El 15 de julio de 2010 Argentina se convirtió en el primer país de Latinoamérica y el décimo en el mundo en legalizar el derecho de contraer matrimonio a parejas del mismo sexo, en las mismas condiciones que las heterosexuales, con la Ley de Matrimonio Igualitario. Alejandro Vannelli y Ernesto Larresse, la primera pareja gay en casarse en la Ciudad de Buenos Aires, sentaron un precedente en la visibilización de la conquista social por la que tantos años peleó la comunidad LGBTIQ+. Del rechazo a primera vista –concepto que sirvió para titular el libro con su historia de amor y militancia- surgió un vínculo honesto que superó adversidades y les permitió construir una familia. En diálogo con El Destape, Larresse y Vannelli repasan sus más de cuatro décadas juntos.
- ¿Hace cuántos años qué están juntos?, ¿existe alguna fórmula para lograr un amor tan resistente?
Ernesto: Hace un poco más de 45 años que estamos juntos. Nos conocimos en enero del ’76, un par de meses antes del golpe del 24 de marzo. En cuanto a la fórmula, para mí, siempre fue la libertad. Una de las primeras frases que Alejandro me propuso cuando nos conocimos dice ‘nunca te voy a pedir ni te voy a dar lo más importante que hay después de la vida: la libertad’. En base a eso nuestra relación siempre ha sido de ‘amigos con derecho a roce’. Ese cimiento fue el que nos dio la hermosa familia que tenemos con hija, nietos.
Alejandro: Y ahora en agosto seremos bisabuelos. Estamos esperando a Cielito, que continúa la estirpe familiar. A Ernesto siempre le dije que sería lo primero pero no lo único en mi vida, y que yo quería ser lo primero pero no lo único en la vida de él. Creo que es importante que en las relaciones se pierda esa concepción de medias naranjas; cada uno es una naranja y se nutre con el otro, fortaleciendo el vínculo. Nuestro amor ha ido creciendo con los años al punto de amar a Ernesto mucho más que durante los primeros años de noviazgo. Todos los días decretamos que queremos estar el uno con el otro ya que somos conscientes de los componentes químicos que hacen que el amor a veces se vaya.
- Partiendo del decreto de libertad que llevan en el día a día, ¿cómo manejan los celos en la pareja?
E: Trabajando mucho nuestros prejuicios. No hemos sido una pareja de personas fieles, sino leales y honestos el uno con el otro. Blanquear las cosas te permite construir una relación de libertad sexual, dentro de los parámetros del amor.
A: Por supuesto que ha habido momentos en donde no todo fue un lecho de rosas. Hemos discutido muchísimo. A veces de manera muy fuerte. En mi caso, por ejemplo, estaba formateado con la idea de buscar felicidad en la “normalidad” debido a la estructura que me dio la escuela y mi familia. La verdad es que me costó aprender que no existe lo normal. Ernesto me ayudó a evolucionar como persona. ¿Cómo vas a dejar a una persona que no te corta la libertad?
- Y te saca del modelo de amor tóxico.
E: Tal cual. Creo que la cultura occidental está tan arraigada al concepto de la propiedad privada que lo hemos pasado a los seres humanos. Los celos aparecen cuando convertimos al otro en un objeto de nuestra propiedad, “sos mía”, “sos para mí”.
- En el libro que ambos escribieron, Rechazo a primera vista, Ernesto detalla que en un principio no le causaste buena impresión. ¿Te pasó algo similar, Alejandro?
A: El amor es una sorpresa. Veníamos de dos mundos totalmente diferentes: él de la escuela pública y del conurbano bonaerense; yo del San Martín de Tours y de Avenida del Libertador y Saguero.
E: ¡Re oligarca! (Risas)
A: De mi lado no hubo rechazo a primera vista, fue más bien al revés. Venía de una relación de varios años, un tanto nociva, y cuando vi al cuerpo de bailarines que acompañaba a Antonio Gasalla, en Gasalla for Export –los mismos que habían estado con Nacha Guevara hasta que pusieron una bomba en el complejo Estrellas y se cancelaron las funciones- mi primera intención fue querer bajarle la caña a todos. Ernesto era el último de ellos. No era más que un chico lindo.
