Javier Milei vs. universidades públicas: los mitos que alimentan el desguace

A semanas de haber comenzado la cursada, las universidades públicas del país no saben si podrán garantizar las actividades durante el segundo cuatrimestre. Cuáles son los mitos que potencia La Libertad Avanza para justificar darle la espalda a la educación superior y qué dicen los expertos.

13 de abril, 2024 | 19.00

Por primera vez en muchos años en la Argentina, nación que se destaca en la región y en el mundo por su calidad educativa y científica, están en riesgo las universidades públicas y nacionales. Las medidas de recorte del gasto público del gobierno nacional y la prórroga del presupuesto 2023 para la educación pública superior que no contempla una inflación de tres dígitos ha derivado en un proceso de desfinanciamiento de decenas de instituciones de todo el país que, a semanas de haber comenzado la cursada, no saben si podrán garantizar las actividades durante el segundo cuatrimestre.  A esto se suma el desguace del sistema científico y tecnológico; la eliminación del Fondo Nacional de Incentivo Docente (Fonid); la no renovación de las becas; la pérdida de poder adquisitivo de docentes y trabajadores del sector; y la suspensión de obras de infraestructura en ejecución; problemáticas que  complejizan aún más la realidad del sistema universitario.

Por este motivo en los últimos días se realizaron varias manifestaciones encabezadas por estudiantes y docentes, y los rectores reunidos en el Plenario del Consejo Interuniversitario Nacional convocaron a una gran marcha en defensa de la educación y el sistema universitario para el próximo 23 de abril. El documento, que conjuga las firmas de autoridades de 73 universidades públicas, subraya que la sociedad argentina tiene una alta valoración de sus universidades "no solo por su tarea de formación de hombres, mujeres, diversidades y personas con discapacidad integras con alta capacidad profesional, sino también por su tarea en la construcción del conocimiento, por la transferencia al mundo de la producción y del trabajo, a la sociedad en general, por las tareas de extensión y la solidaridad con los sectores más postergados".

La Universidad de Buenos Aires (UBA) es un emblema de la educación argentina a nivel mundial, de allí surgieron 5 premios Nobel, y está ubicada entre las 100 mejores a nivel mundial. Esta semana se conoció que un nuevo ranking de la consultora británica Quacquarelly Symonds (QS) la coloca entre las 50 mejores del mundo en Artes y Humanidades y en 6 áreas de estudio como Lenguajes Modernos, Antropología, Derecho, Ingeniería del Petróleo, Sociología y Diseño. Paradójicamente, el mismo tiempo, el Consejo Superior declaró la emergencia presupuestaria por la que “se encuentra seriamente afectada la posibilidad de mantener toda actividad tendiente a garantizar la calidad educativa, la continuidad de la investigación, de la extensión y la función asistencial”.

En la misma línea fue la propia rectora de La Universidad Nacional del Comahue, Beatriz Gentile, quien advirtió que la casa de estudios de Neuquén y Rio Negro se encuentra al borde de la cesación de pagos por el ajuste de Nación y los aumentos en las tarifas de luz, gas y agua. "Nosotros, como gran parte del sistema universitario nacional, veníamos advirtiendo que el congelamiento del presupuesto universitario iba a tener un dramático momento, justamente llegando a marzo y abril. Esto se está presentando, ya que los gastos de funcionamiento, que están congelados a enero del 2023, no nos están permitiendo hacer frente al pago de servicios", explicó. Mientras, la Universidad debió limitar los servicios de limpieza y telefónicos, y suspendió las convocatorias a nuevos proyectos de investigación y extensión.

El origen de los mitos e imaginarios sobre la universidad pública

Hay un aspecto que diferencia a la educación de otras dimensiones donde la ciudadanía suele poner mayor distancia. Y es que en nuestro país la escuela nos atraviesa e iguala a todos y todas, más allá de las trayectorias, las diferentes administraciones o el título alcanzado. La obligatoriedad existe por ley desde 1884, y los argentinos y argentinas percibimos, con matices, a la educación como un factor clave y central del ordenamiento de nuestra vida cotidiana, y sobre todo como un dispositivo de movilidad social ascendente. Afortunadamente, desde esta mirada, aún se concibe a la educación como un derecho adquirido que el Estado debe garantizar en el marco de una sociedad democrática.

