José Luis Fernández: "Hoy es muy difícil no estar mediatizado"

El semiólogo de la UBA habla de las redes sociales y adelanta que el gobierno fracasará si intenta regularlas.

25 de abril, 2021 | 00.05

El profesor de Semiótica de la Universidad de Buenos Aires (UBA), José Luis Fernández, analiza la mediatización de la vida que cada vez más parece borrar la frontera entre lo privado y lo público. En una entrevista con El Destape, el autor analiza la influencia de las redes sociales y sostiene que el Estado fracasara si quiere controlarlas.

"El libro hace un esfuerzo por diferenciar lo que son fenómenos imaginarios de la mediatización muchos de ellos que provienen de la elite y aquellos que son los riesgos reales de la mediatización", sostiene.

-Vivimos en la mediatización: ¿pensamos nuestras vidas con respecto a cómo pueden ser mostradas?

Cada vez más nuestra vida o parte de ella están mediatizadas de base. Pensemos nuestra relación con nuestros familiares o amigos que no viven cerca. Pensemos en estos momentos de confinamiento que no perdemos el contacto con los individuos que nos interesan. Yo estuve internado seis semanas por Covid y buena parte de mi vida siguió funcionando normalmente. Cuando me sentía bien era lo mismo estar en terapia intensiva que estar en mi casa. Eso lo naturalizamos y no nos damos cuenta que nos falta algo vinculado a lo físico.

-¿Cuál es la interacción entre lo masivo y lo individual que observamos en las plataformas?

Entre lo masivo y lo individual tiene que ver con que aquello que le comentamos a un amigo en Twitter o en Facebook o un foto en Instagram puede llegar a viralizarse hasta convertirnos en una especie de enunciador mediático. Eso me parece que ni siquiera es una decisión: uno puede decidir confinarse, pero es muy difícil no estar mediatizado. No son decisiones fáciles de sostener individualmente.

-¿Vivimos en una época de abrumadores cambios mediáticos?

Una cosa es la velocidad de los cambios y otro cosa es el hecho de que la velocidad nos abrume. La máquina de vapor nos generó velocidades que nos abrumaban, el cine nos abrumaba, la radio nos abrumaba. Lo que pasa es que se ha naturalizado que vivimos en plataformas, en redes, pero no nos damos cuenta que todavía estamos abrumados porque son fenómenos nuevos. Los nativos digitales no usan todas las áreas de las redes y se tienen que entrenar para hacerlo. Una de las conclusiones del libro es que las sociedades van a seguir cambiando y van a seguir construyendo y se van a seguir adaptando a nuevas mediatizaciones.

 

-Citando a Verón, ¿Las redes sociales son homogéneas y al mismo tiempo diferentes?

Existe una maduración de las plataformas. El público y el periodismo especializado creen que las plataformas son de mono-uso y que no se transforman: facebook no se creo como una plataforma afectiva, amorosa, artística o de trabajo como es ahora. WhatsApp era para mensajes individuales y ahora se utiliza como debate, para difusión. Se creyó que Tik Tok era para chicos, pero cada vez más adultos las usan y los chicos tienen que irse a otros espacios. Las vidas en las plataformas son dinámicas y los cambios son por rediseño o por imitación. Además, los usuarios promueven usos alternativos de la plataforma. Por ejemplo, Youtube no fue creada para distribuir música, ni para enseñanza, como se da con los tutoriales. Aún las plataformas más masivas se están transformando todo el tiempo.

-¿Las redes, las plataformas, son espacios del poder?

Hay una doble respuesta. No hay ningún lugar en nuestra sociedad donde no haya una disputa de poder. Lo que no se ha verificado y menos en el mundo de las plataformas es que ese poder haya alcanzado a eliminar al antipoder. No se han detenido los movimientos alternativos. Estas mediatizaciones generaron el sueño de la horizontalidad y de las nuevas democracias, pero era un pensamiento naif aunque fuera aclamado por sociólogos muy sofisticados. Pero tampoco son sistemas de puro control. El caso de la pandemia muestra los límites del control de la especie humana en la tierra.

Las vacunas van ser aplicadas en relación al poder, pero estas instancias de mediatización no van a permitir que los laboratorios ejerzan un monopolio sobre cinco vacunas. Creo que lo que hay que ver son los límites de los poderes y a partir de allí ver las posibles intervenciones que lo pongan en cuestión. Se les atribuye a ciertos medios un poder que no se evidencia en lo social.

