Si en algún momento las personas recurrían a los juegos de la computadora y el celular para escapar de la vida real, hoy en día acuden al mundo tangible para escapar del virtual. Ante tantas aplicaciones, notificaciones y sobreinformación, los y las jóvenes sufren problemas físicos y psicológicos por lo que buscan, a través de diferentes estrategias, la desintoxicación digital y cuentan sus experiencias en este artículo de la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes.
Diversos estudios ya demostraron que el uso excesivo de las redes sociales trae problemas como ansiedad, depresión, aislamiento social, falta de concentración y atención o descenso de autoestima. Incluso, algunas personas sufren de nomofobia, que es el miedo o la ansiedad extrema irracional a estar mucho tiempo sin poder usar el celular. En una nota ya publicada en este medio, se describe que quienes sufren esta patología “están continuamente pendientes de su teléfono móvil, hasta el punto de abandonar otras facetas de su vida diaria, incluso las relaciones familiares, de pareja y, en general, cualquier otro aspecto de la vida que podría requerir de atención”. A su vez, hay personas que sufren de FOMO (“Fear of Missing Out”), un fenómeno que sucede en las red
Algunas personas sufren de FOMO (“Fear of Missing Out”), un fenómeno que sucede en las redes sociales que se traduce como el miedo a perderse algo. Créditos: Hablemos de empresas.
En diálogo con la Agencia, Natalia Arenas, periodista de Revista Anfibia, cuenta: “La desconexión es una lucha constante y diaria. Una de las medidas que tomo es poner el temporizador de una hora para WhatsApp, Instagram y X (ex Twitter). De todas maneras, es un poco tramposo porque, una vez cumplida la hora, te anula el ingreso a la app pero te pregunta si deseas seguir diez minutos más. Hay que tener mucha fuerza de voluntad para desconectar. Lo hago porque me generan angustia”.
La comunicadora enfatiza en que esta práctica le permitió tener tiempo libre para otras cosas y retomar hábitos como leer libros de ficción. También, disminuyeron emociones como la angustia y las inseguridades que generan las mismas redes sociales al comparar la vida propia con la de otros (Que, claro, es un recorte de la realidad aunque no lo parezca a simple vista).
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Así, en un contexto de adicción a las redes sociales, están quienes deciden alejarse de los celulares o disminuir su uso para conectar con el mundo tangible, sus alrededores y priorizar su salud mental. Los estímulos constantes, la ansiedad al no tener notificaciones o esperar mensajes, ver videos para no aburrirse generan, en determinada instancia, un malestar en las personas.
En este sentido existen aplicaciones propias de los teléfonos que tienen funciones para llevar un registro del uso del dispositivo y limitarlo. Por ejemplo, algunas apps muestran cuánto tiempo pasa el usuario con el teléfono, qué aplicaciones usa en mayor medida, cuántos desbloqueos hace a lo largo del día y cuántas notificaciones recibe. También, como hace Arenas, se puede poner un temporizador para una aplicación y una vez que este finaliza, el usuario no puede entrar a la app por el resto del día; o activar una opción por las noches que silencia el teléfono y cambia la pantalla a blanco y negro.
Los beneficios de disminuir el contacto con las pantallas van desde mayor concentración en la vida diaria y menos estrés y ansiedad hasta potenciar los vínculos presenciales con familiares y amigos.
Una lucha constante
Por otro lado, Arenas trabaja con las redes sociales con el fin de estar informada todo el tiempo. Recuerda que, cuando fueron las PASO de 2023, hizo una desconexión de las elecciones durante una semana y que, si bien sufrió mucha ansiedad en un principio, logró sentir un “alivio muy grande” una vez que pasaron las votaciones.
“Es un poco ‘fingir demencia’, como se dice ahora. Las redes sociales no te permiten eso porque todo el tiempo te bombardean con malas noticias. Encima, este gobierno las utiliza constantemente y sus mensajes generan mucha angustia e impotencia. Por eso trato de incorporar la desconexión”, detalla.
Por su parte, el fotógrafo y productor Sebastián Murua relata su experiencia a la Agencia: “Primero, me puse lapsos de tiempo para usar las redes sociales pero no me funcionó, así que activé los controles parentales que bloquean las aplicaciones que quieras hasta que lo desactives. Desde ahí, estoy mucho más enfocado en mi trabajo, más contento y en mi cabeza no había tantas porquerías”.
Ante la pregunta de por qué necesitó desconectar, explica: “Son un vicio. Me agotó ver la vida de los demás sin poder vivir la mía, te comparás todo el tiempo con el resto y es tan penetrante que termina afectando tu calidad de vida. Generan constantemente estímulos que, en mi caso, perjudicaron mi creatividad”.
Consultada por la Agencia, la periodista Paula Rey suma sus estrategias: “Tengo la función sueño activada, es decir que desde cierta hora de la noche el celular entra en modo silencio y se terminan las notificaciones hasta que suena la alarma para levantarme. También, dejo el celular lejos mientras leo, miro alguna serie o si tengo que terminar algún pendiente. Durante las vacaciones, cambié la foto y el estado en WhatsApp avisando que no estaba disponible, archivé todos los grupos laborales y desinstalé las redes sociales. Así puedo desconectar y respetar un horario de descanso”.
Y continúa: “El celular es una herramienta de trabajo y lo uso para otras mil cosas, como todo el mundo, así que realmente es una extensión más de mi cuerpo. Noté que incluso en momentos de ocio lo uso demasiado, lo agarro por reflejo o lo uso para hacer algo concreto y termino haciendo otra cosa. Entonces, necesito ponerme algún tipo de límite”.
Con información de la Agencia de Noticias Científicas