"Nos condenan a vivir con un cuerpo que no nos representa": las historias de adolescentes trans que Milei quiere borrar

En diálogo con El Destape, dos historias que representan cómo se vive puertas adentro el ataque de Milei a las infancias trans. Angustia, desamparo y búsqueda de justicia, algunos de los ejes en medio del contexto de violencia.

15 de marzo, 2025 | 19.00
"Nos condenan a vivir con un cuerpo que no nos representa": las historias de adolescentes trans que Milei quiere borrar "Nos condenan a vivir con un cuerpo que no nos representa": las historias de adolescentes trans que Milei quiere borrar

Argentina en la últimas décadas se ha convertido en un país referencia en materia de derechos para las personas trans, sobre todo a partir de la sanción de la Ley de Identidad de Género en 2012 que permitió a cientos de miles de personas rectificar su identificación y tener su DNI de acuerdo a su identidad auto percibida. No obstante, con la llegada de Javier Milei a la presidencia comenzó un proceso de cuestionamiento y pérdida de los derechos adquiridos como producto de medidas regresivas,  campañas oficiales de desprestigio y desinformación, el desfinanciamiento y la eliminación de áreas clave de la administración pública, y el fogoneo sistemático de discursos de odio contra las diversidades: en febrero pasado, anunció la prohibición de tratamientos hormonales y cirugías de cambio de sexo en menores de 18 años.

En dicho contexto de deterioro constante de las condiciones de vida del colectivo, se conmemorará el próximo 18 de marzo el Día de la Promoción de los Derechos de las Personas Trans, en homenaje a Claudia Pía Baudracco, fundadora de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (FALGBT) y la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina (ATTTA), y una de las principales voces en el debate por la Ley de Identidad de Género, fallecida en 2012.

El retroceso en los tratamientos hormonales, que estaban enmarcados bajo la Ley de Identidad de género, se realizó a través del Decreto de Necesidad y Urgencia N° 62/25. En el comunicado, la gestión libertaria afirmó que la "ideología de género llevada al extremo y aplicada en niños por la fuerza o la coerción psicológica constituye lisa y llanamente abuso infantil". "Los niños no tienen la madurez cognitiva necesaria para tomar decisiones sobre procesos irreversibles que en muchos casos implican la mutilación de órganos saludables, y que son factibles de ocasionar infertilidad, problemas cardiovasculares, y consecuencias catastróficas en la salud mental", sostiene el mensaje oficial.

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Luego del anuncio, desde diferentes organizaciones que conjugan a familias de niñas, niños y adolescentes trans, se iniciaron demandas contra el Estado con el objetivo de que el Poder Judicial ordene la anulación, declare de invalidez constitucional y convencional del Decreto y se garantice el acceso a dicho derecho. Una de estas acciones, el amparo 454/25, fue presentado un día después del DNU por la Fundación Mujeres x Mujeres junto a Transformando Familias de Tucumán, argumentando que la modificación de la Ley es “inconstitucional” , “inconvencional” y violatoria de los compromisos internacionales con la igualdad de género, y  tramita ante el Juzgado Federal N° 1 de Tucumán a cargo del juez José Manuel Díaz Vélez.

“No podemos permitir que ellos vuelvan al closet o que se encierren”

T tiene 15 años, es trans y vive en San Miguen de Tucumán junto a su mamá y uno de sus tres hermanos. Le gustan los deportes, sale a jugar al fútbol con sus amigos, disfruta de cocinar y probar sabores exóticos, y cuando sea grande quiere estudiar abogacía o ciencia política. Pero además es uno de los cientos de adolescentes de todo el país que están transitando un tratamiento de hormonización y temen por una posible interrupción, a propósito de la medida anunciada por el Gobierno Nacional. Vicky Quinteros (46), su mamá, es trabajadora pública y realiza sus actividades en el Hogar Casa de Hermanos donde cuida a niños de 3 a 9 años. Esta separada, es jefa de familia, y tiene cuatro hijos, dos niños y dos niñas, de 15, 22, 24 y 27. Forma parte de Transformando Familias, organización que está actualmente acompañando a 24 jóvenes de la provincia de Tucumán que están en tratamiento y  sus familias.

