“16 de junio de 1955. Eran las 12 y 30. La inocencia de la gente buena poblaba las calles del centro. En la Plaza de Mayo el hormigueo diario de las horas bancarias no impedía a los niños, a los viejos, jugar con las palomas. Eran las 12 y 30. El cielo encapotado cubría Buenos Aires. De improviso, como un vómito, el rugido de 30 pájaros de acero hirió las entrañas de las nubes. Hay que matar a Perón: esa era la consigna. Y comenzó el infierno.”, dice el relato del actor Martín Andrade sobre el mayor atentado terrorista de la Historia argentina en el extenso y sentido documental “Perón, sinfonía del sentimiento”, dirigido por Leonardo Favio en 1999.
Se trató de un bombardeo llevado adelante por las Fuerzas Armadas, encabezadas por la Marina y en particular por la Aviación Civil en la Plaza de Mayo, durante el segundo mandato presidencial de Juan Domingo Perón con un saldo de víctimas fatales calculado en más de 300 personas y cerca de 1000 heridos. Aunque “nunca hubo un conteo oficial”, según señala Iván Wrobel en diálogo con El Destape, docente de Historia de la Universidad de Buenos Aires e integrante del Equipo de Investigación sobre Ligares y Políticas de la Memoria de esa casa de estudios. La ausencia de conteo oficial es otro de los ítems que forman parte de la invisibilización que sufrió este ataque terrorista durante muchos años, en primera instancia ante la gran fragilidad política e institucional que tenía lugar en el país en los últimos meses del peronismo en el gobierno, y en segundo lugar porque los ocupantes del poder tras el golpe de Estado que tendría lugar tres meses después se vieron involucrados en el hecho.
“Es uno de los hechos más silenciados de nuestra Historia. Si uno hace un repaso por distintas efemérides que fueron teniendo mayor importancia después de aquel momento o incluso por los manuales escolares, quizás no tanto los más nuevos pero si los que se usaron hasta hace unos años, es muy común que este hecho no aparezca con la importancia que debería tener, sino que aparezca apenas mencionado en algunas líneas o en muchos casos directamente salteado”, afirma el entrevistado. Fue recién en 2005, por iniciativa del entonces Presidente Kirchner, que la Secretaría de Derechos Humanos inició una investigación al respecto. Y 2008, en las inmediaciones de Plaza de Mayo, Cristina Fernández de Kirchner inauguró el primer monumento en homenaje a las víctimas. En cuanto al derecho a percibir indemnizaciones por parte de las víctimas del ataque, recién se dispuso en 2009. 54 años después.
16 de septiembre: parte de una saga de violencia opositora
El bombardeo a Plaza de Mayo no fue el primer hecho de violencia que ocurrió en los años de Perón. La política de gobierno que para profundizar la industrialización del país y redistribuir con mayor equidad la riqueza, decidió confrontar contra los intereses corporativos de los grandes terratenientes y usureros locales e internacionales no fue gratuita. Supusieron reacciones violentas de estos factores de poder, que lograron esmerilar al gobierno generando internas dentro de las Fuerzas Armadas y apelando al apoyo del arco político opositor.
El historiador consultado, enumera los antecedentes de ataques y conspiraciones militares: “El 28 de septiembre de 1951 hubo un intento de golpe de Estado comandado por el General Benjamin Menéndez, que es tío del que muchos años después fue gobernador argetino en las Malvinas durante la guerra. Ese fue un primer intento de golpe y de levantamiento contra Perón, pero tuvo la particularidad, a diferencia de otros golpes de estado que vinieron después, que hubo un grupo de militares que fue leal al peronismo, a la democracia y enfrentó al sector que estaba haciendo el golpe.Muchos oficiales que formaron parte del intento fueran pasados a retiro y luego fueron parte de los sucesivos levantamientos y conspiraciones.”
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El 15 de abril de 1953 se produjo un ataque que fue llevado a cabo no por las Fuerzas Armadas sino por los comandos civiles. Estos eran grupos armados y terroristas que buscaban apoyar los levantamientos armados o ejercer la violencia contra el peronismo. Ese día se realizaba un acto de la CGT en Plaza de Mayo y un grupo de estos comandos civiles colocó bombas en la estación de subte de la línea A que terminó con la muerte de 6 personas y alrededor de cien heridos. Esto es, con todas las letras, un atentado terrorista que ya anticipa lo que va a pasar algunos años después con el bombardeo y tiene la particularidad de que se trata de un ataque desmedido contra la población civil y con objetivos claramente terrorista porque empieza a ser parte de esta línea de ejercer el terror contra la población y tiene una particularidad bastante llamativa que es que uno de los líderes era Roque Carranza, que era un militante del radicalismo. De hecho, los comandos estaban integrados por miembros de varios partidos opositores al peronismo como la UCR, el Socialismo y otros más chicos. 30 años después, Roque Carranza fue Ministro de Obras Públicas de Alfonsín y a partir de su muerte en los ochenta tenemos una estación de subte que lleva su nombre en la línea D.
