La ultra derecha y su insólita apuesta a la diversidad sexual

14 de noviembre, 2021 | 00.05

El último sábado se desarrolló en la Ciudad de Buenos Aires la 30° Marcha del Orgullo LGBTIQ+ . De la celebración, a tres décadas de la primera, participaron cerca de 800 mil personas, organizaciones sociales, partidos políticos y múltiples colectivos de la comunidad. Según los propios organizadores fue la más grande de la región y la de "mayor concurrencia de la historia". La jornada comenzó temprano en la Plaza de Mayo y finalizó en el Congreso de la Nación. El recorrido elegido entre estos dos puntos centrales de la Ciudad de Buenos Aires, íconos de la historia, no es azaroso. Además del baile, los brillos, la música, el baile y las performance artísticas con aire carnavalesco, la Marcha del orgullo se trata de un encuentro netamente político.

En la edición 2021 los principales reclamos y banderas fueron la aprobación de los proyectos de ley #ReconocerEsReparar y de jubilaciones y pensiones para personas mayores travestis y trans;  la aparición con vida ya de Tehuel de la Torre, joven trans que se encuentra desaparecido hace más de siete meses;  fortalecimiento de las políticas públicas y presupuestos con perspectiva de género y diversidad sexual; la sanción de una nueva Ley Nacional de Respuesta integral al VIH, las Hepatitis virales, la Tuberculosis e infecciones de transmisión sexual (ITS) que garantice el acceso a la salud integral; la efectiva implementación de la Educación Sexual Integral con perspectiva LGBTIQNB+ en toda la Argentina; y la reforma judicial para implementar una perspectiva de género y diversidad sexual que garantice un verdadero acceso a la justicia; entre otros puntos.

Así como ocurrió con el feminismo desde mediados del siglo XX, el colectivo de la diversidad sexual es uno de los que más ha crecido en las primeras décadas del siglo XXI a nivel mundial. Por su militancia ininterrumpida, su mirada transversal de la realidad, y su cada vez mayor visibilización, ha ido ganando un lugar más preponderante en la conversación social y en las agendas de políticas públicas de muchos Estados, Instituciones y organismos internacionales. Los cambios culturales y las conquistas conseguidas en materia de derechos políticos, económicos y sociales, son innegables. Sin embargo no es una constante en todas las regiones, y en muchos lugares del mundo aún persisten legislaciones y prácticas discriminatorias y excluyentes.

No hay derechos sin políticas públicas

En nuestro país la puerta de ingreso a la política la abrió la ex Presidenta Cristina Fernández de Kirchner en 2010 con la Ley 26.618, más conocida como Ley de Matrimonio igualitario. Argentina fue el décimo país del mundo en dar este paso fundamental, fue pionero en América Latina, e inició un proceso de grandes transformaciones a nivel local y en otros países de la región. En la misma línea, la Ley 26.743 de Identidad de Género, sancionada en 2012, es considerada una de las leyes trans más avanzadas del planeta que ha inspirado otras normas similares.

Por el contrario, entre 2015 y 2019, bajo la Presidencia de Mauricio Macri, se produjo un grave retroceso en lo que venía siendo una ola creciente de avances históricos, que incluyó algunos polémicos papelones como el hecho de que para la Marcha de 2019 el Gobierno Nacional negara la posibilidad de colocar un escenario en Plaza Congreso . Durante los cuatro años de mandato de Juntos por el cambio a las políticas de ajuste y vaciamiento del Estado, se sumaron el  abandono sistemático de las conquistas; la falta de compromiso con las políticas públicas apuntadas a la comunidad; el incremento de los niveles de violencia policial e institucional; y el empeoramiento de las condiciones de vida especialmente de las personas trans por la suspensión de los tratamientos y la falta de entrega de hormonas en el marco de la Ley de Identidad de Género. Otro ajuste presupuestario que afectó directamente fue el recorte a la Dirección Nacional de SIDA que trajo como consecuencia el desabastecimiento de medicamentos para las personas con VIH.

