Por qué Los Simuladores funcionó tanto en Argentina: el detrás de la psicología de ver a “un grupo de personas que resuelve problemas”

La película, que aún no tiene fecha de estreno, es muy esperada por los argentinos que ya ven a la serie como un clásico que forma parte del folklore de nuestro país. Un análisis psicológico de por qué necesitamos ver personas que solucionen cosas.

24 de septiembre, 2024 | 00.05

Más que una serie Argentina, “Los Simuladores” se ha convertido en un símbolo patrio. A Damián Szifron (creador y director) y Gustavo Malajovich (guionista) no les tembló el pulso a la hora de explorar conceptos muy propios de la psicología para aplicar en este grupo dinámico de individuos que cumplen roles y funciones complementarias.

Estrenada en 2002, la trama principal gira en torno a 4 sujetos que son contactados por personas con diversas problemáticas para llevar a cabo “operativos de simulacro” utilizando “métodos poco convencionales” de engaños y mentiras para poder ayudar a resolverlas. Generalmente quienes los contactan deben pagarles exactamente el doble de lo que cuesta el operativo, por la logística y mano de obra. Pero por supuesto que tienen consideraciones con aquellos que necesitan de sus servicios y no pueden retribuírselos a la brevedad. Las problemáticas traídas por quienes los contactan poseen distintos niveles de complejidad, desde conflictos cotidianos hasta con mafiosos. Pero de alguna forma u otra, este grupo resuelve realmente cualquier problema que se les pone en frente.  

Nuestros justicieros nacionales ocupan roles distintivos: Santos (Federico D’Elia) lidera y organiza, Lamponne (Alejandro Fiore) es el técnico que permite que los operativos se lleven a cabo, Ravenna (Diego Peretti) es el camaleón de grupo con una personalidad adaptativa a cualquier situación y Medina (Martin Seefeld) no solo es la pata investigadora, sino también quien aporta la sensibilidad y exterioriza todo el afecto hacia los muchachos.

Es interesante cómo la función que cada miembro del grupo cumple está íntimamente relacionada con su personalidad. Y, en cierto modo, las expectativas que el público televidente tiene acerca del desempeño de los personajes en su respectiva función se encuentran ligadas a lo que sabemos de ellos, a partir de lo que muestran.  Por ejemplo: Ravenna es un seductor nato, es muy bueno leyendo a las personas y adaptándose a cualquier situación. Sabemos que es un maestro en el arte de la interacción interpersonal, por eso nos quedamos tranquilos de que esté a cargo de la “Caracterización”. Ahora, si Ravenna tuviese que ocupar el lugar de Santos, quizás dudaríamos un poco de la efectividad del plan. No porque no pueda llevarlo a cabo, simplemente que su personalidad no va con las características más bien “frías y calculadoras” que uno esperaría de quien se encarga de la “Logística y Planificación”. Es así como empieza a jugarse la “Teoría de los Estados de Expectativas”, la cual nos permite hacer inferencias de cómo cada personaje puede contribuir al objetivo, asociándolos con una competencia en particular. Esto también contribuye a atribuirles un estatus o jerarquía. Si bien todos son extremadamente importantes e infaltables para el equipo, Santos es quién mejor representa los valores asociados con lo que en el imaginario colectivo es “ser un simulador”. El traje, los anteojos, la seriedad, la agudeza mental, la falta de vínculos significativos y la pasión por la lectura. Todas estas características son propias de su personalidad, pero a la vez cumplen la “prototipicalidad” de lo que se esperaría de un líder de un grupo que cumple misiones que requieren meticulosidad y precisión. Es por eso que, a la hora de jerarquizar y adjudicar roles, Santos posee una mayor autoridad para la toma de decisiones.

El estudio de grupos también aborda las combinaciones de individuos. Distintas reglas de combinación generan dinámicas variadas. En este caso, si bien cada uno desempeña una función en particular, siguen una combinatoria interactiva dado que son interdependientes para la consecución del objetivo último: completar todas las fases del operativo.

Con el correr de los capítulos podemos encontrar dentro de la dinámica ciertas contraposiciones entre personajes que son funcionales a la trama. Mientras Ravenna es soltero, extremadamente amistoso y activo para vincularse particularmente con las mujeres, Santos es viudo, bastante hermético y parco con ellas. Lamponne demuestra una masculinidad en demasía, mientras Medina exterioriza sus emociones de manera constante.

Si bien se basan en el método científico para el planteamiento del problema y la metodología a utilizar, ponen en práctica varias estrategias propias de la psicología en el procedimiento del simulacro. Para poner tan solo uno de los múltiples ejemplos que podría mencionar, en el capítulo de “El joven simulador” utilizan un método de asociación memorística para poder manipular al lapidario profesor de Física, Raúl Terrazas.

“Los Simuladores” fue una serie a la que no le tembló el pulso a la hora de poner en evidencia sucesos crudos y tomar una postura ante ellos. No quisiera dejar pasar lo sucedido en el segundo capítulo de la Temporada 2, “Z9000”, en el que la persona que los contactó es una mujer que sufre violencia de género por parte de su marido. Medina construye un perfil bastante completo, tanto de la víctima como del victimario: “La lógica del abusador suele ser la de echarle la culpa a la víctima. Ella es la culpable puesto que genera la ira y la explosión.” Al hablar de la víctima, comentó que “La autoestima de estas mujeres suele estar muy degradada, por lo cual no sienten derecho a ser felices ni a llevar el control de sus propias vidas.”. El análisis del comportamiento es bastante profundo y preciso para una serie que salía en televisión abierta en la época, poniendo de manifiesto el funcionamiento de muchos de estos vínculos: “Lorenzo utiliza tácticas psicológicas para ejercer el control sobre Betty, basta un gesto, una mirada, un silencio prolongado, para generar un estado de terror permanente.” La serie, de manera muy inteligente, hace que uno de los personajes ponga en palabras lo que aún hoy en día muchas personas piensan: ¿No será culpa de la víctima? Después de todo este despliegue, Lamponne pregunta de manera inocente y casi automática “¿Ella no le habrá sido infiel?”. Y es ahí donde se manifiesta la postura que se quiere transmitir a la audiencia, cuando el resto del grupo lo mira con cara de asombro y desaprobación por lo que acaba de decir. Fue una serie que transmitió mucha conciencia social sobre cosas que no distaban de la realidad, con resoluciones que muchas veces no acababan con finales felices pero si necesarios.

Mientras esperamos la ansiada película que aún no tiene fecha de estreno, es reconfortante tener presente a este grupo de personas que lejos de mirar para un costado, trabajan de involucrarse donde son más necesitados. “Los Simuladores” es un pedazo de arte nacional que nos invita a soñar entre lo absurdo y lo posible, haciendo que una generación entera esboce una sonrisa picarona cada vez que alguien se acerca a pedirnos fuego.