“La fecha que suele señalarse para el golpe de Estado del 55 suele ser el 16 de septiembre, pero lo cierto es que la movilización de tropas y violencia duró más de una semana, varios días. El 19 de septiembre, tres días después del inicio del levantamiento, en la ciudad de Mar de Plata una serie de barcos de la Marina bombardearon la ciudad y en particular tanques de combustible de YPF y la Escuela de Artillería, por lo que estaban en cierto sentido emulando aquel bombardeo que había tenido lugar tres meses antes. En este caso la Marina, además de objetivos civiles como en junio, atacó también objetivos militares”, reconstruye.
En aquél ataque a Mar del Plata durante los días del golpe, se utilizó el Crucero 9 de Julio, un barco cuya curiosa historia rememora Iván Wrobel: “Era uno de los barcos de la Marina que se había comprado algunos pocos años antes a Estados Unidos, había formado parte de las Fuerzas Armadas de ese país, había participado de los enfrentamientos del atentado de Pearl Harbour. En la década del 60, tras ser abandonado un tiempo, fue usado como Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio durante la dictadura del ‘76. Finalmente fue vendido, desarmado y vendido a Japón. En su momento, fue comprado con su barco gemelo que acá recibió el nombre de General Belgrano, y fue el famoso barco que fue hundido durante la Guerra de Malvinas”.
Las formas de nombrar
“Comúnmente lo llamamos bombardeo a Plaza de Mayo, pero hubiese sido más adecuado que pasara a la Historia como Masacre de Plaza de Mayo porque incluyó el uso de metralletas contra la población y murieron cientos de civiles entre los que se destaca un micro escolar que se encontraba circulando por la zona, gente que iba a su trabajo o que estaba en la calle en su momento, o haciendo algún trámite, o simplemente transitando por la ciudad”, indica Wrobel en función de connotar al ataque con la palabra masacre, cuyo significado va en línea con lo que ocurrió aquel 16 de junio: “Matanza conjunta de muchas personas, por lo general indefensas”. Justamente se trató de un atraque terrorista de las Fuerzas Armadas contra su propia población, de cuya defensa deben encargarse por mandato constitucional.
¿Matar a Perón?
El complot militar estaba encabezado por algunos nombres que cobrarían relevancia en la Historia inmediata, entre los que se encontraban el general retirado del servicio activo desde 1942, Benjamín Menéndez, Julio Rodolfo Alsogaray, Tomás Sánchez de Bustamante y Alejandro Agustín Lanusse, quien fue Presidente de facto entre 1971 y 1973. El objetivo para la toma del poder, según testimonios de los protagonistas, era mata al Presidente ¿Pero por qué, entonces, atacar a la población civil?
“Es un debate que se debería resolver bastante rápido porque llama la atención que si lo que buscaban era matar a Perón no lo hubieran conseguido con un ataque de estas magnitudes. Incluso siendo Perón una figura con bastante cercanía con la población hubiera sido bastante más simple lograr ese objetivo. El objetivo era otro: sembrar el terror entre la población y una especie de amenaza. Empezaba a haber cierto intento de disciplinamiento a través del terror y la violencia”, sostiene Wrobel en función de los 18 años posteriores, en los que el carácter represivo de los distintos gobiernos civiles y militares que alternaron en el poder dispusieron una creciente sofisticación del aparato represivo contra la protesta social y contra los trabajadores y militantes que se identificaban con Perón.
Tras el bombardeo a Plaza de Mayo, Perón pidió calma a la población asegurando que “cada uno vaya a su casa” y que “refrenen su propia ira”. Muchos sectores del espectro político, sobre todo de la izquierda, vieron allí un recule del líder que, en lugar de profundizar la confrontación por la vía armada, decidió preservar la salud y la vida de la sociedad a la que representaba. Es una discusión que en ámbitos académicos y militantes se recrea cada junio. Los 18 años de proscripción política que sufrió la identidad mayoritaria de los trabajadores argentinos dotaron al peronismo de un acervo de resistencia y de lucha que maceraron la raíz histórica del peronismo venidero. Pero más allá de la apreciación de sectores determinados, el ejercicio de la memoria contra el terrorismo es un deber de todos los argentinos y argentinas con consciencia y responsabilidad cívica.