El discurso de Javier Milei en Davos fue recibido por los principales líderes mundiales con asombro y desconcierto. El Presidente argentino dejó sentada una posición sobreideologizada, alejada de la política programática y de las urgencias, con la que apuntó contra los jefes de Estado de Occidente por estar "cooptados por una visión del mundo que, inexorablemente, conduce al socialismo. Ante un foro al que acuden empresarios y ejecutivos en búsqueda de articulaciones colaboraciones público-privadas, Milei sostuvo un paradigma fundamentalista del mercado e instó a los empresarios a no dejarse "intimidar, ni por la clase política ni por los parásitos que viven del Estado". Y además decidió estratégicamente demarcar a sus enemigos políticos globales: quienes luchan por los derechos ambientales y los temas de género.
Elon Musk, el multimillonario dueño de SpaceX, Tesla, y Neuralink, fue uno de los que felicitó públicamente a Milei por su discurso, compartió el video completo en sus redes, y celebró con un meme con claras referencias pornográficas y misóginas. "So hot right now" (estoy tan caliente ahora mismo), dice el posteo que muestra a un varón, en plena situación íntima con una mujer, que se excita escuchando el discurso de Milei en Davos. Ya en campaña se había gestado un acercamiento entre ambos, que incluyó menciones, saludos a través de la red X, y la invitación formal para que venga a la Argentina en 2024. Luego del balotaje que dio el triunfo al candidato de LLA, Musk posteó: "Prosperity is ahead for Argentina" ("la prosperidad está por delante para la Argentina").
El magnate está muy interesado en avanzar sobre ARSAT, para iniciar negocios con Starlink, su empresa proveedora de servicios de Internet desde satélites, y acceder a recursos naturales estratégicos de nuestro país como el litio que es un insumo imprescindible para el desarrollo de baterías. Recordemos que el DNU presentado por el ejecutivo a fines de 2023 plantea la desregulación de los servicios de Internet para beneficiar a dicha firma: "Desregulación de los servicios de internet satelital para permitir el ingreso de empresas como Starlink", leyó el mandatario cuando presentó el documento.
Los gestos públicos en su propio terreno son parte de una negociación a cielo abierto que ha adquirido un carácter fuertemente performático a partir de la voluntad de posicionamiento de Milei como un personaje de talk show en la política internacional, un fenómeno magnético para el conservadurismo más duro. Pero limitarlo a un acuerdo de intereses económicos entre partes sería una error y una desinteligencia en tiempos que requieren nuevos criterios y categorías de análisis. Cabe entonces preguntarse: ¿A quiénes le habla Elon Musk? ¿Qué significa ese meme en este contexto histórico?
Nada es casual, ni el discurso de Milei celebrando la mezquindad empresarial ilimitada ni el ataque al ambientalismo y a los feminismos ni el meme porno. Por detrás de este diálogo, entre bizarro y chabacano, se filtra una compleja y eficaz combinación de estrategias comunicativas y de producción de sentido, que lamentablemente no suele ser indagado ni advertido por los estudios de comunicación social y política. El deseo humano de salvación y esperanza, ante la pérdida total de sentido y representación, conduce a aferrarse y abrazar aquellas ideologías que prometen remedios al malestar y devuelven esperanza. Las nuevas derechas en el mundo, y el fenómeno Milei en Argentina, despliegan una narrativa que apunta a un sector social particular (los varones) y ubica a su proyecto político como único recurso de salvación.
Este paradigma tiende a identificar sutilmente culpables y enemigos en el proceso de gestión de la incertidumbre, el temor, la infelicidad, que cobran nueva vitalidad en el marco de condiciones materiales de desigualdad y decadencia, y sobre todo apunta a tocar las fibras de los sujetos masculinizados que ya no pueden cumplir con el rol y el poder que la historia les había designado. La misoginia es un componente clave de este discurso que, lejos de la ingenuidad, es esencialmente un fenómeno político, social y cultural, que no se circunscribe al ámbito de lo individual, lo psicológico y menos de lo patológico. Los ataques misóginos son también ejecutados por instituciones sociales, proyectos colectivos y comunidades enteras.
