Un día como hoy hace 30 años, Ricardo Barreda, un odontólogo de La Plata, asesinó a escopetazos a su esposa Gladys McDonald (57) , a su suegra, Elena Arreche (86), y a sus dos hijas Cecilia (26) y Adriana (24). Después, tiró el arma en un arroyo cercano a Punta Lara, y salió a pasear con su amante, Hilda. Pasaron la tarde juntos en un motel y comieron pizza con cerveza en un conocido bar platense. Recién a la noche, cuando volvió a la casona, llamó a emergencias médicas y denunció que habían entrado ladrones. Rápidamente se supo la verdad de lo que había ocurrido. Él mismo confesó el crimen en la comisaría 1ª de la Plata.
Quien era para muchos un “buen vecino”, un profesional respetado la ciudad, dentista de miembros de la clase acomodada platense, un hombre tranquilo de aspecto débil, un Don Juan con las señoritas, con un buen pasar económico, se convirtió en un cuádruple femicida de un momento para el otro. Durante gran parte de la investigación y el proceso judicial se debatió acerca del diagnóstico psiquiátrico, si había sufrido un delirio psicótico, si estaba “loco” o si podría ser declarado inimputable. “Tenía buenos modales - llegó a decir en los medios de comunicación el primer perito que lo evaluó - Estaba tranquilo". Barreda incluso contó públicamente que el móvil de los asesinatos era que en la casa lo llamaban Conchita, como insulto, una clara estrategia para dar lástima y generar empatía con el público masculino y patriarcal.
Barreda fue finalmente declarado culpable de homicidio calificado por el vínculo y en 1995 fue condenado a prisión perpetua. En 2008 fue beneficiado con arresto domiciliario, por ser mayor de 70 años, y decidió mudarse con su nueva pareja, Berta "Pochi" André, a quien había conocido en la cárcel, al departamento que ella tenía en Belgrano. A pesar de darle cobijo y contención, él la apodaba Chochán y la maltrataba. Rodolfo Palacios, autor del libro 'Conchita: Ricardo Barreda, el hombre que no amaba a las mujeres', describió: "Durante el último tiempo la maltrataba porque decía que no lo atendía como correspondía y que estaba muy gorda y que no se cuidaba. Él quería una modelito".
Para sorpresa de nadie, Berta lo denunció por malos tratos y a fines de 2014, luego de 4 años en libertad, el juez Raúl Dalto decidió nuevamente la detención de Barreda y su regreso a la cárcel por problemas de convivencia y una situación considerada riesgosa para su pareja. En 2016 se declaró “extinguida la pena” y se hicieron “cesar las accesorias legales impuestas”. Barreda quedó en plena libertad . El 25 de mayo de 2020 , a los 84 años, murió solo de un paro cardíaco en el Hogar Geriátrico "Del Rosario", donde estaba internado desde el 10 de marzo.
El tratamiento en los medios de comunicación
Enrique Stola, médico psiquiatra, especialista en psicología clínica y experto en violencia de género y agresiones sexuales contra las infancias, analiza que el tratamiento en los medios con el caso de Barreda estuvo atravesado por las limitaciones machistas de la época: “Recordemos que recién en 2009 surge la ley 26.485 de protección integral para prevenir y erradicar la violencia contra las mujeres. O sea que todavía no se discutía claramente la forma en que los medios de comunicación transmitían estas noticias. Creo la transmisión de esta noticia estuvo bien atravesado por la perspectiva machista” .
El caso fue uno de los crímenes más horrorosos de la Argentina que, como nunca antes, evidenció la crudeza de la violencia de género y llevó la discusión a las pantallas de TV, a las mesas familiares, a los clubes y a las charlas entre amigos. “¿Cómo un odontólogo tranquilo de aspecto débil puede haber cometido semejante atrocidad?”, se preguntaban en los medios de comunicación y en las casas, como tratando de encontrar una respuesta que calmara la angustia social al descubrir que cualquier varón, hasta un odontólogo con aspecto débil, podía convertirse en femicida. Tanto era el interés por el suceso que el juicio oral fue televisado en vivo y en directo .
Laura Sobredo, médica especialista en psiquiatría y psicoanalista, identifica que luego del múltiple asesinato de Barreda quedó en evidencia el tratamiento mediático desequilibrado ya que mientras Barreda se volvió un personaje conocido, familiar, y hasta “humano”, en ningún momento se centró la atención o se habló de “Gladys, Cecilia, Adriana y Elena, las muertas. Es así en los medios de comunicación, en los procesos judiciales, en la patologización de las víctimas desde el campo de la salud mental”.