Con la universidad pasa algo similar, ya que es una fuente de orgullo, pero despierta fuertes debates y conflictos en relación a los problemas que enfrenta y los desafíos a futuro. La foto política actual evidencia esta dualidad: un escenario de polarización entre el rol que ocupa en el imaginario social la universidad pública por su reconocimiento nacional e internacional, y la voluntad irrefrenable de un proyecto político y económico, encabezado por el partido libertario, cuyo objetivo parece ser deteriorar su calidad y erosionar la legitimidad social que ha sembrado durante siglos, en post de implementar un modelo opuesto: liberal, privatista, excluyente y meritocrático.

Desde lo discursivo la mirada está atravesada por matrices mito maníacas e imaginarios que han circulado en el pensamiento argentino según las particularidades de los contextos históricos, generando preguntas, construyendo estereotipos y creando expresiones muchas veces atribuidas al “sentido común”. Alberto Quevedo, Sociólogo y director de FLACSO, explica que estos mitos o imaginarios se originaron durante las distintas oleadas históricas de fundaciones de las universidades públicas que fueron protagonizadas por diferentes sujetos sociales en disputa. La primera oleada refiere a las universidades del origen, y se puede ubicar entre el siglo XVII con la Universidad Nacional de Córdoba, y luego la UBA, la Universidad de la Plata, o la de Santa Fe ya en el siglo XIX: “Es como la marca de inicio de las universidades en Argentina. Ahí los imaginarios tuvieron que ver con la formación de las élites, la distinción social y el estatus social. Ser un egresado de una universidad en esos momentos era diferenciarse del resto de la sociedad”.

La segunda etapa que identifica el investigador es la oleada del ‘Desarrollo’ que inicia con el Peronismo y la creación de la Universidad Tecnológica Nacional, “que es el único proyecto que existe de universidad federal en la Argentina hasta el día de hoy, con sedes en todo el país, pensada para la formación profesional”, y se extiende hasta los años 70 cuando se fundan otras como la Universidad de Salta, de San Juan, de San Luis, de Santiago del Estero, entre otras.  “Son universidades pensadas con otro imaginario, que es cómo formar profesionales, ya no de estatus y de élite, sino profesionales para el mundo del trabajo y las carreras tecnológicas”.

El tercer y último momento se ubica temporalmente ya en siglo XXI con la fundación de las nuevas universidades en el conurbano y en las provincias como la UNTREF, la UNSAM, la Universidad Nacional de Lanús, y se extiende hasta hoy. Durante estos últimos 30 años se crearon casi la mitad de las universidades públicas: “estas tuvieron el propósito de expandirse a los sectores que no podían llegar. Yo le llamo oleada de ‘Democratización’. Es cuando la Universidad sale a buscar a los alumnos y ahí se juegan otros imaginarios. Paralelamente a esto, en los 90’s y 2000’s las élites dan otro salto y se van a hacer el doctorado afuera y se forman definitivamente en el exterior”.

El uso político de los mitos

Muchos de los mitos e imaginarios se encienden en el debate público según el momento político que atraviesa nuestro país y los intereses en juego. La mirada neoliberal y economicista del sistema, que se impuso durante diferentes períodos, suele llamar a la plena resignación frente al presupuesto educativo y empieza a vociferar que se gasta mucho e inútilmente. Actualmente se hacen carne en, por ejemplo, la repetición vacía de frases como “la educación está en decadencia” o “en crisis”; el gesto de desprecio del propio Milei hablando de que la UBA “ha hecho muchísimo daño lavando el cerebro de la gente"; los pasacalles que aparecieron en las universidades públicas en campaña con el texto "Pagá tu universidad parásito. Milei 2023."; o las declaraciones del referente de LLA Bertie Benegas Lynch quien descree de “la obligatoriedad de la educación”.

La rectora Gentile al respecto identifica que los mitos generalmente funcionan como dispositivos pedagógicos que sirven tanto para desacreditar como para enaltecer, pero nunca expresan totalmente la verdad: “En el caso de las universidades estos mitos han sido siempre fundados más en la descalificación que en el enaltecimiento. Yo creo que hay una herida abierta que no sanó desde que en 1918 le arrebataron el control ideológico a la formación de los cuadros dirigenciales y de los cuadros profesionales de la Argentina. Y además porque el decreto de gratuidad del Peronismo llenó las aulas de hijos e hijas de la clase trabajadora. Atacar a la Universidad Pública argentina es atacar un bastión del Estado de Bienestar, es atacar la posibilidad de la movilidad social ascendente más allá del origen de cuna, es atacar la idea de la distribución de la riqueza”.

