Muertes menores

12 de julio, 2024 | 16.35

“A modo informativo les comento de un fallecimiento de una persona en situación de calle de 62 años. El caso ingresó por llamado de policía de la Ciudad. El suceso ocurrió en la vía pública, en la calle Av. Fernandez de la Cruz y Av. Cnel. Esteban Bonorino, vereda de la cancha de san Lorenzo…”.  El martes que pasó, más o menos a la misma hora en la que Javier Milei y Victoria Villarruel se paseaban sobre un tanque de guerra como si fuera una carroza el día de la primavera, este mensaje circuló entre las organizaciones que trabajan con personas en situación de calle. Era la quinta muerte de un hombre sin techo desde que el frío austral puso alertas rojas en buena parte del territorio argentino, un frío intenso que se siente en la cara, en cada pequeña parte que queda desnuda del cuerpo, como una laceración.

El frío puede matar y de hecho los cinco hombres que fallecieron en los últimos día sufrieron hipotermia. Se habla de ola polar y cualquiera la siente en los hombros contracturados, en la manera de caminar agitada para llegar a resguardo, en los interminables minutos en que se espera un colectivo. Pero hay quienes no llegan nunca a resguardo, no tienen, nadie se los ofrece. No alcanza entonces con el frío para matar, es la indiferencia frente a quienes están en esa situación de falta de todo cobijo, la situación de no tener una puerta que cerrar para guardar la intimidad y conjurar el aire helado.

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“El frío no el causante de estas muertes, sino la desidia estatal del gobierno de la Ciudad y sus políticas de parche que no resuelven la situación de las personas en situación de calle. Hoy por hoy, los centros de integración social no tienen vacante y nuestrxs compañerxs no pueden ingresar, quedando expuestxs durante la noche a estas bajas temperaturas”. Así lo definió la Asamblea Popular PSC (Personas en Situación de Calle) cuando comunicaron la muerte de los tres primeros hombres que fueron víctimas del clima -en Palermo, Once y Retiro- y de la falta de vacantes en los paradores, víctimas también de la total ausencia de operativos especiales pare enfrentar una situación extrema como esta ola polar.

Florencia Montes Paez es parte la Asamblea PSC, como integrante de No Tan Distintes, organización que acompaña desde hace más de diez años a mujeres y disidencias sexuales en situación de calle desde una perspectiva transfeminista. Es la autora, además, de Acompañar es político (Abduciendo ediciones), un libro en el que registra ese recorrido de acompañamientos que organizaron en 10 principios que no están jerarquizados entre sí, pero nombrando los que siguen se puede tener una idea de un modo de militar con otres, también de vivir con otres: poner el cuerpo, vincular desde el afecto, registrar el deseo, amortiguar la violencia, luchar con todes.

“La situación actual es mucho más grave que la de años anteriores -dice Montes Paez-, primero por el recrudecimiento de las políticas de exclusión del Gobierno de la Ciudad que ya eran un problema antes de esta última gestión, pero con Jorge Macri se hizo más evidente la mirada punitiva de la Ciudad y se ve principalmente en que, aunque hay más personas en situación de calle no hay más alojamientos. Tampoco hay políticas para quienes están en riesgo de quedar en esa situación: ya no hay subsidios habitacionales y así crece la cantidad de gente que queda en la calle por primera vez.” A esto se suma, dice Florencia, que los paradores tienen “listas negras” para las personas que consumieron o que se suponen conflictivas que ya no pueden entrar a buscar abrigo y quedan obligadamente a la intemperie.

En los últimos días, mientras el frío empezaba a arreciar, circularon también por redes imágenes que son cotidianas en muchos barrios de la ciudad, sobre todo en Constitución y Barracas, el sur olvidado más allá de la decisión cosmética del Gobierno de la Ciudad de mudar a esos límites algunos de sus servicios. Georgina Orellano, secretaria general de Amar, el sindicato que reúne a trabajadoras sexuales, compartió un video en su Instagram en el que se ve cómo policías de la Ciudad patean las pocas cosas que tiene una persona que vive en la calle, las tiran a la basura, desconocen incluso ese minúsculo primer principio del tan mentado Pacto de Mayo en julio: la inviolabilidad de la propiedad privada. “Esta es la política de higienización que lleva adelante Jorge Macri en la Ciudad”, escribe Orellano, que también asegura haber recibido en la sede del sindicato, en Constitución, denuncias de “abusos sexuales, robos y violencias” en los paradores.

