Juana Azurduy, la guerrera del Alto Perú que se convirtió en prócer

Un 3 de Marzo de 1816 Juana Azarduy de Padilla, al frente de 200 mujeres indias a caballo, derrotó a las tropas españolas en batalla, liberó a su marido prisionero y fue nombrada teniente coronel. 

03 de marzo, 2023 | 09.30

Un 3 de Marzo de 1816 Juana Azarduy de Padilla, al frente de 200 mujeres indias a caballo, derrotó a las tropas españolas en batalla, liberó a su marido prisionero y fue nombrada teniente coronel. Un repaso por la vida y la importancia de una mujer que en palabras de San Martín fuera "la valiente amazona de la independencia".

"Juana Azurduy representa a los miles y miles de hombres y mujeres anónimos sin los cuales no hubiera sido posible la batalla por la libertad contra el yugo colonial”, dijo la entonces Presidenta Cristina Fernández de Kirchner en 2010, cuando rindió homenaje a la guerrera junto a su par Evo Morales en la ciudad de Sucre, de la que la homenajeada es oriunda. 

También en el año 2015, bordeando el final de su segundo mandato al frente del Poder Ejecutivo, y otra vez junto a Evo, Cristina inauguró un monumento a Azurduy de 16 metros de alto y con 25 toneladas de peso, que fue emplazado en la Plaza del Correo, frente al CCK. Allí, el líder boliviano agradeció el homenaje y ponderó la importancia de homenajear a “una mujer luchadora y a todas las mujeres que luchan por la liberación. Es una forma de descolonizarnos”

Hasta que el revisionismo de corte kirchnerista no lo incluyó en el panteón de próceres nacionales, la única referencia masiva que se puede encontrar a Juana Azurduy es la canción que compusieron Ariel Ramírez y Félix Luna para la clásica obra "Mujeres Argentinas", popularizada por Mercedes Sosa en 1969. 

Este segundo rescate del siglo XXI, llevado a cabo en tiempos de Cristina, supuso algo más que poner en valor una biografía, como la historia liberal pretende menospreciar. Más bien se trata de consustanciar en una circunstancia personal valerosa y arrojada, la doble condición de mujer y de plebeya. Porque las mujeres y los plebeyos hicieron, como componente movilizador y como mano de obra guerrera, la independencia nacional y las independencias hermanas de la América española. 

Acostumbrados como educandos a que las negras del Río de la Plata y del Perú solo vendían mazamorra, mientras la alta política revolucionaria vestía galera y levita, una figura como la de Juana Azurduy sirve para profundizar en que las revoluciones de independencia también fueron revoluciones populares, que además de la cuestión jurídico-política de independencia colonial, llevaban entre sus proclamas un acervo de igualdad social derivado de la experiencia francesa pero también de las condiciones de vida mayoritarias, que tuvieron sus marchas y contramarchas en el seno de las disputas políticas y los distintos proyectos que ocuparon el poder a partir del largo hálito de Mayo. 

También es audaz para los sectores dominantes incluir como referencia histórica a una figura que no es argentina, siguiendo los patrones de la división política propia de la era de los Estados-nación: Azurduy nació en la región de Chuquisaca, actual Bolivia, el 12 de julio de 1780, y era hija de una indígena y un criollo. Era mestiza, hablaba en quechua y tras quedar huérfana se crió en un convento del que fue expulsada por rebelde.

Dos eventos, uno personal y otro social, marcaron su devenir. Primero su casamiento con el coronel altoperuano Manuel Ascencio Padilla y después los levantamientos de independencia de 1809 en Chuquisaca, La Paz y Cochabamba, de los que formó parte junto a su esposo.

Por su acción de guerra fue homenajeada en vida por Manuel Belgrano, quien le entregó su sable como símbolo de reconocimiento y admiración por su lucha al frente de las “Amazonas de la Libertad”, un ejército conformado por mujeres mestizas; años después, en 1816, le fue otorgado el rango de teniente coronel de las milicias criollas que peleaban en el Alto Perú, donde los realistas eran más fuertes; y finalmente, en los años veinte del siglo XIX, se sumó a las tropas de Guemes, otro rescatado de los últimos tiempos, que defendió Salta y Jujuy de los intentos de reconquista españoles. 

Es importante pensar que un pueblo, el nuestro, vivió en guerra durante varias décadas de aquel siglo. Y Juana, además de la lucha y las convicciones, vivió su peor cara: la de la pérdida, el dolor y la muerte, ya que perdió a cuatro de sus cinco hijos y a su marido, decapitado. Murió en la pobreza y fue enterrada en fosa común. En el 2009, 147 años después de su muerte, fue ascendida a "Generala" del Ejército Argentino, un honor oficial que no regía en tiempos de la independencia pero que le fue justamente concedido, a la par de la admiración de un pueblo que, con el lento pero firme paso de la Historia, le reconoce su lugar.