“Los pobres no llegan a la universidad”

Sin duda uno de los grandes mitos, generalmente usado por proyectos liberales para recortar los gastos en educación y cuestionar la creación de nuevas universidades, es la idea de que “los pobres no llegan a la Universidad”, o como dijo la exgobernadora bonaerense María Eugenia Vidal “nadie que nace en la pobreza en la Argentina hoy llega a la universidad”. Este mito surge de una realidad concreta que es que existe una correlación entre la pertenencia de clase o el nivel socioeconómico y la participación de los jóvenes en la educación superior, y más en regiones con altos niveles de desigualdad social. Sin embargo a diferencia de otros países de América Latina, en términos relativos, Argentina muestra una situación más equitativa gracias a la conquista temprana de la gratuidad en 1949 y, más cerca en el tiempo, la política de creación descentralizada de  nuevas universidades impulsada por Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner con carreras vinculadas incluso a las economías regionales y necesidades en los territorios.

Los datos y cifras muestran que en la última década se ha producido un fuerte crecimiento en el número de personas de bajos recursos que viven en el Conurbano o en las provincias y asisten a universidades nacionales. Según un informe de la Universidad Pedagógica Nacional (UNIPE), realizada en base a datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC, entre 2008 y 2015 en la matrícula universitaria nacional fueron los dos quintiles de más bajos ingresos del Conurbano los que más evolucionaron: la participación en el quintil más pobre creció un 47% y el siguiente un 95 %; mientras que el quintil de más altos ingresos creció un 21%.

En la Universidades del conurbano la políticas de “universalización” engordaron las filas de “primera generación de universitarios” superando los valores promedio históricos: en 2016 en la Universidad Nacional de Moreno (UNM) la cifra de primera generación de universitarios en sus familias alcanzó un 91%; en la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF), el 74%; mientras que en 2017 en la Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM) el 93% de los alumnos era considerado primera generación universitaria. Si bien esto representa un fuerte avance, no significa que no existan serias dificultades y contradicciones, ya que el ingreso no resuelve por sí mismo el problema de los jóvenes o la baja tasa de graduación.

Gentile explica que el discurso de que los pobres no llegan se utiliza para evitar hacer la correlación entre el empobrecimiento de la sociedad y cómo impacta en el acceso a la universidad: “Si uno se pusiera a ver el crecimiento de la matrícula y de las tasas de graduación en períodos de mayor bienestar de la sociedad, vamos a encontrar que esa correlación es casi directa. Es lógico que en una sociedad empobrecida, donde el costo de la vida se hace cada vez más difícil, el acceso a la universidad, por más que no sea arancelado, sea casi imposible. Porque alguien que tiene que estar 12 horas arriba de una motito o de una bici para trabajar y hacer reparto difícilmente pueda estudiar en la universidad, o alguien que tiene que cuidar a sus hijos y tiene que trabajar al mismo tiempo, sin posibilidades reales de tener conectividad, de poder pagar el transporte encarecido. En una sociedad empobrecida, donde las tasas de indigencia cada vez crecen más eso va a impactar negativamente en el acceso a la universidad”.

“Las universidades adoctrinan”

Otro de los discursos que más se ha colado en la conversación social, a partir de los gobiernos de Mauricio Macri y luego con la llegada de Milei a la Presidencia, es el del adoctrinamiento y el sesgo partidario o de género en los programas de estudio. Fue el propio secretario actual de Políticas Universitarias, Alejandro Álvarez,  quien publicó en su cuenta de X un llamado a la denuncia: “Si sufren de persecución ideológica en una universidad pública o privada, si presencias (sic) adoctrinamiento en una clase en tu universidad o si sos víctima de hostigamiento por tus ideas denuncialo a : denuncias.sspu@educacion.gob.ar”. Lo paradójico es que al tiempo que sostienen con indignación este posicionamiento, el Presidente se pasea por los colegios secundarios despotricando contra los zurdos, el aborto, y calificando de "asesinos de pañuelos verdes" a los feminismos.

En primer lugar, en términos formales la independencia política de las universidades está presente desde la reforma universitaria de 1918 que estableció la Autonomía Universitaria frente a los gobiernos de turno y de las empresas;  el Cogobierno entre estudiantes, graduados y profesores, y por ende la necesidad de aprobación de los tres claustros en todo plan de estudio; y la libertad de cátedra. El sistema universitario argentino es tan amplio geográficamente, como diverso en sus gestiones. En cualquier institución y carrera universitaria lo enriquecedor es la convivencia de posiciones disímiles, ideologías opuestas, experiencias pedagógicas diferentes y miradas plurales muchas veces dentro de las mismas materias o cátedras. Solo alguien que no circuló jamás por el sistema universitario público puede negar la presencia y promoción permanente del debate y el intercambio de ideas en las aulas, pasillos, y patios.

