"Mi mamá no trabajó y mi papá sí, ¿cómo pueden tener la misma jubilación", expresó el presidente Javier Milei sin pestañar en medio de una entrevista en Crónica TV con Chiche Gelblung, en la que también estuvo presente José Luis Espert, flamante integrante de la coalición gobernante. En esa reflexión cuestionó las decisiones de los ex mandatarios Cristina Fernández de Kirchner y Néstor Kirchner de garantizar una jubilación a ciudadanos sin los aportes suficientes y nacionalizar las AFJP. De esta manera, dio a entender que para él ninguna ama de casa debería cobrar jubilación, sino una "asistencia social", ya que no son consideradas trabajadoras. Son "elecciones personales que no podés estar cargándoselas al resto", concluyó. En un nuevo gesto de provocación Milei eligió hacer esas declaraciones días después del 8M, una movilización de más de un millón de personas en las calles de todo el país con fuerte presencia de cocineras comunitarias, trabajadoras de la economía popular, amas de casa, etc.
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El 1 de marzo en el Congreso Milei ya había anticipado cuál sería el sujeto político de su próxima batalla. Frente a las Asamblea legislativa decidió que la única referencia a las mujeres que haría en todo su recorrido sería para hablar de las “amas de casas que tienen la enorme tarea de educar a nuestras generaciones futuras”. En medio de una crisis económica profunda que tiene a los jubilados y mujeres como principales víctimas del ajuste, y mientras se define la fórmula de actualización, el Presidente apunta particularmente a demonizar a las millones de mujeres que lo vivieron y viven en carne como un trabajo, y lograron jubilarse en los últimos años a partir de las moratorias previsionales.
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Lo cierto es que Milei encarna en sus programa de gobierno una reacción política violenta a los gestos emancipatorios y los nuevos derechos de las identidades feminizadas, y el tema de las amas de casa es recurrente en sus alocuciones, siempre buscando desacreditar el aporte del trabajo doméstico y de cuidado en la economía social. Y digo “violenta” porque la dependencia económica y la limitación de la autonomía de una mujer, potenciando la figura del varón como cabeza de familia, está contemplado como Violencia Económica y patrimonial en la Ley 26.485 de "Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres” .
La categoría de "Elección personal" que usa el Jefe de Estado reduce problemas de desigualdad estructural e históricamente invisibilizados, como son la división sexual de las tareas, el trabajo no pago a las mujeres, y el alto grado de informalización en algunos sectores, a un tema biográfico, a una mera decisión individual en medio de una trayectoria de vida desvinculada de relaciones de género, clase y poder. Lo mismo había hecho Mauricio Macri con una reforma previsional que buscaba sustituir el esquema solidario por un modelo de jubilación meritocrática, que diferenciaba a quienes “trabajaron” e hicieron aportes de quienes “no se esforzaron lo suficiente”. La individualización promueve el ocultamiento de la trama social desigual y una suerte de subsidio o asistencia a la vejez que no garantiza la continuidad ni el acceso al derecho a jubilarse.
El grado de naturalización de la violencia fue tal durante siglos que ni los propios estados se ocuparon de medir o registrar el efecto de las tareas de cuidado en el plano empírico. De hecho hasta hace muy poco las amas de casa eran categorizadas como “población económicamente inactiva” y las estadísticas oficiales eran consideradas irrelevantes desde el punto de vista económico. Afortunadamente en las últimas décadas esto ha comenzado a cambiar a nivel global. En la región en 2021, según la Comisión Económica para América latina y el Caribe (Cepal), el aporte económico del trabajo no remunerado fue equivalente a un 20% del PBI. Mientras, en nuestro país, a partir de los informes realizados por la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género, a cargo de la economista Mercedes D'Alessandro, hoy sabemos que las tareas de cuidado generan alrededor del 16,8% del PBI nacional. Según este cálculo, que le atribuye valor de mercado a las tareas no remuneradas, el cuidado es la actividad que en 2022 más aportó al PBI con $17.254.643 millones, seguida por el comercio y la industria. Además la investigación evidenció que se dedican 146,1 millones de horas diarias de trabajo gratuitas, y el 70,2% de estas tareas las realizan las mujeres, lo que implica en promedio 6:30 horas diarias, frente 3:40 de los varones.
Esta medición del tiempo y costo de las tareas del cuidado derivó durante el gobierno de Alberto Fernández en el fortalecimiento de varias políticas públicas de compensación y reconocimiento económico del trabajo, de la crianza de los hijos y los aportes para las mujeres en edad de jubilarse. Durante los últimos años desde diferentes organismos públicos lograron materializarse una serie de políticas inter agenciales que valorizaron el impacto de esta actividad hiper feminizada en la economía y le pusieron un valor numérico, un precio de mercado, al concepto de "tareas de cuidado", trabajo reproductivo, crianza, o eso que a veces llamamos “amor”.
