Aunque no hay números precisos, las estimaciones calculan que en América latina la prevalencia de demencias excede el 6,5% de la población. Pero si esto no es bueno, sin solución farmacológica a la vista, las perspectivas son aún peores. El aumento en la expectativa de vida sumado a otros factores, como las cardiopatías, la hipertensión, la diabetes, la obesidad y el bajo nivel educativo, todos los cuales se dan más intensamente en entornos de pobreza, podría hacer que ese número se cuadruplique en las próximas décadas.
Sin embargo, los especialistas advierten que hay una oportunidad promisoria en el diagnóstico temprano y el entrenamiento de médicos de atención primaria para retrasar la evolución de estas patologías. Con este objetivo, la provincia de San Juan implementará un programa pionero para la prevención, diagnóstico y tratamiento de demencias para todos sus ciudadanos genuinamente equitativo, con independencia de donde vivan.
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“Consideramos que es imperioso crear y poner en marcha un Plan de Prevención de Demencias que no solo asegure equidad y garantice una atención de calidad en todo el territorio de la provincia, sino que también se enfoque en unificar criterios internacionales para el diagnóstico y tratamiento –se entusiasma Martín Bruno, director del Instituto de Neurociencias de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Católica de Cuyo–. Para esto, es de vital importancia la formación de recursos humanos altamente capacitados que representen, defiendan, investiguen, presten servicios o se relacionen con las personas con demencia y sus familiares cuidadores”. La idea de Bruno y sus colegas, un grupo multidisciplinario que proviene de las facultades de Ciencias Médicas y de Psicología de la misma universidad, y del Hospital Marcial Quiroga, es generar una política provincial que, una vez puesta en marcha, pueda servir de puntapié inicial para generar un plan nacional.
Doctorado y posdoctorado en Canadá, y habituado a la investigación de laboratorio en un modelo de ratones transgénicos con Alzheimer, a Bruno la pandemia lo motivó a encontrar nuevas vías de incidir más perentoriamente en la calidad de vida de la población. Así nació esta idea que, si resulta exitosa, podría ser el germen de una política de envejecimiento saludable y detección de las demencias con equidad en el diagnóstico para los alrededor de 60.000 a 70.000 mayores de 60 que habitan en la provincia.
El plan, que recibirá un aporte de 18 millones de pesos de la Secretaría de Ciencia y Tecnología (en virtud de la ley de financiamiento de la ciencia, que establece que el 20% del aumento anual que dispone se distribuya entre las distintas jurisdicciones de todo el país), se basa en la creación de un “nodo central”, integrado por expertos que forman parte de una red internacional de diagnóstico, tratamiento e investigación en distintos tipos de demencias, en cada una de las cinco zonas sanitarias en las que se divide la provincia. Ese grupo establecerá “nodos secundarios” en 30 de los 150 centros de atención primaria.
“Ahora, los centros de salud de pueblos alejados no cuentan con un equipo de profesionales idóneos para diagnosticar los diferentes tipos de demencias –cuenta Bruno–. Queremos capacitarlos para que no solo puedan hacer prevención, sino también identificar a familias con personas potencialmente afectadas. Durante todo un año, haremos campañas para que los residentes de pueblos aledaños se acerquen a los centros e incluso iremos a buscarlos a las casas”.
Los investigadores sanjuaninos piensan cargar en tablets tests para diferenciar déficits en distintos tipos de memorias y ver cuál está más afectada. Tras la evaluación inicial se hará una consulta con el neurólogo y, en los casos que lo ameriten, habrá que trasladar a los pacientes hasta alguno de los tres resonadores magnéticos con que cuenta el sistema sanitario de la provincia para corroborar si las imágenes cerebrales son consistentes con los hallazgos de las pruebas y el cuadro clínico.
Uno de los mayores inconvenientes para la detección de las demencias es que no hay pruebas validadas para nuestra población. “Todos los tests neurocognitivos vienen de países que tienen una base de educación de 12 años –afirma Bruno–. Entonces, puede suceder que cuando uno los aplica, quizás la deficiencia que ve no se debe a un problema cognitivo, sino a que la persona no tiene la educación mínima para responder. Para esto, los estamos adaptando a la realidad de nuestro país”.
