Las olas que agitan el océano pandémico en el que estamos sumergidos desde hace tres años son guiadas por las distintas variantes que van surgiendo a partir del coronavirus SARS-CoV-2 ancestral detectado por primera vez en la ciudad china de Wuhan. Hay miles de linajes. Entre ellos, la Organización Mundial de la Salud definió cuáles resultaban “de interés” por su gran propagación o sus efectos epidemiológicos. Los principales fueron Alpha, Beta, Gamma, Delta, pero en el último año y medio, Ómicron adquirió un rol protagónico debido a que viene provocando la mayoría de los contagios en casi todas las regiones del planeta.
En la Argentina, el primer caso de esta última variante se registró el 14 de diciembre de 2021. Y desde entonces ésta y sus descendientes (BA.1 a BA.5) fueron responsables de la tercera y cuarta olas de la pandemia local. Un trabajo del consorcio PAIS que acaba de publicarse en la revista de acceso abierto Viruses (https://www.mdpi.com/1999-4915/15/2/312) analizó la dinámica de los distintos linajes Ómicron y arroja nueva luz sobre el comportamiento de la pandemia a lo largo de los meses.
De acuerdo con este estudio, la tercera ola se asoció con el linaje BA.1, caracterizado por un alto número de casos, un desplazamiento muy rápido, un tiempo de duplicación que sorprendió a los científicos, poca diversidad y agrupamiento de linajes, escriben Carolina Torres, del Instituto de Investigaciones en Bacteriología y Virología Molecular (IbaViM), de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA, y coautores. Por el contrario, la cuarta ola fue más larga, pero asociada con un menor número de casos. Inicialmente causada por BA.2 y luego por BA.4 y BA.5, los tiempos de duplicación fueron mayores y las cadenas de transmisión, limitadas.
Cabe aclarar que, como subrayan en el estudio, “La introducción y el establecimiento de los linajes del SARS-CoV-2 siguen un patrón complejo, que resulta de la replicación intrínseca del virus, la evasión inmune y la capacidad de transmisión de las variantes virales, la disminución de la inmunidad [de la población] y la política de pruebas, notificación y gestión de casos”, que fue variando a lo largo del tiempo. La situación epidemiológica de los países podría estar determinada por cualquiera de estos factores, que juegan un rol determinante en la dinámica de los brotes.
“Lo que más me impactó de la tercera ola fue la irrupción de Ómicron; se podría decir que ‘pateó el tablero’ –explica el virólogo del INTA y coautor del trabajo, Humberto Debat–. [En ese momento], la expansión del virus fue algo que no habíamos visto nunca. De hecho, a través de este proceso de muestreo, vigilancia y análisis se pudo determinar un tiempo de duplicación [el lapso en el que se multiplica por dos el número de infecciones] de 3.3 días, lo que explica esa tormenta de casos que tuvimos en aquel diciembre, con una circulación viral y prevalencia que probablemente no se había registrado nunca para un virus respiratorio, más allá de que el impacto sanitario no fue tan fuerte. Recordemos que esa ola de Ómicron se llevó la vida de unos 10.000 argentinos, mucho menos que la anterior, de Gamma, con más de 60.000 fallecimientos. Eso se debió, justamente, a la irrupción de esta variante tan distinta en el nivel genético de lo que conocíamos antes y a un contexto epidemiológico de preinmunidad, ya que, si bien se había avanzado mucho con la vacunación, en ese entonces ya habían transcurrido cinco meses desde las últimas dosis aplicadas”.
Gracias a las restricciones de circulación internacionales, el país no sufrió la ola Delta que sí padecieron otros lugares, pero gran parte de la población fue muy susceptible a este virus tan distinto.
“Otra de las cosas que observamos, también asociada con este proceso de infecciones caótico y desenfrenado en un período muy corto es poca diversificación –agrega Debat–. De pronto, el virus que se expandió por todo el país era muy similar en todas partes, porque avanzó a una velocidad increíble. Luego, llegó una ola mucho más suave, generada por [la variante] BA.2, que después tuvo la inclusión de BA.4 y BA.5, con tasa de duplicación muchísimo más lenta, de alrededor de diez días y con mayor diversificación en el nivel geográfico. Es decir, que el virus circulaba a mucha menor velocidad, por así decirlo, que lo que habíamos visto antes. Y nos tomó con mayor inmunidad de la población, ya que un porcentaje muy alto se había infectado apenas unos meses antes. Por eso, la cuarta ola fue tan suave”.
“En el trabajo analizamos las olas de Ómicron en la Argentina desde un punto de vista molecular, es decir, no solo comparamos qué linajes predominaron, sino además cómo se relacionaron los virus dentro de cada uno –detalla Torres, primera autora del estudio–. Observamos que la tercera y cuarta ola tuvieron un patrón de evolución distinto del que se había observado en las previas. Mientras que en el período pre-Ómicron (donde tuvimos primera y segunda ola, y luego circulación de Delta sin ola) se dio una estructuración geográfica del virus (ingresos desde los Estados Unidos, América del Sur y Europa occidental), y establecimiento viral dentro del país con cadenas de transmisión de grupos netamente argentinos, en las olas de Ómicron, el virus fue similar al encontrado en otras regiones del mundo”.
Los linajes o variantes derivados de Ómicron presentan diferencias biológicas que pueden traducirse en un impacto clínico. Según este estudio, los casos provocados por BA.2 mostraron riesgos de muerte o ingreso hospitalario más bajos o similares a BA.1, y manifestaron diferencias en la efectividad de la vacuna o en la tasa de disminución de la inmunidad con el tiempo.