E: Y atractivo, inteligente (Risas) Se la hice difícil.
A: Recuerdo que pensé: “¿Quién se cree que es este pelotudo? Lo voy a conquistar y me lo voy a voltear”. Fue una utilización. Después del golpe del ’76, y luego de algunos touch and go con Ernesto, me fui a Europa pensando en mi otra relación. Cuando vuelvo a Argentina voy a una función de Gasalla for Export y al término me dirijo a los camarines. Voy directo al camarín de Ernesto y cuando abro la puerta entrecruzamos miradas y lo invité a comer. No tenía planes así que fuimos junto a Mirta Busnelli y Alicia Mannnio a Edelwiess. Después se vino a casa, dejó el cepillo de dientes y acá estamos.
MÁS INFO
- ¿Fue ese el momento bisagra en el qué delimitaron que su vínculo ya no era un simple touch and go?
E: Eso vino más adelante, después de un viaje de Ale a Europa. Llegó con el mensaje de ‘hay que irse’ de Argentina porque con la dictadura todo estaba muy denso, no se podía respirar. Antes habíamos tenido a la Triple A que, paradójicamente, fue la responsable de que nos conociéramos tras la explosión de una bomba durante el espectáculo de Nacha Guevara, Las mil y una Nachas. Luego del mensaje de Alejandro, junto a un grupo de amigos y conocidos nos fuimos del país. Todos menos él.
A: Eso hizo que se fortaleciera nuestro vínculo. Al estar lejos nos mandábamos cartas de 20 páginas y casettes, en las que abrimos el corazón para expresar todo lo que sentíamos por el otro. Ernesto mostró una sensibilidad que me enamoró mucho más. Mientras él estuvo en España traté de no engañarlo con chicos, sino que estuve todo el año saliendo con Reina Reech. Otro tipo de relación. Le mandaba fotos sexys con Reina para que tuviera un poquito de celos.
E: 0 celos.
A: Cuando lo fui a visitar fue tan hermoso ese encuentro que entendimos que algo más estaba sucediendo.
Sí, quiero
- Años más tarde llegaría el matrimonio. ¿Quién le propuso a quién dar ese paso?
E: La idea fue de un tercero, Bruno Bimbi. Él fue el que nos propuso presentarnos en el Registro Civil y sacar un turno para casarnos.
A: A Ernesto siempre le preguntaban si se había casado conmigo por amor y él les respondía que por dinero, ya que por amor no necesitaba a nadie que validara sus sentimientos.
E: Lo que me casa es el amor, no una autoridad religiosa. Tanto Alejandro como yo abominamos la institución matrimonial. La única utilidad que tiene es poder regularizar situaciones económicas.
- Igual, las fiestas de casamiento no están nada mal.
A: Por supuesto. ¡Y tirar el ramo! Nuestro matrimonio marcó un precedente que ayudó a visibilizar una conquista social para las parejas del mismo sexo y seguir la lucha de los hermanos Jáuregui, César Cigliutti, Lohana Berkins y tantos más que pusieron el cuerpo. Cuando nos presentamos en el Registro Civil ese martes 13 de junio de 2007 fue muy emocionante porque justo cumplíamos 31 años de estar en pareja. Llegamos a las 8 de la mañana y nos recibió un enjambre de cámaras y micrófonos, periodistas, público, políticos, actores, amigos y un revuelo inexplicable. Una empleada lloraba porque no nos podía dar el turno ya que la ley no permitía que dos hombres se casaran.
E: A sabiendas de que aquel día de 2007 nos iban a decir que no, pudimos presentar un recurso de amparo que llegó a la Corte Suprema e instalar en la mesa familiar el tema de la sexualidad y el matrimonio entre homosexuales. No hay que olvidarse que cuando fue la época más cruda de la proliferación SIDA en la población homosexual, cuando tenías a tu pareja muriéndose en un hospital no podías ir a visitarla porque no tenías una libreta matrimonial que acreditara el vínculo. Hemos visto muchos casos así, amigos cercanos. Siempre nos guió la Memoria de entender que casarnos fue un acto de militancia y amor por la sociedad.