“Doctor, lo llamo porque mi hijo de 15 años, un buen alumno en el colegio, una persona que jamás nos trajo problemas, nos ha endeudado de una manera que nunca creí posible. Acabamos de descubrir que apuesta con el celular hace meses y que incluso ha pedido créditos para pagar algunas deudas. Nosotros no podemos creer que esto esté pasando y él está avergonzado y destruido”
Aquí y ahora estamos intentando delimitar con poco éxito la frontera entre uso razonable y problemático de la tecnología. La inteligencia artificial nos deslumbra con sus aristas sorprendentes y temerarias, sufrimos un aumento exponencial de estafas virtuales y los menores están más expuestos que nunca al acoso a través de las redes. A esta lista de preocupaciones relacionadas con el mundo digital, se suma un nuevo hecho social con repercusiones económicas, psicológicas y sociales: el mundo de las apuestas online.
Jóvenes que apuestan online desde sus celulares, a dos clics de distancia. Créditos: Punto a Punto.Aunque hay escasas estadísticas oficiales al respecto, se estima que entre el 1 y el 3 por ciento de la población mundial es adicta al juego. Gracias a estudios realizados en Estados Unidos, Canadá y Australia, también se puede advertir que el pico epidemiológico son los jóvenes entre 18 y 30 años.
En los primeros esfuerzos de los profesionales de la salud mental de catalogar problemas de salud mental que implicaban el juego y la tecnología, la Organización Mundial de la Salud en 2015 inauguró el concepto trastornos por videojuegos. De manera reciente, el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales incluyó el término trastorno por juego de azar. Según las estadísticas del Observatorio de Adicciones y Consumos Problemáticos, el 30 por ciento de la población mantiene algún tipo de vinculación con el juego, y dentro de ese porcentaje el 95 por ciento corresponde a personas que lo hacen recreativamente, el 3.5 por ciento son jugadores problemáticos y el 1.5 por ciento corresponde a compulsivos.
Pero aquel jugador descrito por Fiódor Dostoievski, que pasaba noches enteras pegado a la ruleta, gobernado por pensamientos mágicos, rituales y un final siempre idéntico, la pérdida de todo, ya no es el tipo de jugador más frecuente (aunque no ha dejado de existir). El desarrollo frenético de la tecnología, la interconexión global, la rapidez de internet, los teléfonos inteligentes como dispositivos multi propósito, la experiencia masiva de los usuarios con las redes sociales, las campañas publicitarias implacables y la escasa regulación (que siempre corre muy por detrás de los desarrollos de tecnología), han propiciado las condiciones para un nuevo comportamiento compulsivo social, silencioso, íntimo y a dos clics: las apuestas online.
El monstruo en las sombras
En la ludopatía que todos conocíamos, la persona se ausentaba largas horas, existía todo un folklore y coreografía asociada al “jugador”. Los caballos, el bingo, el casino, las máquinas tragamonedas se vinculaban con comportamientos tribales. En el caso paradigmático de la ruleta, una persona se ausentaba horas (o días), se iba a jugar a la costa o incluso a otro país (existe un turismo muy específico y de élite para eso). En las apuestas online, en cambio, el usuario participa con su celular, que está asociado a su cuenta bancaria (o muy frecuentemente a las de sus padres) o a las plataformas de pago virtual.
El hecho de no manejar dinero en términos materiales, favorece cierta desconexión con el aspecto económico del comportamiento. En una reunión de trabajo, en la previa del cine, en una noche con insomnio, en la fila del supermercado; a todo momento se puede apostar algo. No solo se apuesta por el resultado del encuentro, sino también la cantidad estimada de tiros libres hasta expulsiones o minutos de los goles.