La historia de transición de T se inició cuando le contó a su entorno cercano lo que venía sintiendo con su cuerpo, que se percibía varón : “La primera persona con la que salí del clóset fue mi mamá, cuando tenía 13 años. En ese momento, no me llamé ‘trans’, ni siquiera conocía la palabra. Simplemente, era un chico que había sido tratado como una chica toda su vida. Durante mi infancia, sentí incomodidad no por estándares de género impuestos, sino porque nunca fui Daiana. No era yo”, cuenta T en una carta. Afortunadamente estuvo acompañado por su familia, sus compañeros y compañeras, y a pesar de no contar con el DNI, toda la estructura institucional de la escuela a la que asistía le respetó su identidad. “Cuando empezó su secundaria, en primer año, al inscribirlo, hablamos con la directora y no tuvieron drama en recibirlo con el nombre que eligió. Se los respetó siempre”, relata su progenitora.  

El 17 de agosto de 2023 empezamos con el trámite para la obtención del DNI y se lo dieron el 11 de octubre: “Para mí ha sido un logro tan importante, saber que él se va a poder presentar en cualquier lugar con su identidad, orgulloso de ser quien es, ser un buen hombre, una buena persona. Como mamá, ver a tu hijo libre y creciendo da satisfacción”. Como dice T en el manuscrito: “Los años más felices de mi vida llegaron cuando empecé a conocerme y a vivir de acuerdo con mi identidad. Estos últimos cinco años me permitieron hacer amistades, explorar mis intereses y descubrir quién quiero ser. Todo esto fue posible gracias a que pude acceder a mi identidad de manera legal, sin obstáculos, sin que nadie decidiera por mí quién debía ser”.

Vicky milita desde hace 15 años, es delegada de ATE y una persona comprometida con la realidad, y por eso T creció atravesado por las charlas y debates en la mesa, y las conversaciones sobre derechos y violencia de género: “Es imposible no transmitirle esto a los hijos. Mi hijo, en este caso, no va a las marchas, pero en algún momento lo va a hacer, porque es donde nuestros derechos se reclaman y se ganan”. Uno de los espacios de militancia y participación de ambos es Transformando Familias, fundación a la que Vicky se acercó por recomendación de la Doctora y Directora Fabiana Reina porque allí “iba a encontrar testimonios como el de T, gente que comentaba lo que estaba sucediendo, otros que ya tenían su DNI, para guiarlo”.

La Doctora es quien asiste a las infancias y adolescencias trans, como el caso de T quien inició hace dos años su tratamiento de hormonización. “Él se da una inyección cada cuatro meses, y todavía no sabemos durante cuánto tiempo porque eso depende del desarrollo. Hacemos análisis y vamos viendo cómo va a progresando. La Doctora quiere que no tengamos temor, que mientras sigamos con el tratamiento no nos preocupemos. Ella nos intenta contener pero la cancelación en este contexto es una posibilidad, y nos preocupa porque su avance ha sido mucho”, dice Quinteros. Si bien su caso es particular porque, al ser trabajadora del Estado, tiene subsidios que le garantizan el tratamiento, en Transformando Familias se acompañan entre todos:  “Yo como militante he salido a la calle, siempre he buscado y he tenido el acompañamiento de mucha gente en lo personal, pera hay gente que no, que no sabe y pregunta mucho, tiene muchas dudas, miedos, y hay gente que no entiende o que cree que no le va a tocar”.

“Ahora estamos con mucho temor, con todo este cambio de la ley y las modificaciones. Lo venimos trabajando, lo venimos hablando. A uno ayuda no le va a faltar, nosotros como familia vamos a  encontrar la forma de conseguir la medicación, pero nos preocupa que hay gente, hay niñeces, que no tienen obra social y no van a poder si el Estado deja de administrar. No van a tener como seguir su tratamiento y eso es lo que preocupa”, señala la mamá de T . En este marco desde la Fundación, con asesoramiento legal, presentaron un amparo, uniéndose con la fundación llamada Mujeres por Mujeres, para que la justicia garantice los tratamientos. “Esperamos de este proceso judicial vuelva todo atrás, que volvamos a tener nuestros derechos. Y después lo otro importante sería que la provincia tenga una ley provincial que nos ampare si esta ley nacional cae”, indica la trabajadora.

