El oceanólogo filipino Deo Florence Onda y su colega estadounidense Victor Vescovo, de Caladan Oceanic, una organización privada dedicada al avance de la tecnología submarina, realizaron a finales de marzo el primer viaje a Emden Deep, la tercera fosa oceánica más profunda de la Tierra, a 10.000 metros de profundidad. Pero en lugar de descubrir extrañas criaturas, encontraron varias piezas de ropa, un oso de peluche, envases y muchas bolsas plásticas.
Gracias a un pequeño DSV Limiting Factor, una cápsula desarrollada por la empresa estadounidense Triton Submarines, los especialistas descendieron hasta el punto más profundo de la fosa de Filipinas, denominado Galathea, a más de 10.000 metros. En 12 horas descendieron y exploraron la fosa, con la ansiedad de descubrir los seres que la habitan.
"Cuando estábamos a punto de llegar al fondo, esperaba ver cosas aterradoras arrastrándose o entrando a hurtadillas, o echando un vistazo por las ventanillas", relató Onda en diálogo con Channel News Asia. Sin embargo, el espanto se lo causó algo tan conocido como preocupante que había llegado al fondo del océano desde la superficie.
"La única cosa inusual en el fondo era la basura. Había mucha basura en la fosa. Había muchos plásticos, un par de pantalones, una camisa, un oso de peluche, envases y muchas bolsas de plástico", lamentó el especialista. "Incluso yo no me esperaba eso... Y hago investigaciones sobre plásticos", añadió el investigador del Instituto de Ciencias Marinas de la Universidad de Filipinas.
¿Qué buscaban descubrir los especialistas?
La misión de la investigación es estudiar el ciclo de vida y el papel de los microorganismos, como el fitoplancton, que ayudan a producir oxígeno y se encuentran entre los principales impulsores de la acumulación de energía y biomasa en el ecosistema marino. “Los microorganismos son los principales impulsores del almacenamiento de carbono, que luego impulsa el cambio climático. Cuando el fitoplancton consume carbono, tomando dióxido de carbono de la atmósfera, lo convierte en materia orgánica particulada que se hunde hasta el fondo del océano y se almacena durante millones de años”, explicó Deo Florence Onda.
Si bien los estudios muestran que las capas más profundas del océano se están calentando a un ritmo más lento que la superficie, la exposición al calentamiento propio del cambio climático puede representar grandes riesgos para los microorganismos de la región y, por supuesto, para el ambiente submarino.