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Manosfera: misoginia, mundo digital y la ultraderecha
La misoginia, las redes y la ultraderecha tienen una vinculación originaria en todo el mundo, dado que el avance de los movimientos libertarios fue potenciado en gran parte por el impulso de los movimientos de varones resentidos con los feminismos y la conquista de derechos de las mujeres en espacios históricamente masculinizados. Con la llegada de estos partidos, que hacen alarde de la incorrección política, este malestar mudo, esa incomodidad con los cambios sociales, ha encontrado la legitimidad para comenzar a hablar, una reacción patriarcal a través del reconocimiento del otro, de su verdad, un espacio “seguro” donde producir sentido acerca de su identidad como hombres.
En los últimos años en las redes sociales se han multiplicado los espacios de charla entre varones cis heterosexuales e influencers que crean contenido centrado en protestar contra la “discriminación a los hombres”, agredir a los feminismos y a la comunidad LGBTIQ+, banalizar la lucha contra la violencia de género, e incluso defender el modelo binario tradicional que ha comenzado a discutirse en los últimos años. El objetivo final es reestablecer sus privilegios y libertades como hombres, puestos en jaque por la “ideología de género”. Para ellos el varón debe volver al lugar social de proveedor y productor, y la mujer al de cuidadora y reproductora.
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Además existe una relación directa entre las plataformas y los valores de la lógica neoliberal ilimitada que alimentan el fenómeno. En muchos casos es posible la reproducción de los contenidos de odio dado que la administración de YouTube o las redes no se hace cargo de lo subido, recayendo la responsabilidad en la persona a cargo y las denuncias de las personas usuarias. Esto sumado a que la provocación del conflicto, la espectacularización de los personajes, y la violencia verbal suele engordar las métricas y por tanto la monetización de estos contenidos.
Y acá es cuando entra en juego el universo de la Manosfera, término que viene del inglés manosphere (man –hombre– y sphere), y significa la esfera masculina digital. En el escrito denominado “Special issue on online misogyny. Feminist Media Studies”, las autoras Ging y Siapera (2018) la definen como “un conglomerado de espacios virtuales heterogéneos que dan cabida a una multitud de movimientos masculinistas basados en la propagación de discursos misóginos y antifeministas”. Este fenómeno mundial ha diseñado, en la Deep web y en las redes sociales, un universo pensado por y para varones cuyo punto en común es sentirse “oprimidos” por las mujeres y los feminismos.
En estos territorios, digitales y físicos, quienes participan comparten lo que piensan y sienten sin ser juzgados por lo políticamente correcto: sus frustraciones, bronca, rabia, odio, todo canalizado hacia las mujeres y los feminismos. Silvia Díaz Fernández, Investigadora Postdoctoral en el Departamento de Ciencia Política y Administración, de la Universidad Complutense de Madrid, explica que “la desestabilización del binarismo de género y con ello, la división del trabajo ha desdibujado los límites de lo que significa ser hombre y mujer, dejando atrás estereotipos, y también hombres perdidos, en crisis. O como diría Ranea (2021), resquebrajados”.
La Manosfera es un fenómeno que ha comenzado a estudiarse sobre todo en Europa. En 2021 a raíz del avance de la ultraderecha en España, apalancado por VOX, y la difusión de este tipo de ideas en los jóvenes, se publicó un estudio del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y la Fundación Fad Juventud que evidenció como este fenómeno ejerce un papel “determinante” en la percepción social de la violencia sexual contra las mujeres. El informe identifica “el discurso contra la ideología de género se basa en un pánico moral que ve a los movimientos feministas y LGTBI como amenaza, en primera instancia, a los hombres, y, en segunda, al modelo familiar tradicional basado en la pareja heterosexual”.