Además de la cuestión médica y clínica, advierte el daño y peligro que pueden generar los discursos de odio que suele reproducir el Presidente y lo referentes de LLA contra las diversidades y particularmente las personas transgénero: “El Presidente tiene un discurso muy machista, muy homofóbico, la sociedad escucha tanto estas cosas y se las cree. No se entiende por qué esta cizaña contra ellos. Porque es tan poquito el presupuesto que se dedica a todo el colectivo, que pareciera que en realidad es una cuestión ideológica – advierte Vicky y agrega - con esos discursos T empezó a renegar porque ha habido algunos muy violentos hacia ellos, dijeron que eran violadores. Todo esto le dio bronca e inseguridad”. 

Para T la decisión de limitar la ley resulta un hecho gravísimo que termina dejando a las infancias y adolescencias sin herramientas para poder desarrollarse de manera saludable, tanto a nivel físico como emocional: “Nos están condenando a vivir con un cuerpo que no nos representa, con la angustia de no poder ser quienes realmente somos. ¿Qué significa para un adolescente trans que el Estado le diga ‘esperá hasta ser mayor de edad’? Significa forzarlos a pasar por años de angustia, inseguridad y sufrimiento. Significa obligarlos a vivir con disforia, con un cuerpo que les genera incomodidad, y sin poder acceder a lo que realmente necesitan para crecer y ser felices. Es como si nos dijeran que nuestra identidad no importa, que hay que guardarla hasta que ‘seamos grandes’, como si fuese algo pasajero, cuando en realidad es parte de quienes somos desde siempre”.

“Hoy, sin embargo, ese derecho está en riesgo. Nos quieren quitar lo que nos pertenece: nuestra identidad. No solo intentan borrar la posibilidad de que menores de 18 años accedan a su documentación acorde a su identidad de género, sino que con ello los condenan a la invisibilización, a la negación de su existencia – pronuncia T en el texto que resume lo que sintió tras el anuncio de Milei - No quiero volver a ser esa persona atrapada en un cuerpo y una identidad que no me correspondían, y nunca lo voy a ser. Aunque intenten que retrocedamos, aunque traten de callarnos o hacernos pasar por enfermos, nosotros vamos a estar ahí, firmes como siempre”.

Ante el avance contra los derechos, Vicky no tiene a dónde ni a quién acudir ya que cerraron todas las secretarías de género, espacios de la administración pública que se dedicaban a esta población, e incluso eliminaron el cupo laboral Trans. “Si bien T no ha sufrido violencia, tenemos que lograr que siga así para todos. Son ciudadanos que merecen ser respetados, merecen un trato digno tanto en las escuelas, en la salud y en todos lados. No podemos permitir que ellos vuelvan al closet o que se encierren. Como mama tengo que exigir que sea respetado como persona, no es solo por él, sino pensando en otras niñeces que están transitando algo similar, muchos niños y niñas que están sin poder hablarlo, están en la familia ocultos. Queremos que puedan vivir tranquilos y en libertad, que se puedan expresar”.

“Mamá, yo quiero ser un varón”

Guido tiene 16, vive con su familia en San Miguel de Tucumán, es el menor de tres hermanos y es trans. Empezó su transición oficialmente a los 10 años cuando pudo poner en palabras lo que le pasaba y sus padres decidieron acompañarlo en un proceso muy lento pero respetuoso y satisfactorio. “Guido empezó con un bloqueo a los 11 años, cuando entraba en la etapa del desarrollo biológico que le permitía hacerlo. Y a los 14 inició el tratamiento hormonal. Hoy está súper bien, conforme, siente que su cambio es algo propio, su identidad masculina, su forma de caminar, el vello por todos lados que uno odia y él está feliz”, cuenta su madre, María Laura Quintana(53).  

