Un estudio publicado en la prestigiosa revista Neuroscience realizado por investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (FCEN-UBA) develó que la emoción que genera un componente estresante en una determinada situación queda "pegada" a la memoria y cuando se evoca ese recuerdo la persona vuelve a "sentir" algo semejante, lo que afecta su capacidad de recordar.
"Que la memoria interactúa con las emociones es más viejo que la desgracia. Lo que sabemos es que las emociones modulan lo que clásicamente se llama la 'fuerza de la memoria'", indicó a Télam el neurobiólogo Alejandro Delorenzi, director del Laboratorio de Neurobiología de la Modulación de la Memoria en la FCEB-UBA e investigador del estudio.
Delorenzi explicó que "se entiende por 'fuerza de la memoria' a la probabilidad de que se exprese, es decir cuando pequeñas claves llaman fácilmente a evocarla; lo más fácil para ver de esto son los desórdenes post-traumáticos donde el sujeto ante cualquier estímulo está trayendo el hecho a la memoria".
Si bien esta puede ser una definición posible, el neurobiólogo describió que lo que su grupo de investigación viene poniendo en cuestión es justamente "qué es eso de la 'fuerza de la memoria' que en realidad es una metáfora para eludir la descripción de un proceso que conocemos muy poco; que son los procesos de memoria".
"Lo que clásicamente hacen las emociones es aumentar o disminuir la fuerza de la memoria, es decir su probabilidad de evocar, y esas interacciones son muy complejas y están en estudio permanente", sostuvo.
Cómo fue el estudio
En el trabajo participaron 83 personas de entre 19 y 37 años estudiantes de Exactas de la UBA, profesionales con posgrados o doctorados. En el día uno se les proporcionó música, imágenes de paisajes y luego se les leyó una lista de 15 palabras comunes.
En el día sexto se dividió a los participantes en tres grupos: todos comenzaron recibiendo la misma música e imágenes agradables del primer día; pero uno de los grupos recibió una sorpresa antes de la lectura de la lista y en el otro además de la sorpresa los participantes tuvieron que introducir su brazo en un balde con agua fría.
"Quisimos probar cuál era el efecto del estrés leve (segundos de frío) en el realmacenamiento (o consolidación) de la memoria de largo plazo", explicó Delorenzi.
El séptimo día -en el que se realizaba la evaluación- el grupo de control y el que sólo vivió una sorpresa recordaban una mayor cantidad de palabras de la lista que el grupo que fue sometido a meter el brazo en el balde con frío. Pero, además, cuando se les preguntó cómo se sentían en ese momento los que habían sido sometidos al estresor expresaban mucho más nerviosismo que los otros.
Los resultados más importantes
"Las conclusiones de este estudio podrían dividirse en dos partes. Una, que no es muy llamativa, fue que nosotros esperábamos que el estresor leve mejore la memoria pero eso no sucedió, sino que en este caso la empeoró. En estudios anteriores la había mejorado, por lo tanto es muy difícil determinar todavía qué sucede", detalló el investigador.
"La otra conclusión, y es lo que vimos distinto, es que el estresor no hace que la memoria se exprese mejor o peor sino que lo que hace es desplegar la misma emocionalidad que la persona vivió y es esa emoción que se reedita la que afecta la 'fuerza de la memoria'", añadió.
La novedad que aportó el trabajo es, justamente, este nuevo enfoque. "La idea es seguir trabajando en más estudios para ver si las emociones se pegan a la memoria, es decir si esos dos trazos de memoria distintos (emoción y lista de palabras) al quedar asociados hacen que la performance de la persona sea peor", indicó.
Del trabajo también participaron Jessica Mariel Sánchez Beisel, Francisco Javier Maza, Nadia Justel y Pablo Nicolás Fernández Larrosa.
Con información de Télam