Uno de los puntos más alarmantes del documento muestra cómo ha avanzado el negacionismo de corte antifeminista en la esfera pública y sobre todo en los más jóvenes: uno de cada cinco jóvenes varones de entre 15 a 29 años considera que la violencia de género no existe y se trata de un “invento ideológico”. Si se compara con cifras de 2017 se observa que “el porcentaje de chicos que consideran la violencia de género como un problema grande ha caído del 54.2% a 50.4%”. En ese sentido se analiza que la manosfera constituye un “elemento crucial en la socialización” de las nuevas generaciones en materia de género, al ser espacios digitales “en los que encontramos muchas de las conceptualizaciones que se están articulando desde espacios políticos antifeministas”, como que “la violencia no tiene género” o que se trata de “un invento ideológico”.
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Los incels, la imagen Chad de Milei y la violencia digital
La frustración y el desencanto no se trata solo de una emoción vinculada al rol social del hombre en la distribución del trabajo o lo económico. En un mundo donde la conquista sexual se construye como un éxito masculino y un derecho al que se aspira, la falta de valoración como hombres por parte de las mujeres en el mercado sexual o vincular también ha generado una reacción que pronto se convierte en odio y orienta la culpabilidad del fracaso hacia el sexo opuesto. De aquí ha nacido la subcultura “Incel” compuesta por hombres que se auto identifican por su incapacidad de establecer relaciones sexuales, por eso la sigla en inglés es “Involuntary Celibates”. Quienes comulgan estas ideas tienen una percepción de las mujeres altamente negativa y misógina, y están convencidos de que son ellos las verdaderas víctimas. Entienden que el feminismo arruinó el estado “natural” de las cosas, es el culpable de su fracaso y llevará al fin de la sociedad reproductora. Desde esta mirada el hombre feminista es considerado un traidor a su sexo.
Una de las características que más llama la atención en este submundo digital de varones seguidores que encuentran en Milei un referente es la obsesión por mostrar imágenes hipermasculinizadas del Presidente. A través de herramientas como Photoshop se modifican partes de su cuerpo y rostro, se lo hace parecer más joven o se le retoca la papada. Pero además en las redes sociales suelen difundirse ilustraciones digitales, o hechas con inteligencia artificial, que muestran versiones de un Milei caricaturesco: musculoso, atlético, alto, con una mandíbula muy marcada, respondiendo claramente a un estereotipo exagerado de masculinidad. Esta práctica de modificar facciones se denomina 'lookmaxxing' y es muy común entre la comunidad Incel y los Activistas de los Derechos de los Hombres. El objetivo es transformar el aspecto físico, hacerlo más atractivo, viril y masculino para mejorar o ascender su posición de estatus masculino. Muchos aspiran a convertirse en lo que llaman 'Chad', categoría que engloba a hombres que corporizan la masculinidad, en teoría, “socialmente deseada” por las mujeres: exitoso en el terreno sexual, atractivo, con dinero, fuerte, y popular entre sus pares. La foto de Milei besando a una Fátima semi desnuda en el escenario o la imagen de su pie cobra sentido desde esta posición.
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Estos grupos sociales organizan su respuesta a los avances feministas articulando lo personal con lo político y acudiendo a la violencia como método disciplinador. Las prácticas habituales van desde los streams antifeministas hasta la difusión de imágenes de mujeres desnudas sin su consentimiento en foros, grupos de chat o páginas porno con miles de seguidores. Por su puesto que esas mujeres son catalogadas como putas, zorras, o TDSPTS (Todas Putas) “mientras que fantasías de violación y amenazas de violación a mujeres feministas inundan los hilos” (Morgue, 201912). En los entornos gamer o de streamings la violencia se canaliza en los chats online donde se acosa y se insulta repetidamente a las mujeres que participan. Este autor denomina "machismo colaborativo" al sistema misógino que ha crecido en los últimos tiempo, a la par del avance de las derechas en los más jóvenes.