La teoría de Hayek y la población “carente de valor”
El paradigma libertario intenta reinstalar este debate nuevamente en el sentido común y la conversación social, pero acudiendo a una mirada más regresiva y ortodoxa de las corrientes económicas neoclásicas que directamente omiten en la pirámide de valoración social cualquier tarea, trabajo o individuo que no genere aportes a la acumulación del capital, entre ellos el trabajo “reproductivo”, que si bien está destinado a satisfacer las necesidades de las personas (alimentación, educación, sanidad, etc.) y es indispensable para el sostenimiento de cualquier hogar y sociedad, ha quedado relegado al ámbito de lo doméstico o familiar y eclipsado por el modelo hegemónico de trabajo productivo.
Es el propio Friedrich Hayek, economista de la Escuela Austriaca y uno de los faros intelectuales de Milei, quien en su teoría desarrolla un concepción radicalmente economicista, ya que considera que “el hombre es un ser del y para el mercado”, y las relaciones sociales se ven circunscriptas a lo que allí ocurre. Desde esta mirada la vida humana no tiene valor en sí misma y el valor de cualquier individuo se lo otorga el mercado. Por ello no existe el derecho a la vida per se, y los seres económicamente inútiles no merecen vivir , son según este punto de vista seres “carentes de valor”, seres extinguibles. Aquí entran no solo las amas de casa o los jubilados, sino las personas con discapacidad, los enfermos, electrodependientes, migrantes, pobres, desocupados, etc. Para este autor, inspirador de los principios de LLA, todos aquellos que carecen de los medios para acceder al mercado, de alimentos, de medicamentos, de transporte, etc., deben perecer. La crueldad materializada en una teoría económica.
Desde esa posición, que entiende en el mercado el orden natural de las cosas, cualquier intervención estatal para “desviar” los recursos hacia esos sectores más débiles o de menor ingreso significa la actuación de “la mano visible de la política” o como dice Milei “la política corrupta”. Los únicos ingresos o recursos legítimos son los que cada individuo puede obtener en el mercado. No hace falta más que ir al archivo de Milei para encontrar referencias directas a esta teoría, como cuando justificó su voto negativo a la ley de Cardiopatías Congénitas "en función del ideario liberal": "Implica más presencia del Estado interfiriendo en la vida de los individuos e implica más gastos. Eso no funciona así", explicó en una entrevista con Diego Sehinkman en Solo Una Vuelta Más por Todo Noticias (TN).
Chau derechos, hola asistencialismo
En la era Milei la disputa sobre las “asistencias” para casos particularizados vino a reemplazar la noción de derecho en diferentes dimensiones. Ya en campaña la idea del voucher como "subsidio a la demanda" en términos de la ideología de mercado, se instaló y ganó terreno fértil en la discusión de las comunidades educativas, fomentada por el deterioro en el nivel de la educación y las críticas constantes al sistema público. El voucher justamente representa un modelo político segregacionista que busca reemplazar el concepto de "educación común, gratuita y obligatoria" como derecho humano universal establecido por la ley 1420, por el de derecho formal, un “derecho para pocos”, y la calidad de todo el sistema educativo por una competencia a cielo abierto entre las instituciones. Ni hace falta aclarar que resulta en la realidad impracticable teniendo en cuenta las características geográficas y socio ambientales heterogéneas de nuestro país que hacen que, por ejemplo, existan solo en la Provincia de Buenos Aires más de 40 escuelas con un único alumno.
El modelo de asistencia también quedó evidenciado durante estos meses en las medidas, sobre todo de recorte y ajuste, impulsadas por el Ministerio de Capital Humano: desde las 20 cuadras de “Filas del Hambre”, luego de la convocatoria de la ministra Sandra Pettovello a acercarse sin la intermediación de los referentes de organizaciones sociales; la firma del convenio de asistencia alimentaria con la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la Argentina (Aciera) para llevar comida a más de 36 mil personas de comedores; hasta el cierre de la Dirección de Asistencia Directa por Situaciones Especiales (DADSE) que provocó una catarata de judicializaciones y por ende la fragmentación de los reclamos.
El modelo de asistencia reviste en su genealogía un carácter sociológico singular: no busca eliminar la pobreza ni transformar las condiciones materiales y económicas, por el contrario se dirige a generar modelos de contingencia y aliviar las necesidades individuales generadas por los despidos y el achicamiento del Estado. El principio de igualdad y no discriminación del derecho, su universalidad, se enfocan en el empoderamiento de los destinatarios de las políticas. Por el contrario generalmente lo que moviliza un modelo asistencial es evitar los daños y peligros que ese pobre significa para los sectores dominantes y concentrados de la economía. Jamás se abandona entonces el circulo reproductor de la desigualdad y la violencia social.
Y aquí es cuando ingresa la preguntas clave: quién es el sujeto de la asistencia de este gobierno ?, a quién le habla?, cuál es el modelo de buen benefactor de la asistencia que construye la opinión pública? La libertad avanza responde a un modelo económico social y cultural que trabaja milimétricamente en la configuración de subjetividades asistenciales pero desde criterios disciplinadores, racistas, sumisos, que luego son incorporados en el sentido común como estigmas pero también como categorías morales de pensamiento irreconciliables: el mandato del buen pobre que acepta su lugar de subalterno con dignidad y docilidad vs. los negros, vagos, planeros, que se creían que el Estado estaba para subsidiarles la vida a costa del esfuerzo ajeno.