La (des)politización de la Marcha

Si bien la bajada de línea oficial de la convocatoria es netamente política y busca conjugar en el evento el espíritu de fiesta y los reclamos por una sociedad más igualitaria, con más derechos, y más diversidad, hay sectores del colectivo más reaccionarios. De hecho días previos a la Marcha en las redes sociales crecieron los  reclamos al Comité Organizador por la inclusión en el Documento final del pedido por la liberación de Milagro Sala, actual presa política. Las críticas que se multiplicaron apuntaban a “no politizar" las marchas.

Asimismo en una de las Carrozas se pudo ver bailando y pasando un buen rato a Martin Tetaz, candidato a diputado por CABA de Juntos por el Cambio y una de las estrellas mediáticas de la oposición;  Roberto García Moritán, el empresario esposo de Pampita y candidato a legislador porteño de JxC; y Yamil Santoro, también candidato a legislador porteño del macrismo. No solo eso sino que en la foto que se viralizó en las redes sociales se los ve al lado de una pancarta con el lema “Ley Integral Trans”.

Dicha imagen parece una ironía. Durante el año legislativo 2021 el bloque al que pertenecen se encargo de obstaculizar la sesión y puso en peligro la aprobación de  dos de los proyectos más exigidos por el colectivo travesti-trans y el feminismo en Argentina: la Promoción de Acceso al Empleo Formal para Personas Travestis,  Transexuales y Transgénero, o Cupo Laboral Trans; y  ley de Equidad en la Representación de los Géneros en los Servicios de Comunicación. En la Cámara baja fueron 11 lxs diputaxos macristas que votaron en contra del Cupo Laboral Trans (Juan Aicega, Federico Angelini, Jorge Enríquez, Alejandro García, Osmar Monaldi, José Luis Patiño, María Carla Piccolomini, Dina Rezinovsky, Francisco Sánchez, David Schlereth y Pablo Torell). Y en Senado el único que votó de forma negativa fue Ernesto Martínez, quien pertenece a Juntos por el Cambio a través del Frente Cívico de Córdoba.

Entonces: ¿cómo puede explicarse la foto? Se trata de un gesto más de hipocresía de JxC o es el resultado de nuevas articulaciones políticas que nos cuesta ver y pensar? Cuál es la razón por la que el sector de la política que históricamente obstaculiza la conquistas de las minorías llega a colarse en estos espacios aún estando en desacuerdo con sus reclamos?

En principio se podría pensar que es un gesto más de oportunismo político en el marco de las elecciones legislativas, que además auguran buenos resultados para la oposición. No sería la primera vez que Juntos por el Cambio se sube a las luchas sociales y políticas convocantes solamente para aparecer en la foto, y utilizar la fuerza de todo su aparato cultural como método persuasivo. Además si de algo sabe este sector de la política es de estrategia comunicacional.  En ese sentido se entiende que los esfuerzos estén puestos en no dejar vacíos al azar, acercarse a estos espacios aunque con cierta banalización y des politización de los reclamos, y reconocer la importante del colectivo LGBTIQ+ pensando en el armado político del futuro.

¿Putxs de derecha? Sí, putxs de derecha

Pensar que todo putx, lesbiana o trans tiene que ser progresista es de un reduccionismo ingenuo y peligroso. Todo esto nos conduce a afirmar, en principio, que pertenecer al colectivo de la diversidad sexual y ser de derecha es una identidad posible que no implica necesariamente contradicción, y que a medida que las sociedades se vuelven más inclusivas y avanzan en las conquista de nuevos derechos sociales y culturales, los escenarios donde se cruzan las identidades con la política son más complejos, variables y menos lineales.

Como explica Pablo Stefanoni en su libro “¿La rebeldía se volvió de derecha?” la sigla LGBTIQ+ de hecho  “visibiliza a la vez que oculta, o al menos aplana, la propia heterogeneidad interna de las diversidades sexuales y sus niveles de normalización social: no es lo mismo ser gay que lesbiana o transexual. Y lo mismo ocurre con las divergencias ideológicas en esta parte de la población. A diferencia de los homosexuales progresistas, quienes adhieren a la extrema derecha dicen no ‘querer politizar’ su identidad sexual”.