“Es uno de los grandes problemas de la neuropsicología y se viene discutiendo desde hace mucho –corrobora Pablo Richly, director del Centro de Salud Cerebral de Quilmes y neurocientífico especializado en demencias–. Los tests se validan para una población específica y la mayoría cumplen ese requisito para personas con 12 años de educación formal o más. Para baja educación (de siete a 12 años) hay pocos y para menos de siete años, casi ninguno. Aquí, la mayor parte de los adultos de más de 60 años tiene secundaria incompleta y un porcentaje no despreciable, ni siquiera la primaria completa. Si la idea es desarrollar ‘baterías’ de baja y muy baja educación, me parece excelente, porque es un hecho que no abundan los mayores de 60 con escolaridad de más de cinco años”.
Dado que todavía no hay tratamiento para las demencias, los especialistas pondrán su esfuerzo en la prevención. "Con hábitos de vida saludables, buena alimentación, actividad física, se podrían evitar entre el 30 y el 40% de los casos –dice Bruno–. Y con intervención temprana y talleres de rehabilitación cognitiva se podría retrasar la evolución de la enfermedad. Pero para un diagnóstico preciso se requiere de un equipo interdisciplinario del que no todos los centros sanitarios disponen y menos en las ciudades pequeñas. La población está envejeciendo y este es un problema muy grande que pareciera que no se ve. Las familias están desamparadas”.
Richly aclara que esa reducción es posible si se trabaja en prevención a todo lo largo de la vida, antes de que aparezca el deterioro cognitivo. “Las medidas básicas son las de prevención cardiovascular más las de estímulo cerebral, entre las cuales la más decisiva es la educación formal –destaca–. Esas estrategias deberían comenzar desde el nacimiento. Cuando ya hay manifestaciones, uno da sugerencias para hacer más lenta la progresión. Puede asesorar y acompañar a la familia, instruirla y darle herramientas para el cuidado de una persona que va perdiendo lentamente su autonomía”.
Con respecto a la detección, coincide en que es crucial entrenar a los médicos de atención primaria, y dejar para los especialistas los cuadros complejos. “Y también se necesitan tests más simples –agrega–. Encontrar neuropsicólogos es muy difícil y una evaluación cognitiva es tan buena como el evaluador que la aplica. No se trata solo de completar un test, sino también de ajustarlo a las necesidades de cada paciente. Entrenar médicos de atención primaria y desarrollar estrategias accesibles, simples, para baja educación, me parecen claves para mejorar la detección”.
Por último, en el marco de este mismo programa, se hará por primera vez en el país un ensayo clínico en 40 voluntarios con un compuesto psicodélico, el 5-metoxi-DMT (un alcaloide con efectos alucinógenos de la familia de las triptaminas) que se está probando en el tratamiento de la ansiedad y la depresión en pacientes que están empezando a manifestar problemas de memoria.
“Estas sustancias son agonistas de la serotonina; es decir, que activan sus receptores y producen sensación de tranquilidad. Les daremos cantidades sub psicodélicas a pacientes que se encuentren en etapas previas a un posible Alzheimer –detalla Bruno–. Ya obtuvimos la autorización de la Anmat para ingresar el fármaco, y contamos con las del Ministerio de Salud y del Comité de Bioética. Estamos preparados para comenzar el reclutamiento en octubre. Se trata de pastillas sublinguales que, a diferencia de la ayahuasca o del peyote (que se toman en una concentración que produce alucinaciones muy fuertes), vamos a utilizar en pequeñas dosis”.
Richly aclara que la prevención tiene que ver esencialmente con estimular la vida saludable desde la infancia. “La cantidad de chicos indigentes y pobres que tenemos hoy es muy preocupante para la demencia en el futuro y puede neutralizar cualquier estrategia –subraya–. Los problemas de fondo a veces vuelven inútiles las aparentes soluciones. Pero para la población mayor, la clave hoy es mejorar la detección, y el entrenamiento de los médicos para acompañar mejor a los pacientes y a las familias. Hay que ir en esa dirección”.