La familia de Nahir Sánchez migró a Buenos Aires desde Paraná, Entre Ríos, buscando trabajo y un lugar donde vivir. Se instalaron en Villa Soldati. Nahir se crió con la chamarrita que acompañaba las noches sin luz, con su abuela Carola, la curandera del barrio, y escuchando los sonidos de Santiago que llegaban desde la casa de los vecinos. Con el tiempo la ciudad le trajo nuevas músicas, otros estilos, y su paso por la Universidad Nacional de las Artes terminó de conformar una impronta única. Ese combo ecléctico y disruptivo se expresa hoy con toda su fuerza en Villera VIP, la banda con la que Nahir sale a los escenarios a plantar su mensaje y decir “acá estoy”.
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―¿Cómo empezó la fusión que te caracteriza?
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―Mi familia tiene muy arraigada la chamarrita, el chamamé, todo la música entrerriana. Cuando yo era chica vivíamos sin agua, ni cloacas, no teníamos nada en términos materiales, pero sobraba lo musical. Para mi por ejemplo era muy natural cantar antes de dormir, y quizá en ese momento no me daba cuenta de que estábamos haciendo música popular. Me acuerdo que había una sola guitarra en toda la casa y cuando se cortaba la luz era mágico porque brotaban voces, sonidos, nos poníamos a escribir canciones. Después fui creciendo y la ciudad me trajo a Charly García, me trajo el rock, otras cosas. Hoy miro desde mi presente y pienso que si no hubiese tenido el arte, la música, la cultura, no sé cómo hubiese podido sobrevivir a todo lo que faltaba. Crecí así como una persona dual, en mi está presente mi barrio pero también la ciudad, está Entre Ríos pero también Buenos Aires.
―¿Te imaginabas componiendo canciones?
―Muchas veces me escapaba de la realidad pensando que iba a estar en un escenario cuando fuera grande, ese era mi objetivo, poder cantar. Ahora el objetivo cambió porque ya no solo quiero subirme al escenario sino que me importa lo que transmito ahí, poder dejar un mensaje, contar esta historia que es mía pero representa también a otras mujeres de los barrios populares.
Cuando Nahir piensa en los caminos que anduvo para poder desarrollarse como artista y evoca las herramientas que la forjaron, aparece esta amalgama entre los saberes populares y el recorrido académico. Uno de los elementos que sin dudas la atravesó fue su paso por la Universidad Nacional de las Artes. “Yo estoy muy agradecida con la universidad pública. La UNA me abrazó y me dijo: ‘Mirá, podés estudiar por más que seas grande, por más que vivas en la villa, por más que no hayas estudiado antes’.”
―Hubo un debate público importante en este último tiempo respecto a la Universidad y su financiamiento, ¿vos qué pensás?
―Pienso que la Universidad es parte del territorio, y que si el territorio tiene hambre o frío, con la universidad va a pasar lo mismo. Por más que a veces los villeros y las villeras no seamos parte concreta de la Universidad como estudiantes, sí somos parte como actores sociales, y la universidad tiene una influencia muy marcada en los barrios.
Cuando yo era chica esperaba que la Universidad venga al barrio. Venían desde el área de Extensión universitaria que es un término con el que no concuerdo mucho, pero más allá de que se pueda debatir ese enfoque, nos traían talleres, herramientas, venían diferentes personas de afuera del barrio y para nosotros eso era excelente. Es importante que la Universidad llegue al barrio y que el barrio pueda también cuestionar el academicismo, que la Universidad se enriquezca con las herramientas que el barrio tiene para ofrecer, y viceversa. Creo que así puede llegar la verdadera transformación, se necesita ese ida y vuelta. En cambio si la Universidad es desfinanciada y a los barrios se les quita la comida, solo nos vamos a acercar a lo que pasó en el 2001: hambre, narcotráfico, y una Universidad elitista y aislada.
Nahir aprendió a través de su propia experiencia, que las cualidades, la vocación, y las ganas necesitan espacios de contención y desarrollo para crecer. En su caso, los inicios implicaron enormes desafíos:
―Mi sueño cuando era chica era cantar en un escenario, me presenté a un montón de castings de acá, de la Ciudad de Buenos Aires, y en todos quedaba porque era buena. Era una piba que bailaba y cantaba muy bien, pero después no tenía plata para viajar, no tenía ropa para ir a los ensayos, había mucho bullying también si eras pobre, cosa que ahora se está volviendo a ver. Entonces dije, bueno, no va a volver a pasar que una piba tenga ganas de cantar y bailar y no tengo un espacio. Y decidí hablar con mi abuela, que tenía un lugar, y así armé un centro cultural que se llama “Lo de Carola”. De ahí salieron muchas pibas cantantes, algunas trabajaron muy arduamente su voz, su repertorio, y fueron seleccionadas en los Juegos Evita como Primera Voz Nacional, otras hicieron un disco con la Universidad Nacional de las Artes, por citar algunos casos. Es un espacio creado para que no le falte a los pibes el arte y la cultura. Hoy lamentablemente se ha transformado en un centro de asistencia más que nada porque la gente tiene una necesidad que es morfar, pero siempre estamos tirando ahí por abajo poesías y música.
―¿Cómo se juega la historia de tu abuela en tu vida?
―Criarme viendo cómo ella curaba y ver realmente que la gente sanaba, es directamente proporcional a quien soy ahora. El arte que hago está muy atravesado por su historia viajando de Entre Ríos hacia Buenos Aires, tratando de abrirse lugar acá. Hay que venir desde una provincia a querer hacerse lugar en esta ciudad con todos sus egos. Ella se abrió camino y creo que esa fuerza me la transmitió y la veo cuando yo también me abro paso en la música y digo “Mañana voy a tocar en Palermo, me voy a poner un top, unas uñas así de largas, tacos gigantes y voy a romper la noche para contar las cosas a mi manera, que no es como ellos quieren que las cuente. Porque claramente una villera tiene que hablar desde un lugar de sumisión, ni brillos, ni uñas, ni rock. Yo rompo con eso como rompió Carola con su estigma de provinciana, y me animo a meter sensualidad, sexualidad, a levantar las banderas LGTB, a contar que en los barrios hay hambre y necesidad, y lo hago desde mi lugar. Carola me inspira, ella finalmente fue la más porteña de todas porque sostuvo a cientos de pibes que iban a su casa a curarse. Ese linaje feminista, matriarcal, me llega y de eso estoy hecha, sin dudas.