Para entender el fenómeno de estas nuevas “derechas gay friendly” tenemos que alejarnos un poco del caso de la Argentina y abrir el mapa global. Lo que esta pasando en Occidente, por ejemplo, es representativo de cómo la escena y el mapa político tradicional se ha transformado. En Europa uno de los temas que hoy marcan la agenda es la preocupación por  el crecimiento de las olas inmigratorias, la llegada a diario de miles de refugiadxs, y la construcción de una posible amenaza en relación al reemplazo de la población autóctona blanca y europea por inmigrantes no blancxs y peligrosxs. A las bases ideológicas más tradicionales, se le agrega entonces la cuestión de los valores, la tradición y la moral. Estos imaginarios reaccionarios, construidos sobre hechos reales pero miedos inventados, han conseguido hacer pie en muchos sectores sociales e incluso transformar las elecciones políticas de las mayorías populares, que hoy apoyan a la ultra derecha.

Son varios los partidos de extrema derecha que tienen miembros y referentxs abiertamente homosexuales o del colectivo de la diversidad entre sus filas: Alice Weidel, líder del partido de extrema derecha Alternativa de Alemania, es mujer, lesbiana, y encabeza desde 2013 un amplio sector del partido xenófobo y antiinmigración;  Florian Philippot, quien fuera el número dos de Marine Le Pe muchos años, es un gay declarado de ultra derecha que ha lanzado recientemente su propio partido y durante la pandemia convocó a manifestaciones contra las medidas del presidente Emmanuel Macron al grito de "Libertad, libertad"; y otro ejemplo es el caso del influencer británico Milo Yiannopoulos , autoproclamado "estrella del odio del pop" , que es abiertamente Gay y utiliza sus redes sociales para reproducir discursos anti feministas, racistas y contrarios a la justicia social.

Didier Lestrade , en su libro “Por qué los gays se pasaron a la derecha” de 2012 introduce el tema de cómo las nuevas realidades económicas e inclusivas transformaron la homosexualidad y las formas de construcción de identidad ligadas a la diversidad. Para el francés los homosexuales hoy constituyen una minoría privilegiada, sobre todo en términos económicos, con respecto a otras minorías sociales y sexuales, y ese salto cualitativo produce una suerte de "aburguesamiento" y la necesidad de la maldita distinción. El autor afirma que “asistimos al potenciamiento en Europa, desde el comienzo de la década de 2000, de una nueva forma de la extrema derecha que ha logrado el tour de force de ser al mismo tiempo xenófoba y progay”.

En términos deportivos si las minorías e identidades compitieran por un lugar en la plataforma de lo legítimo, los gays europexs blancxs siempre le van a ganar a lxs negrxs,  musulmanes, islámicos, árabes, o refugiadxs. Lestrade lo explica de esta manera: “Estamos frente a un cambio sin precedentes: los años 2000 son testigos de una instrumentalización de la causa lgbti contra otras minorías. Los gays contra los árabes y los negros. Es la primera vez que eso ocurre en la historia gay”.

El neoliberalismo y su gen atomizador

Pero además las nuevas condiciones que genera el sistema constituyen un caldo de cultivo perfecto para alejar a las minorías sexuales de la lucha política. El sistema económico cultural que nos rodea funciona como una máquina atomizadora de lo que hace décadas podíamos reconocer como la clase trabajadora. Como señala Daniel Bernabé en su publicación “La Trampa de la Diversidad”, de 2018, las políticas neoliberales están diseñadas para explotar y exacerbar las visiones de las minorías, fomentar subjetividades individualistas y la creación de una clase media aspiracional. El modelo de sujeto ideal es el individuo desclasado, descontextualizado, que se aleja de la transformación colectiva para poner toda su atención en un refuerzo identitario, pre formateado y mercantilizado.

El neoliberalismo crea un mercado de la Diversidad como envase, pero vaciado del contenido de la política. De esta manera solo queda el refuerzo de las múltiples diversidades, aisladas y fragmentadas, para asegurarse que compitan entre sí por mayor atención y no alteren las reglas del juego económico: “su única función es resaltar lo minoritario, lo específico, exagerar las diferencias”. Claro que de ninguna manera se trata de abandonar las banderas de la representación de las diversidades o las minorías sexuales. Eso significaría un retroceso histórico y un error de comprensión histórica. Pero tal vez sea momento de dejar de mirar tanto el espejo y volver a mirar al otrx, en su diferencia, en su otredad, para recuperar de una vez por toda la acción colectiva como única herramienta posible de trasformación material y simbólica de la sociedad.

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