Desde muy pequeño en el jardín ya demostraba gustos e inclinaciones asociadas a lo masculino, aunque para entonces María lo relativizaba y pensaban que era producto de la imitación de sus hermanos más grandes. “Se empezó a notar desde muy chiquito. Él no hablaba de él en masculino, porque no sabía, pero era una necesidad que él iba teniendo cada vez mayor, de pertenecer”, explica la madre, quien tuvo que iniciar un tratamiento con asesoramiento psicológico para poder aceptar la situación y comprender la complejidad de lo que estaba viviendo su hijo.

En la escuela sus comportamientos y vínculos se acentuaron con el tiempo: siempre buscaba compartir espacio y tiempo con sus compañero varones, y pedía vestirse de fútbol para ir a las fiestas de cumpleaños: “un día me dice, ‘mamá yo debería ir de equipo de fútbol como todos mis amigos’, y obvio que cuando lo buscaba, en vez de la pistita de baile donde estaban todas las nenas, lo sacaba de la cancha de fútbol todo transpirado. Todos esos pequeños logros lo iban reafirmando en su identidad”.

En el marco de un día del niño lo llevaron a una juguetería para que elija lo que quiera. Allí se encontró con la división binaria que la sociedad ha naturalizado entre los juguetes para nenas y los juguetes para nenas. “Primero se iba para el lado de las nenas, pero no elegía nada. De golpe aparece en la parte de varones y me miraba. Yo trataba de que relaje, mostrándole que habilitaba y que no pasaba nada. Su temor no era solamente por mí, sino qué diría la gente. De repente se para y le digo ‘ fíjate, tal vez hay algo acá que te guste’. Y elige una espada de esas como de la guerra de las galaxias – narra su mamá tan emocionada como angustiada por ese recuerdo y el sufrimiento de Guido por no poder expresar el regalo que verdaderamente quería - Hoy que lo analizo con retrospectiva me angustio, y pienso en la cantidad de niños y niñas cuyos padres no hacen este movimiento, y pienso en el proceso interno de él en contra de todo lo que uno le enseña. Me pregunto, ¿cuánto tiempo esperó, siendo tan chico, para que uno vea, valore, entienda, acompañe esas elecciones?”.

A los 10 años una noche Guido pudo comunicarle a Laura, entre atormentado y confundido, lo que sentía desde que tiene uso de razón, aún sin comprenderlo, pero con la presión de sentir que algo que estaba mal: “Entré a su habitación a darle el beso de las buenas noches y lo encuentro llorando, entonces le insisto para que me cuente qué le pasaba. Al principio me decía que era una tontera, pero después me dijo medio dudoso ‘no puede ser, pero me pasa esto, creo que soy o me siento un varón, yo quiero ser un varón’ - aquellas palabras, que de alguna forma había estado esquivando hace años, se le vinieron encima de golpe, sin remedio - me acuerdo que estaba tan mal, tan angustiado, era como si estuviera confesando un crimen mortal. Entonces me enfoqué en decirle que se calmara y que íbamos a averiguar qué le pasaba. Tuve que enfrentarlo y alivianar un poco, porque realmente esa angustia de él no era justa”.

Al poder hablarlo el alivio del niño fue inmediato, así como la predisposición y voluntad de sus seres queridos para escucharlo: “Nos invadió la tristeza, el miedo, la confusión y la desesperanza. Nos cambió la vida pero buscamos información con la esperanza primero de que solo se tratase de una confusión. Ahora entendemos que las personas trans no nacen a los 18 años y que el género es lo que carga de sentido a la identidad de cada persona, algo tan íntimo, algo que se siente, algo que se es”. La siguiente etapa familiar fue de acompañamiento médico y psicológico con el objetivo de. acompañar, reflexionar, ayudarlo y habilitar su proceso de transición. “A pesar de haber sido liberador para él, no fue nada fácil. Nadie debería tener que pedir permiso ni dar explicaciones para ser”, indica.