-¿Considerás peligrosa la vida en plataformas?

Hay quienes denuncian que hay un peligro en Twitter y lo dicen a través de Twitter. Aquellos que alertan sobre los peligros se creen impunes al peligro. Todo ese pensamiento está dominado por la alegoría de la caverna de Platón, donde los filósofos que estaban destinados a gobernar tenían una mirada transparente sobre la realidad del mundo, mientras que había otros que estaban encadenados y lo único que veían era un reflejo. Esa alegoría está metida en el corazón de occidente y es una teoría falsa. Conozco muchos más nativos que viven de forma más tranquila con la mediatización que aquellos que se viven haciendo mala sangre por fenómenos no verificables. Hay una preocupación por los periodistas antivacuna que por su prédica pasaron del 1 por ciento de rating al 3 por ciento del rating, cuando al 97 por ciento de los restantes no les interesa. Así se han analizado los efectos de los medios al menos desde el siglo XIX con la expansión del periodismo de masas. Entonces, por ejemplo, ¿qué riesgo hay por tener el teléfono en la mano si con él estás haciendo buena parte de tu vida social?

"El libro hace un esfuerzo por diferenciar lo que son fenómenos imaginarios de la mediatización muchos de ellos que provienen de la elite y aquellos que son los riesgos reales de la mediatización", sostiene.

-En medios de comunicación y en redes sociales se dijeron mentiras peligrosas como que tomar dióxido de cloro es bueno para prevenir el covid o que la vacuna es veneno. ¿Es posible la intervención del Estado en esas publicaciones?

 Seguramente se va a intentar controlar, pero seguramente van a fracasar. Creo que un esfuerzo que tiene que hacer la ciencia es investigar fenómenos con resultados que sean aplicables, pero no ser influidos por el esfuerzo de convencer a otros. Pero, por otro lado: ¿qué significa intervenir? ¿el trumpismo terminó porque le pusieron un freno a Trump o era un fenómeno de las sociedades hacia las plataformas? Hay interacción, sí, pero esa interacción es parte de la misma sociedad, no sólo desde la mediatizaciones. El poder tiene que estar destinado a la logística. El Estado debe garantizar el acceso a las redes y no intentar controlar aquello que no va a poder controlar.

-¿Hay un predominio de la imagen por encima de la palabra, una reducción del texto en las plataformas?

Lo que veo en ese tipo de preocupaciones es que en verdad preocupa lo que tiene éxito y sobre eso se deposita la mirada construyendo una preocupación social. Creo que desde el sms y el chat hay una explosión de lo escritural en la sociedad y eso no ha parado. A mí siempre me emocionó ver a las personas que consideramos sencillas poder utilizar la escritura. Una de las consecuencias en esta transformación es que el que aprende a leer y escribir nunca va a abandonar la lectoescritura. Antes lo que ocurría era que se olvidaba y se daba un analfabetismo de hecho. El nivel de escritura en los sectores populares es gigantesco con respecto a hace treinta años y eso no ha sorprendido a los intelectuales a quienes supuestamente les preocupa ese sector.

-Bauman decía a principio del siglo que las juventudes se iban a volver más individualistas, más hedonistas y menos comprometidas. ¿Compartís esta impresión hoy a 21 años de esa afirmación?

Primero las nociones como la de juventud, que surge desde el 50 y que se usaba para diferenciarla de los adultos en sus consumos, son difíciles de aplicar. Me parece que el problema con ese nivel de análisis es más de quiénes hacemos los análisis que de los objetos de análisis. La pandemia muestra que hay muy poco saber microsociológico y eso sorprende. Los jóvenes que Bauman decía que eran los que necesitaban estar conectados a las computadoras como una fuente de alimentación son los sectores que más sufrieron el aislamiento y son los que están dispuestos a dar la vida para encontrarse con sus amigos y sus familiares. Los que Bauman acusaba de hiperconectados son hoy acusados por irresponsables al querer dejar la virtualidad para verse cara a cara. Si no entendemos eso entonces no entendemos el rol que cumplen ciertos actores del mundo político, social y periodístico sobre la crisis de lo social.