En los 90’s el tratamiento de los asesinatos de mujeres en la prensa era policial y todavía no existían espacios legítimos para problematizar sobre violencia de género, proceso que comenzó a potenciarse a partir de la década del 2000. En ese momento aún se hablaba con términos como “accidente”, “crimen pasional”, “violencia familiar” o “violencia doméstica”, que son nominaciones que tienden a atomizar la violencia de género, reducirla a un hecho del orden de lo privado. Además detrás de esos crímenes se sospechaba del rol de las mujeres, “qué habrá hecho” para que ese varón perdiera la cordura. Tal como lo explicitó Mirtha Legrand en 2015 cuando le preguntó "¿Vos qué hacías para que él te pegara?" a la cantante Laura Miller, víctima de violencia de género, quien había sido invitada a su programa.
Cuando el chiste de "La Bruja" se volvió realidad
El asesinato de Barreda fue la consumación en los hechos del imaginario social machista y patriarcal, del famoso liberarse de la bruja. No quedó una sola mujer en pie en esa casa. Esto, según Stola, “impactó a gran cantidad de personas, sobre todo argentinos varones, porque Barreda ejerció el poder sin ningún miramiento, ningún freno. Mató a la suegra, una imagen que tanto circuló en los chiste machistas, matar a la esposa por diversas circunstancias, matar a las hijas. Aunque no lo quieran reconocer Barreda es de alguna forma admirado porque a costa de lo que sea, se sacó encima a su suegra, y se sacó encima su esposa. Es algo muy propio del señor patriarcal”.
El nombre de Barreda trascendió la dimensión del crimen, banalizó la monstruosidad de los femicidios cometidos, y se volvió una suerte de héroe o ícono de la cultura popular machista. Cuando le dieron la prisión domiciliaria la barra brava de Estudiantes le hizo un recibimiento con una bandera y Gimnasia le dedicó pintadas de aguante. En Internet desde el anonimato se crearon páginas y blogs apoyando al femicida, y la banda A77aque lanzó un tema inspirado en él llamado Barreda's Way. De un momento para otro el término "Conchita" pasó a estar de moda y se usaba de forma amable para hacer referencia al odontólogo. Barreda logro inscribirse, hasta el día de hoy, en el lenguaje y la conversación de los argentinos como un personaje popular, expresión de la banalización con que el asunto se ha tratado.
Por otro lado, Laura Sobredo indica que Barreda encarna la aprobación social del varón femicida que disciplina mujeres asesinándolas: “Creo que seguimos hablando de Barreda por las relecturas que permite el caso, por el horror de esas muertes y por cómo deja a la vista la aprobación de esos asesinatos en cierta reivindicación que permitió bromas, maneras de nombrar y hasta una canción que lo incluye entre los que ‘matan por amor’”.
En este sentido la médica recuerda que rápidamente se instaló cierta liviandad reivindicativa sobre la vida de Barreda, se habilitó la posibilidad de hacer chistes con el tema, hasta sacarle horror al relato y a las imágenes que evocaba de cuatro mujeres asesinadas a escopetazos en el interior su casa. “Preguntarnos e intentar decir acerca de esa ‘idolatría’ también es una forma de desnaturalizar más allá del caso particular. Quizás pueda hasta colaborar con la construcción de otras vidas posibles para todos ‘les no-varones’. Esas ‘bromas’ o esa ‘ironías’ suceden y es posible revisarlas y atribuirles algún sentido y alguna valoración. ¿Por qué hace gracia? ¿Qué se alivia en esas risas? ¿Qué se valoriza en esos anteojos?”, se cuestiona.
La venganza de Conchita y la restitución del orden patriarcal
Como diría la gran escritora Rita Segato, Barreda fue un ser profundamente moral. Según la psicoanalista, “Barreda es quien restituye el orden patriarcal. Las mujeres de su familia lo mandan a limpiar y él las descose a balazos. Restituye el orden, vuelve las cosas al lugar donde ese mundo desigual y violento nos enseñó que debían estar. Entonces hay como una alegría liviana, chistosa alrededor del personaje que hizo lo que cotidianamente puede ocupar el lugar de dichos ‘si me dice eso, la mato’”.
Aquí es cuando cobra sentido el apodo de “Conchita”, que según contó Barreda era la forma que las mujeres de su familia elegían para nombrarlo: “Que Conchita vaya a limpiar, que haga las tareas que le salen bien... En ese relato, organización jerárquica, el lugar de lo femenino es subalterno y deshumanizado, es lógico entender que ‘Conchita’ sea un insulto. Por eso nos preocupan las palabras, el lenguaje, los discursos, porque eso configura el horizonte de lo posible. Lo monstruoso de Barreda es haber avanzado hasta el hacer, haber pasado del dicho al hecho. El concepto de lo que Barreda hizo es la normalidad del patriarcado”, explica Sobredo.