Un verano que se iban de viaje por vacaciones, justo antes de la pandemia, Guido propuso una suerte de juego que implicaba cortarse el pelo “como los del grupo BTS” y ponerse un nombre de varón. “Lo llevamos a un local a comprarle esas remeritas para el mar, ahí se me acerca la chica y me dice ‘¿querés ver algo para él?’ Y él se puso feliz’”. A la vuelta de ese viaje ya no hubo marcha atrás y resolvieron formalizar la identidad en el colegio donde Guido empezaba sexto grado. Afortunadamente respetaron su deseo, sin necesidad de ninguna documentación, lo acompañaron muy bien y hasta le dieron su diploma con su nombre auto percibido. En 2020, apenas habilitaron las salidas en medio de la pandemia, el niño finalmente obtuvo su DNI. 

Paralelamente María Laura se acercó a Transformando Familias por la referencia de la Doctora Reina que allí trabajaba con un pequeño grupo de familias de chicos y adolescente trans. Además, poniendo en valor su propia trayectoria, realizó varias capacitaciones sobre Educación Sexual Integral en Amnistía Internacional y con Aula Abierta, que es una institución privada que tiene un convenio con la Universidad de Córdoba: “Me formé para dar charlas en escuelas porque la implementación de la Ley es algo que no se ha logrado nunca plenamente y ahora con este gobierno, olvídate, no existe. Con la Fundación hemos hecho varias charlas en las que yo hablaba de la parte experiencial, ESI enfocada en la parte de infancias trans. A veces de las escuelas nos llaman, por lo general, porque les surge algún caso y no saben cómo actuar. Y nosotros también nos encargamos de proyectos financiados por asociaciones para hacer talleres o videos institucionales”.

Luego de la publicación del DNU 62/25 que prohíbe el acceso de infancias y adolescencias trans a los tratamientos previstos por la Ley de Identidad de Género, junto con la fundación se sumaron al amparo colectivo. “En el momento que sale el decreto yo estaba enloquecida y no podía creer la brutalidad y los argumentos que se estaban usando” , recuerda la madre de Guido. Al mismo tiempo, como familia, también decidieron iniciar un reclamo individual a través de una nota presentada de manera informal a la obra social para exigirle que garantizara el tratamiento y, en caso de recibir una negativa, sí presentar un amparo acompañado de una medida cautelar. Sin embargo la obra social no contestó, ni la nota presentada ni la carta documento, por lo cual, resolvieron presentar un amparo: “No nos dan legitimación todavía para la medida cautelar porque no hay una negativa firme de la obra social . Nos hacen esperar que se produzca el daño para tener derecho a solicitar una medida cautelar, cuando en realidad pretendíamos evitarlo”, explica María Laura con bronca e impotencia.

La mamá de Guido destaca que su familia como gran parte de la sociedad ha aprendido a comprender y a acompañar esta realidad: “Estamos conociendo la primera generación de niñeces trans que están pudiendo vivir su identidad de género respetada, ver el brillo en sus ojos y su plenitud  al ser acogidos por su entorno tal y como se perciben, y al haber podido acceder a un tratamiento que los ayude a verse como lo anhelan. Hay que tener la plena convicción de que estamos en el camino correcto y que un retroceso en estos logros, podría significar volver a esos años de angustia y soledad.

Ante la posibilidad de una suspensión del tratamiento, para Guido sería como volver para atrás “a todo lo que él no quería”:  “Yo no tengo planeado que deje el tratamiento. De una forma u otra lo vamos a solucionar”. Pero, al mismo tiempo, lo que estremece es la sensación de pérdida de derechos y la posible criminalización de las infancias y adolescencias trans: “Angustia sentir que uno va a pasar a la clandestinidad, porque es un tratamiento que requiere mucho control médico, que genera muchas complicaciones que requieren de un seguimiento y otra medicación. Si la medida avanza hay que ver quién nos va a querer atender por haber hecho esto que teóricamente está fuera de la ley”.