones.

23 de enero, 2024 | 10.37

En los confines de Australia Occidental, cerca de la pintoresca costa del Océano Índico, yace el que alguna vez fue un floreciente pueblo llamado Wittenoom. Sin embargo, hoy en día, este lugar ha sido borrado no solo de los mapas, sino también de la memoria colectiva. El título de "la ciudad más peligrosa del mundo" le fue conferido con justicia, y su desaparición inminente revela una historia de prosperidad efímera y decadencia tóxica.

El auge y la caída de Wittenoom

En la década de 1930, Wittenoom experimentó su apogeo gracias a las vastas riquezas de amianto azul que yacían en sus tierras. Miles de personas se establecieron en este rincón remoto, buscando fortuna en la explotación minera. El amianto, conocido por su resistencia y versatilidad, se convirtió en una fuente lucrativa de ingresos para la comunidad.

Sin embargo, este auge económico tuvo un precio mortal. En 1996, las minas de amianto cerraron sus puertas debido a la creciente amenaza para la salud. El aire en Wittenoom se volvió irrespirable a medida que las fibras de amianto azul contaminaban el entorno. La trágica consecuencia fue un devastador aumento en los casos de cáncer, cobrándose más de dos mil vidas a lo largo del tiempo.

El aire tóxico que perdura

Aunque la desaparición física de Wittenoom puede ser inevitable, su legado persistirá como una advertencia sobre los peligros ocultos en la búsqueda desenfrenada de ganancias a expensas de la salud y el medio ambiente.

A pesar de los esfuerzos de limpieza durante décadas, el aire en Wittenoom sigue siendo completamente tóxico. La inhalación de fibras de amianto azul ha dejado un legado mortal que persiste en la actualidad. Más de tres millones de toneladas de residuos del venenoso mineral aún permanecen, una amenaza latente para cualquier persona que se acerque.

Las autoridades regionales, ante la inevitable realidad de un lugar condenado, han tomado medidas drásticas para evitar futuros riesgos. La última residente abandonó Wittenoom en mayo pasado, marcando el fin de una era llena de prosperidad y tragedia. Como medida adicional, todas las rutas que conducen a la ciudad han sido bloqueadas, y el proceso de demolición de las casas está a punto de comenzar, eliminando cualquier vestigio tangible del pasado de la ciudad.

La desaparición planificada

La desaparición de Wittenoom no es solo un acto simbólico, sino una solución pragmática y menos costosa para un problema que ha acosado a la región durante décadas. Borrar cualquier rastro del pueblo parece ser la única forma de disuadir a curiosos y aventureros de aventurarse en un territorio que aún alberga peligros mortales. El gobierno regional, en su intento de salvaguardar la salud pública, está dispuesto a sacrificar la historia de Wittenoom en aras de la seguridad futura.

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