El viejo Prode (con su Local, Empate y Visitante) queda casi ridiculizado frente a este vértigo de posibilidades. Las empresas de apuestas, además, en su plan de promoción “regalan” crédito para los primeros movimientos. Las casas de apuestas deportivas comienzan a aparecer cada vez más como sponsor de clubes, y hasta algunos torneos llevan sus nombres, intentando penetrar cada vez más como un eslabón natural del juego. Al mismo tiempo comienza a haber sospechas de arreglo de juegos, sobre todo en las categorías más bajas; no sería extraño que se desate algún escándalo en poco tiempo con algún partido. Es matemático: en ocasiones perder puede ser un buen negocio. El tenis profesional ya mostró hasta dónde pueden llegar las apuestas como condicionantes de resultados deportivos, como ejemplifican los casos de causas legales iniciadas a tenistas profesionales.
Los adolescentes como usuarios principales
La promoción de estas apuestas, en muchos casos a través de referentes del periodismo deportivo, se focaliza en adolescentes y adultos jóvenes. Publicitan en redes sociales, Youtube, Tik Tok e Instagram y utilizan los acontecimientos deportivos de interés nacional. Muchos conocimos el nombre de estas empresas en el mundial que ganó Argentina hace pocos meses.
Las apuestas online tienen características para facilitar la compulsión: se utiliza el teléfono que ya tenemos (en Argentina hay más celulares que personas), no se necesita mucho dinero para apostar e incluso las empresas dan crédito para empezar a jugar, lo cual lo hace accesible para jóvenes. Como en todo juego de azar, hay éxitos puntuales y aleatorios (que en psicología conductual reciben el nombre de reforzador de la conducta) que, por su carácter imprevisible, promueven notablemente en el jugador la idea distorsionada de que uno tiene cierto don especial para realizar pronósticos y esto, naturalmente, invita a seguir jugando.
Asimismo,se puede aportar en todo momento a cualquier deporte en cualquier parte del mundo, lo cual brinda una amplitud horaria sin límites. Se puede apostar a la tentadora combinación, en donde si acierto resultados combinados y consecutivos mis posibilidades de ganancias se multiplican de forma exponencial.
Entre aquellos que se desarrolla una conducta adictiva, existen una serie de alteraciones neuropsicológicas propias de otros tipos de adicciones: sensibilización de incentivo, errores de predicción e incluso craving (el deseo imperioso de una conducta, en este caso jugar) y se pueden incluso tipificar fases clásicas de instalación del problema: fase de ganancia, fase de perdida, fase de desesperación y fase de agotamiento. Es frecuente también que el comportamiento se asocie en forma simultánea a otros problemas, de los cuales el abuso de sustancias es el mas frecuente. En muchos casos el jugador empieza a perder y donde muchos se detienen, otros comienzan un espiral de pequeñas deudas que se intenta remontar a través de nuevas apuestas e incluso créditos usurarios (otro negocio que ha destruido la vida de mucha gente). Cuando uno viene perdiendo, el sentimiento es de mucha vergüenza y en ocasiones este sentimiento fomenta el circulo vicioso para seguir apostando.
Falta de conciencia social
Una característica esencial de este fenómeno es la falta de conciencia social e individual de la problemática. La gran mayoría de personas no sabe que este tipo de juegos puede desembocar en una potencial conducta adictiva, y si pocos pacientes con consumo problemático comienzan un tratamiento, en este rubro ese número es aún menor.
En este sentido vale la pena mencionar el trabajo de Jugadores Anónimos por su rol a la hora de visibilizar el problema y por ofrecer ayuda anónima y gratuita. Tenemos cierta sensibilidad social a los problemas con drogas y las adicciones químicas, pero tendemos a relativizar ciertas adicciones como las apuestas online o la pornografía, conductas íntimas que pueden causar un deterioro profundo de la vida de una persona.
Son adicciones en algún sentido más disimulables y para las cuales aún no tenemos tratamientos tan definidos o con gran evidencia. Así como los cigarrillos, las bebidas alcohólicas y recientemente los alimentos, llevan advertencias sobre uso y consumo; las páginas y aplicaciones muchas veces no advierten sobre este riesgo.
La maquinaria del azar ha lanzado sus cartas y aún estamos asimilando la dimensión del problema. Pero una cosa ya sabemos: la banca siempre gana.
*Federico Pavlovsky es psiquiatra y Gustavo Irazoqui es psicólogo.
Con información de la Agencia de Noticias Científicas