Con 38.681 casos en 89 países hasta este miércoles, la trascendencia del actual brote de viruela símica supera con creces todo lo precedente. Y por si esto fuera poco, como en un déjà vu, se suman trabajos que detectan el virus en personas sin manifestaciones.
Uno de ellos, publicado en Nature Medicine (https://doi.org/10.1038/s41591-022-02004-w), analizó 224 muestras que habían sido tomadas entre pacientes de una clínica de infecciones de transmisión sexual de Bélgica, y encontró cuatro positivas para viruela símica. En ese momento uno de los hombres presentaba síntomas y los otros tres, no. Cuando los examinaron entre 21 y 37 días más tarde, ninguno de estos últimos reportó haber presentado ningún signo de la enfermedad.
En otro, que acaba de darse a conocer en Anales de Medicina Interna (https://doi.org/10.7326/M22-2183), investigadores del Hospital Bichat-Claude Bernard de París aplicaron tests de viruela símica a muestras anorrectales tomadas entre el 5 de junio y el 11 de julio de este año como parte de análisis rutinarios para enfermedades de transmisión sexual en hombres que tienen sexo con hombres, mantienen múltiples parejas sexuales o reciben profilaxis preexposición para el VIH.
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De 200 asintomáticos y que dieron resultados negativos para enfermedades de transmisión sexual, 13 (6.5%) resultaron positivos para viruela símica. Dos de ellos desarrollaron los síntomas más tarde. Los autores advierten que no está claro si el virus de los asintomáticos era infectivo, pero si así fuera, la vacunación en anillo a las personas con nexos probables o confirmados no sería suficiente para contener su propagación. “Estos hallazgos muestran que ciertos casos pueden no ser diagnosticados y sugieren que testear y aislar a los individuos con síntomas puede no ser suficiente para contener el brote”, escriben los autores.
En el país no se están buscando asintomáticos y la guía de CABA indica que si hay otro diagnóstico alternativo directamente no se haga la prueba para viruela símica.
Omar Sued, asesor regional de la OPS para VIH-sida, aconseja cautela. “Hay que esperar más estudios. Pareciera que depende de la población –baraja–: a más riesgo y más inmunodepresión, la enfermedad se presentaría con un cuadro clínico más florido; a menor riesgo, menos edad y menos inóculo [carga viral], quizás menos síntomas”.
Un infectólogo de CABA que prefirió no dar su nombre comentó que este trabajo tiene el sesgo de que se realizó en una clínica de enfermedades de transmisión sexual, “pero igual es muy preocupante”.
Por su parte, Tomás Orduna, especialista en medicina del viajero del Hospital Muñiz, comentó que la detección de portadores asintomáticos no le extraña en absoluto. “Sabemos que las patologías virales en su inmensa mayoría pueden tenerlos –explicó–. Para algunas, incluso hay más asintomáticos que sintomáticos. No me cabe duda de que es una gran posibilidad”.
La existencia de casos subclínicos no sería un problema si no fuera porque, como sucedió con el coronavirus, al pasar inadvertidos podrían estar impulsando la propagación del virus. En un editorial sobre el segundo trabajo, Stuart Isaacs, infectólogo de la Universidad de Pensilvania, menciona que una investigación realizada en Africa hace cuatro décadas sugirió que hasta el 30% de los casos podían pasar desapercibidos.
Desconcierto
Aunque en un principio se pensó que el brote de viruela símica iba a autolimitarse en semanas, lo cierto es que continúa expandiéndose sin final a la vista, algo que desconcierta a los especialistas, ya que aunque se cree que el virus existe en el ambiente desde hace cientos o miles de años, el primer caso humano se informó en 1970, en el Congo. Una década más tarde, la OMS solo había documentado 47 más, dispersos por África central y occidental.
Sin embargo, desde entonces hubo señales que indicaban que algo estaba cambiando en la dinámica epidemiológica de esta enfermedad. De acuerdo con una nota firmada por Mark Johnson en The Washington Post, “en 2010, [Anne Rimoin, de la Universidad de California en Los Ángeles, y coautores escribieron en Proceedings of the National Academy of Sciences] que la tasa de casos de viruela del simio en la República Democrática del Congo se había multiplicado por veinte desde la década de 1980 hasta mediados de los 2000”.
Luego de que en 2017 la enfermedad volviera a presentarse en Nigeria, en un chico de 11 años, Dimie Ogoina, el médico que lo trató, publicó un informe en el que concluyó que el virus se estaba propagando de persona a persona, no solo de animales a humanos, afirma Johnson. Y que “parecía estar transmitiéndose de una nueva forma potencialmente peligrosa: a través del contacto sexual. La mayoría de los infectados eran hombres jóvenes, en comparación con los brotes anteriores de viruela del mono en la región que habían afectado en gran medida a los niños”.
Lamentablemente, esas alertas tempranas se desoyeron, se soslayaron las potenciales amenazas de la enfermedad y enseguida sobrevino la pandemia del coronavirus. La falta de vacunación contra la viruela común (que se declaró erradicada en 1980), el aumento del contacto humano con animales que transmiten el virus y los cambios culturales deben haber incidido en que esta vez la transmisión se haya hecho tan difícil de detener.
“Si esos casos [se hubieran producido en un país más central y] hubieran atraído más atención, ya hubiera habido medicación para los casos graves y vacunas contra la viruela símica hace como mínimo tres años, porque ya a fines de 2019 la FDA licenció una en los Estados Unidos. Nada de eso pasó”, lamenta Orduna.
Ahora, los científicos se preguntan si esta enfermedad se hará endémica también en Occidente y cuál será su verdadero impacto. “[Aunque hasta ahora la letalidad fue muy baja], no sabemos si va a ser menos mortal [que el coronavirus] –destaca el especialista que mantuvo su nombre en reserva–. Por ahora, se están infectando casi exclusivamente hombres que tienen sexo con hombres, pero no creo que el panorama sea muy bueno cuando empiecen a infectarse embarazadas y niños. Es cuestión de tiempo. Por otro lado, los datos de Europa muestran casi un 10% de internados para manejo del dolor”.
Y concluye Orduna: “Concuerdo en que la circulación en asintomáticos puede ser muy problemática. Ni hablar de los oligosintomáticos [los que presentan una mínima expresión], aquellos en los que se confunde con otra patología, las vesículas pasan desapercibidas o están en un lugar donde el paciente no las advierte. Complejo el tema, sin duda”.