Pero además es como mínimo dificil pensar que es posible la implementación de una política de adoctrinamiento unificada en el marco de las democracias actuales y un modelo de construcción de subjetividad donde la institución educativa ha quedado en un segundo o tercer plano frente al protagonismo de otros dispositivos muchos más poderosos y omnipresentes como las redes sociales o los consumos culturales. Además la mirada del adoctrinamiento supone que frente a un docente con un posicionamiento determinado sobre un tema se presenta un sujeto completamente pasivo, tabula rasa, infantilizado, que no produce mecanismos de resistencia o cuestionamiento, como si la cadena de distribución del conocimiento y el pensamiento fuera un proceso lineal y sin fisuras.

“La universidad gratuita es un gasto”

El tercer gran eje de discusión instalado con fuerza por Javier Milei durante la campaña es el del posible arancelamiento de las universidades públicas nacionales. La avanzada no terminó ahí sino que en el proyecto de “Ley Ómnibus” introdujo una medida para que los estudiantes extranjeros tuvieran que pagar sus estudios en los establecimientos de educación superior argentinos. Este discurso está fuertemente vinculado al mito de que en realidad la universidad no es gratuita, sino que la multiplicación populista de instituciones, el ingreso de extranjeros y la alta deserción la pagamos todos los contribuyentes de nuestro propio bolsillo. De esta manera lo que se pone en discusión es la política igualitaria de ingresos irrestrictos y gratuitos, bajo la premisa de que resulta en un alto costo económico para el Estado que no garantiza la calidad educativa.

Estas interpretaciones cuelan muy fácilmente en la discursividad y son aprovechadas políticamente por los gobiernos de derecha con el objetivo de brindar explicaciones sencillas de cuestiones complejas, multidisciplinares, diversas y polifónicas como puede ser la situación del sistema universitario y sus problemáticas reales. Las argumentaciones elegidas por quienes pretender clausurar y reducir el debate a la cuestión fiscal se convierten en slogans cerrados, que esencializan el sistema y se desligan de los procesos históricos y los condicionantes sociales y políticos que hemos atravesado en las últimas décadas.

En este sentido fueron los propios Secretarios de Política Universitaria, Álvarez, y de Educación, Carlos Torrendell, quienes en la reunión con los rectores plantearon la necesidad de realizar un esfuerzo económico porque el país estaba muy complicado y le pidieron a las universidades revisar sus propios gastos. Mientras las universidades sufren un proceso de asfixia presupuestaria justificada bajo la mirada fiscalista, son sometidas a una política de persecución de todo lo público que forma parte de una narrativa antiestatal. Al respecto la rectora de la UNCo manifestó: “Hay como un diagnóstico de que el sistema universitario podría hacer un esfuerzo por ahorrar o por ver qué gastos superfluos puede haber. La gente supone que pagándole al profesor, de alguna manera se le da clases a los estudiantes. Pero en realidad el profesor además es un investigador, además trabaja con empresas, tiene trabajos de vinculación tecnológica en el ámbito productivo y por lo tanto no hay forma de que se arancele, porque en Argentina la universidad no está separada del ámbito de la Investigación científica”.

Tanto Gentile como Quevedo coinciden en que es posible y necesario mejorar el sistema, revisar las características que han erguido a las universidades como instituciones a veces endogámicas, dedicadas a su autoreproducción y a conservar un cierto status quo, y que afectan el funcionamiento de la educación,  la formación profesional y ciudadana. Pero también coinciden en que esa transformación no es posible de arriba hacia abajo, y menos si es impulsada por un proyecto liberal. El sociólogo y director de FLACSO explica que “debería venir desde una política pública que favorezca la circulación de élites, la circulación de docentes, la apertura a otras problemáticas”.

Por su parte, la rectora del Comahue agrega que la reforma se tiene que hacer de forma horizontal, con una sociedad que acompañe: “Tenemos que ejercitar la escucha, pero sobre todo tenemos que pararnos en la enorme herencia que tenemos, que lejos de ser controvertida, es una maravillosa herencia. No vamos a encontrar ninguna solución a los problemas prendiendo fuego todo. El fuego lo único que hace es generar humo, solo quedan cenizas y la frustración de perderlo todo. Nosotros estamos convencidos que la forma de mejorar la universidad es por el camino del esfuerzo conjunto, de un diálogo sincero, y me parece, revisando, pensando, corrigiendo, y a veces también cambiando el lugar de nuestro discurso, saliendo de nuestras certezas.  Pero siempre, insisto, bajo un horizonte: la Universidad Pública Argentina representa un horizonte de equidad al cual no vamos a renunciar porque hemos concebido siempre a la educación como un derecho”.

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