En el orden moral de valores patriarcales, “Conchita”, el ser asociado a lo femenino, el ser despojado de la herramienta de la masculinidad, es una suerte de “castración simbólica”. “Los hombres se entrenan desde sus infancias para evitar a toda costa ocupar el lugar de lo femenino en el orden patriarcal, esa es una versión fundamental de la masculinidad hegemónica. Entonces, desde esa construcción de lo masculino, todos los rasgos referenciados con la femineidad habrán de ser duramente evitados, reprimidos y hasta castigados", explica la médica psiquiatra. Y agrega: "Así se pierde la posibilidad de la ternura, de la expresión de los afectos, de cierto contacto corporal amoroso, de ciertos disfrutes estéticos. Para esos varones parecerse en algo a una mujer es una de las peores cosas que les puede suceder porque los aleja de la pertenencia al colectivo privilegiado y porque los expone no solo a ese ostracismo sino también a la violencia. Esos varones son los que hemos construido en nuestra sociedad durante tanto tiempo y ese es uno de los caminos a desandar”.
La expropiación de la casa como política reparatoria
La casona donde Barreda asesinó a las cuatro mujeres de su familia, ubicada en 48 entre 11 y 12, en el centro de La Plata, permaneció cerrada desde el 15 de noviembre de 1992 hasta el último 22 de septiembre. Ese día comenzó un proceso de limpieza, vaciamiento y puesta en valor, por lo que fueron retirados los restos que quedaban de un Ford Falcon verde y un antiguo DKW en ruinas. Es que dicha propiedad fue estatizada a partir de un proyecto presentado por la Legislatura bonaerense, y cedido a la Municipalidad La Plata para que allí funcione un centro de atención y prevención para víctimas de violencia de género.
En octubre de 2021 la provincia tomó posesión del inmueble y en ese marco Estela Díaz, ministra de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual bonaerense, al respecto manifestó: "Las organizaciones pidieron que fuera un lugar de atención y prevención de la violencia y nosotras creemos que también de memoria; la memoria como política reparatoria es muy importante". Además, a partir de un proyecto presentado por la concejala del Frente de Todos, Ana Castagneto, se consiguió que “todos los bienes inmuebles que el municipio adquiera, de forma directa o, como en este caso, como expropiación de un organismo del Estado, que tengan que ver con causas de violencia de género se deberán destinar a esta temática de género y diversidad”.
Castagneto relata que la idea del proyecto nació en la Mesa Local de Género de La Plata, de la que formaba parte junto a otras concejalas, organizaciones, e instituciones, ya que no tenían un lugar físico fijo donde encontrarse a trabajar. “Me parece que es un hito que la casa donde se cometieron estos terribles femicidios sea un lugar para hacer ese tipo de reuniones, que la Secretaría de Género funcione ahí y que sea un emblema, y que se siga recordando el horror de lo que pasó. La idea es que las organizaciones que luchan contra la violencia, que son muchas en La Plata, se apropien de esos lugares para seguir generando mecanismos de protección contra las mujeres y diversidades que sufren violencia”, aclara.
¿Hemos aprendimos algo del caso Barreda?
Si bien es difícil hablar de aprendizajes cuando se trata de muertes y asesinatos, se puede analizar cómo el caso Barreda potenció algunos procesos sociales que ya previamente se venía gestando ligados a los reclamos feministas y la desnaturalización de la violencia de género. “Creo que en estos 30 años la lucha feminista ha logrado que la mayor parte de los medios tenga cuidado en la forma en que tratan los femicidios. Aun así, todavía hay reportes donde pareciera que la víctima es la culpable, donde está claro quién la asesino pero salen fotografías solamente de la víctima, y otras este situaciones escabrosas . Todavía hay análisis que no tienen una clara perspectiva de género”, explica Stola.
Además el psiquiatra cuestiona que los femicidios suelen analizarse de forma tal que “en general los varones, que ejercen violencia de otras intensidades, se sienten muy lejos de los asesinos. Lo paradójico es que estos mismos varones, que están hechos ejerciendo violencia, pueden tener discursos morales y descalificaciones con respecto a los femicidas”. En este sentido, si bien destaca que la lucha feminista ha permeado su discurso en gran parte de la sociedad, sobre todo en muchas mujeres, “son muy pocos los hombres que han producido cambios profundos y todavía objetivamente no hay un colectivo de varones que impacte culturalmente en la sociedad y que uno pueda decir cómo está cambiando Argentina”.