Avance “arrasador”
América del Sur sufrió la primera ola de Ómicron casi en simultáneo con otras regiones entre diciembre de 2021 y marzo de 2022. El avance del linaje BA.1 fue arrasador: alcanzó una frecuencia del 78,6% dos semanas después de su introducción, produjo una tercera ola con número récord de casos a mediados de enero de 2022 y desplazó a Delta para fines de ese mes.
BA.2 se detectó desde el 13 al 19 de febrero, y pasó a ser predominante entre el 10 y el 16 de abril. Junto con sus sublinajes, desplazó a BA.1 más despacio que BA.1 con Delta, lo que sucedió en solo tres semanas.
Los linajes BA.4/BA.5 se detectaron entre el 17 y el 23 de abril de 2022. Junto con BA.2 y sus sublinajes, impulsaron la cuarta ola. Fueron predominantes a fines de junio de 2022 con una frecuencia del 58,3% y llegaron al 100% de los nuevos casos a fines de julio de ese año.
Las ondas de Ómicron se caracterizaron por una expansión muy rápida de varios linajes de SARS-CoV-2 que circularon casi sin límites debido a la ausencia de restricciones al tránsito internacional en el contexto de una aplicación masiva de vacunas, que fue lo contrario a lo ocurrido durante la difusión de las anteriores variantes circulantes.
Antes del surgimiento de Ómicron, Delta era la variante dominante a nivel mundial. Su introducción y establecimiento en la Argentina se retrasó en parte debido a una intensa política de controles fronterizos internacionales implementada para reducir su impacto y fortalecer las coberturas de vacunación en la población. Por esta y posiblemente otras razones, como una segunda ola anterior reciente, Delta no se asoció con una ola de COVID-19 en Argentina u otros países de América del Sur.
Sin embargo, en diciembre de 2021-marzo de 2022, Ómicron BA.1 ingresó y provocó la tercera ola de infecciones por SARS-CoV-2 en Argentina, que se caracterizó por un desplazamiento muy rápido de la variante Delta, con virus muy similares a los que infectaron a personas en todo el mundo. Esto se reflejó en un número relativamente bajo de linajes detectados y en la mezcla de secuencias de diferentes provincias argentinas.
“Se observaron diferencias entre las olas de Ómicron en Argentina –aclara Torres–. En el caso de la tercera, causada por Ómicron BA.1 a fines del 2021, se observó un muy rápido reemplazo de Delta, con tasas de duplicación de casos de alrededor de 3 días (estimado desde la información genética de las secuencias, no desde el número de casos registrados) y mucha homogeneidad genética del virus dentro del país y en el nivel mundial. Circuló una versión del virus muy similar en todo el mundo en forma casi simultánea. Sin embargo en el caso de la cuarta ola, inicialmente causada por BA.2, y luego por BA.4/BA.5, se observaron múltiples ingresos de varios sublinajes, tiempos de duplicación de casos más largos (alrededor de 10 días) y cadenas de transmisión muy acotadas, lo que mostró una mayor limitación sobre la transmisión viral que lo que se vio en la tercera ola. Nosotros pensamos que algunas de estas diferencias pueden deberse a que al ingreso de BA.1 ya habían pasado más de cuatro meses tanto de la segunda ola como de la última dosis de vacunas, sumado a la eliminación de restricciones de viajes, y a que esto ocurrió en el mes de diciembre, con muchas reuniones sociales, luego de las restricciones de la pandemia. Es decir, todos factores que favorecieron la transmisión viral sin límites. En cambio, Omicron BA.2 ingresó sobre una población con inmunidad reciente por la ola de Omicron BA.1 y por los refuerzos vacunales”.
En la Argentina, la campaña de inmunización contra el Covid comenzó en enero de 2021 con las vacunas Sputnik V y Sinopharm, inicialmente para los grupos de riesgo. A fines de octubre de 2021, el 77,1 % de la población había recibido al menos una dosis y el 58,4 % había completado el esquema inicial; sin embargo, para muchas personas ya habían pasado más de cinco meses desde la última dosis, y la aplicación de refuerzo de la vacuna recién comenzó a mediados de noviembre de ese año.
Además, en 2021 Argentina sufrió la segunda ola provocada por las variantes Gamma y Lambda, con el número máximo de infecciones en mayo de 2021. Por lo tanto, el linaje BA.1 de Ómicron entró en una población con inmunidad menguada (por infección previa o vacunación), mientras que los linajes BA.2 y BA.4/BA.5 ingresaron en una población mejor inmunizada, explica el trabajo.
En los últimos tiempos surgieron nuevos sublinajes derivados de BA.2, BA.4 y BA.5, que agregan propiedades de evasión inmune a las ya reportadas en individuos vacunados y previamente infectados. Algunas de estas estirpes ya se convirtieron en las nuevas protagonistas del escenario de circulación del SARS-CoV-2. “Habrá que analizar su impacto en un futuro próximo”, indican los investigadores.
Aunque hasta el momento se subieron a las bases de datos más de 14 millones de genomas del SARS-CoV-2, solo alrededor del 2,5 % pertenecen a países sudamericanos, y la mayoría de ellos se analizaron solo para la asignación de linaje.
“Dado que la combinación de los factores que pueden influir sobre la transmisión (vacunación, temporalidad de las olas anteriores, políticas de testeo, capacidad de vigilancia molecular, aceptación social de las medidas recomendadas e intervenciones no farmacéuticas, entre otras) es casi única para cada país –concluye Torres–, siempre es importante el análisis local o regional, y no simplemente extrapolar la situación epidemiológica de otros países”.