Estudiantes del último año de electromecánica de la Escuela Secundaria Técnica N° 3 de Berazategui desarrollaron una silla de ruedas eléctrica. A diferencia de las tradicionales, que cuestan entre 2,5 y 3,5 millones de pesos, la realizada por los jóvenes vale menos de la mitad. La idea surgió a partir de una problemática concreta como la inclusión de chicos con movilidad reducida. Con un monopatín eléctrico chocado y baterías de litio, los alumnos llevaron a cabo un diseño práctico, ya que es plegable y fácil de transportar. Con un controlador que se instala para regular el acelerador y el freno, cualquier persona en esta situación puede adaptar su silla y hacerla eléctrica. El proyecto formó parte de la 19° Feria Regional de Educación, Arte, Ciencia y Tecnología realizada en la UNQ, que nuclea trabajos de Quilmes, Berazategui y Florencio Varela.
“La idea de la silla es poder incluir a nuestros compañeros que comparten el espacio día a día con nosotros y poder darles algo también para que ellos sean parte de los proyectos de la escuela”, cuenta la estudiante Melina Mármol, en diálogo con la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes.
La silla de ruedas eléctrica ya se probó en la vía pública por el centro de Berazategui y los resultados fueron positivos. Por eso, armaron un kit de adaptación que puede instalarse sin inconvenientes. Además, la batería de litio tiene una autonomía de dos horas, a una velocidad promedio de cinco kilómetros por hora, y puede recargarse con electricidad domiciliaria a través de un cargador de notebook. En caso de estar completamente vacía su recarga dura entre cuatro y seis horas.
Inclusión y compromiso
Tras haber realizado el primer auto eléctrico de Quilmes, Berazategui y Florencio Varela en el marco de un proyecto impulsado por YPF (y que también compitió a nivel nacional en la Feria de Ciencias realizada en 2019), en 2020 los docentes del área les presentaron a sus alumnos una problemática concreta para llevar a cabo proyecto de aprendizaje colaborativo. Al haber un estudiante en silla de ruedas, el joven no podía realizar algunas de las actividades que hacían sus compañeros. Así, surgió la idea de realizar una silla de ruedas con movilidad eléctrica sustentable.
“Cuando hablé con los chicos y les presenté la problemática, algunos cuestionaban que ya había sillas de ruedas eléctricas. Sin embargo, el problema era su costo. Esa silla valía un millón y medio de pesos y nosotros con 170 mil podíamos hacer lo mismo, pero fabricado por los chicos y con productos que se encontraban fácil”, recuerda Ángel Caiati, docente del Politécnico que impulso el proyecto, en conversación con la Agencia.
“La cooperadora nos dio un presupuesto para comprar un monopatín chocado donde pudimos rescatar algunas partes y otras tuvimos que adquirirlas nuevas. Hicimos un diseño que se adapte a una silla convencional, pero que siga siendo plegable y fácil de transportar. La idea no es buscar un monopatín chocado para poder armarlo, sino que pueden comprarse las piezas por separado”, explica Ramiro Peñaloza, estudiante que también forma parte del proyecto.
La primera silla que utilizaron los jóvenes para realizar el trabajo fue donada por la madre de otro estudiante. Así, empezaron a diseñar prototipos en impresión 3D, luego lo trasladaron a una maqueta para ver si era adaptable y por último pasaron a escala real, donde también recibieron ayuda de la cooperadora de la Escuela.
Enseñar es innovar
Muchas veces se dice que la juventud está perdida, que nada los incentiva, que se la pasan todo el día con el celular y que no demuestran interés. Así, esas voces dan a entender que no hay futuro y que todo está perdido. Sin embargo, no todo es así. A través de docentes comprometidos con la enseñanza y con propuestas innovadoras, que tengan un anclaje en la realidad y ayuden a resolver un problema concreto, todavía hay posibilidades de soñar con un futuro mejor.
En este aspecto, Caiti resalta: “Los chicos tienen muchas cosas para distraerse y tenés que competir contra eso. Entonces, hay que transmitir el conocimiento desde la innovación diaria. Ellos hacen dos o tres cosas a la vez con las pantallas y hay que aprovecharlo. Uno tiene que ser un activador, encontrar algo que los despierte de alguna manera y los saque de la zona de confort”.
“Tuvimos la suerte de caer con profesores que casi son familia para nosotros porque estamos mucho tiempo con ellos. Además, nos dieron la posibilidad de ponernos en la piel de los otros chicos y querer brindarles una solución con nuestro conocimiento. Ellos nos abrieron la cabeza desde otro punto porque nosotros nunca lo habíamos pensado”, afirma Mármol.
Con información de la Agencia de Noticias Científicas