“La situación es desopilante -agrega Florencia Montes Paez-, no hay ningún paliativo para los sectores populares. En nuestro espacio vemos llegar a compañeras que están prontas a quedarse en la calle y que vienen a pedir mercadería o algún subsidio para ver si pueden evitar esta situación. Y obviamente, las que ya están en calle y que no pueden ingresas a los paradores llegan destruidas, por el frío, por la itinerancia permanente, por el consumo. Es mucho más complejo que en años anteriores. Sentimos mucha impotencia ¿Cómo no se puede evitar las muertes? Aun cuando la situación de calle no es un problema del invierno, algo que venimos diciendo desde hace mucho, algo se debería haber podido hacer para evitar los fallecimientos”.

Si entre junio de 2023 y junio de 2024 habían muerto en la calle sin signos de violencia 17 personas según la Asamblea Popular PSC, en la última semana esa cifra aumentó exponencialmente.

¿Quién llora a las personas que mueren en la calle, quién hace el duelo por esas vidas desnudas? Que deambulan con sus cosas a cuestas, que son tratados y tratadas como enfermos o delincuentes, a quienes la Policía de la Ciudad encarcela por tener “armas no convencionales”: un cuchillo tramontina, una varilla, un cúter que no habían empuñado contra nadie -la jueza Natalia Ohman anuló 125 detenciones de personas pobres por este motivo-; personas a las que se mostró como objetos que afean la ciudad, personas a las que tantas veces evitamos mirar cuando se camina rápido para que el frío no agarrote los músculos. ¿Cuánto valen estas vidas por las que tan pocas lágrimas se derraman? ¿Qué clase de comunidad, de sociedad, se organiza sobre la indiferencia frente a la total desposesión de algunos, de algunas? que, como dice el nombre de la organización a la que pertenece Florencia Montes Paez, no son tan distintes de cualquiera que ahora mismo está sufriendo un despido, un desalojo, la lenta mengua de sus ingresos. Que no son tan distintes de cualquiera que haya quedado en el foco de la crueldad: detenidos o detenidas por protestar a quienes se les suspenden todos los derechos -todavía quedan dos detenides a un mes de la desmedida represión del 12 de junio pasado-, personas que necesitan medicamentos complejos y son reducidas a números de trámite que no se resuelven mientras agonizan, jubilados y jubiladas que tienen que elegir entre comprar medicamentos o comida.

Deshumanizar es el paso previo a aniquilar, lo dice la historia de los genocidios. Es una práctica que viene poniéndose en juego desde la violencia discursiva de un gobierno que hace de la crueldad la temperatura emocional de sus acciones y comunicaciones. Quienes murieron en la calle, quienes podrían morir todavía por la falta de políticas públicas, ya estaban en esa categoría de no humanes: cuando se mostró a la situación de calle como si fuera basura a la que hay que retirar. Cuando se las detiene arbitrariamente, cuando se cierra la puerta de un parador aunque afuera hay un frío literalmente mortal.

Necesitamos, como sociedad, hacer un duelo por estas muertes que desde el poder parecen considerarse menores. “Mucha gente piensa que un duelo es algo privado, que nos devuelve a una situación solitaria y que, en este sentido, despolitiza -dice Judith Butler en El Poder del duelo y la violencia-. Pero creo que el duelo permite elaborar en forma compleja el sentido de una comunidad política”. Nadie se salva solo, se repite desde la resistencia a la política de la crueldad en esta época de gobiernos cada vez más a la derecha. Ningún destino está desvinculado completamente de los otros, de las otras. Sacudir la insensibilidad frente a estas muertes que no son menores es más que resistir, tal vez sea el paso necesario para hacer re-existir una comunidad política en la que la patria sea el otro, sea con nosotres.

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