Vivir en un hogar violento: qué pasa cuando los niños adoptan conductas agresivas

En noviembre pasado se conoció el caso de un chico que asesinó a su padre luego de que este ejerciera violencia de género a su mamá de forma reiterada. Qué sucede con las y los niños que crecen en ámbitos violentos, desde la mirada de cuatro profesionales especialistas en la materia.

12 de enero, 2024 | 00.05

En noviembre, un niño de 11 años vio cómo su padre increpaba a su mamá, nuevamente, porque la cena no estaba hecha. A su corta edad, presenció reiteradamente cómo su madre era víctima de violencia de género dentro de su hogar, ubicado en la localidad bonaerense de Morón. Una noche, ese niño buscó un arma de fuego guardada en la casa y le disparó a su padre mientras dormía. “Este no te golpea más”, le dijo a su mamá después del hecho. 

Como él, muchos otros niños y niñas crecen siendo testigos de situaciones de violencia de género, violencia intrafamiliar o siendo víctimas directas de violencia infantil. 

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En 2023, la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema de Justicia de la Nación atendió casi 10 mil denuncias por delitos de esta índole, según detalla en su Informe de Gestión Anual. Las cifras van en aumento año tras año y colapsan a los juzgados de familia, evidenciando la incapacidad del Estado en respetar el derecho de las infancias de crecer en ámbitos seguros. 

Ante esta circunstancia, que se vuelve aún más alarmante tras la vuelta del debate de la baja de la edad de imputabilidad, El Destape consultó a especialistas en el tema, como Melissa Rivera, psicóloga de una asociación civil que hace más de 20 años trabaja con casos de maltrato y abuso sexual infantil llamada Lihuen. Ella explicó que la exposición constante a situaciones de violencia en el seno familiar y doméstico “puede generar impactos cognitivos, emocionales y sociales que pueden configurarse en traumas que afectan posteriormente a la salud mental, especialmente si no se recibe un tratamiento y contención adecuada”. 

Las y los niños que hayan crecido en ámbitos violentos tienen mayor tendencia a manifestar problemas de confianza, bajo autoestima, ansiedad, depresión, evitación de las situaciones estresantes, y a repetir conductas agresivas “por la propia naturalización de la violencia en la que se encuentran inmersos”. 

Es el caso también de un niño de 13 años que fue herido de un corte en el cuello y encerrado en un reciclador de residuos a metros de la Escuela Media Nº 6 Juan Domingo Perón, en Berazategui, por sus propios compañeros. El hecho ocurrió en octubre,  los agresores serían otros tres adolescentes, que lo habrían atacado por un conflicto que se desató dentro de la escuela.

El caso generó revuelo y debate por el grado de violencia de los adolescentes. Aún más, tiempo después del intento de asesinato, se volvió viral un audio de 40 segundos de uno de los atacantes que expresaba su lamento porque la víctima quedó con vida. 

La opinión pública se horrorizó con el caso, mientras que un sector también se indignó porque los jóvenes fueron restituidos a sus domicilios con sus padres y bajo una medida de seguridad dispuesta por la Justicia, por tratarse de menores de edad inimputables. Muchos educadores, operadores de la justicia y protectores de derechos humanos de niños, niñas y adolescentes salieron entonces en los medios a intentar calmar esa indignación al  explicar que no pueden juzgarse penalmente a esos niños como si fueran adultos.

Los niños reproducen lo que aprenden, principalmente, en el seno del hogar y círculo cercano. Ninguno a esa corta edad debería tener conocimiento de que cortando con un objeto punzante a otra persona en el cuello puede producirle la muerte, portar armas blancas en sus mochilas escolares o saber dónde su padre guarda un arma de fuego en su propio hogar. En palabras del abogado especialista en violencia familiar de la Universidad del Museo Social Argentino, Diego Ortiz, “no puede creerse que un niño víctima de violencia puede convertirse en victimario desde lo penal”, sino que sigue siendo una víctima perpetrada de los efectos de la falta de un seno de contención y educación en su infancia. 

Niños huérfanos por violencia 

El Observatorio Ahora Que Sí Nos Ven indicó que, como consecuencia de los 308 feminicidios registrados durante el 2023, al menos 256 niños y niñas han perdido a sus madres y, en muchos casos, también a sus padres por haber sido éstos detenidos. 

El 62,8% de estos femicidios ocurrieron en la casa de la víctima, del agresor o casa compartida. Unas 62 víctimas ya habían denunciado a sus parejas antes de perder la vida, mientras que otras 37 tenían incluso medidas judiciales y de seguridad. 

Tal como Ortiz señaló, “los juzgados de familia deben tomar medidas de protección específicas rápidas frente a la denuncia de violencia, como el cese de actos perturbatorios e intimidatorios, prohibición de acercamiento, prohibición de contacto, la exclusión del hogar y reintegro al grupo familiar conviviente, restitución de efectos personales, etc.”. Pero si el Estado falla, debe hacerse cargo de la protección integral del menor de edad. 

Es por esto que desde el 2018 hasta mayo de 2023, más de 1.500 niños y niñas que han quedado huérfanos a causa de violencia extrema intrafamiliar y/o de género han recibido la reparación económica prevista por la Ley 27.452, conocida como “Ley Brisa”. 

En estos casos, las infancias quedaron bajo el ala del Estado, y es por eso que el abogado Ortiz explicó que “los niños, niñas y adolescentes que quedan huérfanos por un crimen de familia quedan observados por las instituciones, como las de niñez y adolescencia y el Poder Judicial” y remarcó la importancia de que las intervenciones de la Justicia en estos supuestos sean “útiles, respetuosas y no revictimizantes” para con los menores. Allí radica la importancia de la Ley Brisa, que les brinda los recursos para acceder a servicios de atención médica y recibir apoyo integral a lo largo de su crianza. 

Para más información sobre la reparación económica para niñas, niños y/o adolescentes, ingresar a la página web oficial del Gobierno Nacional o haciendo clic aquí.

Detección temprana del daño

El contexto social que rodea a las niñeces es fundamental para la detección temprana de posibles daños. 

También en comunicación con este medio, Verónica Spinelli, licenciada en Trabajo Social y presidenta de Lihuen, explicó que existen algunos mecanismos de defensa que tienden a desarrollar. “Hay niños que parecen invisibles, que no hacen ruido, hablan poco, que parecen perdidos en una nebulosa. Llegamos a recibir niños diagnosticados con espectro autista y que, en realidad, no era eso, sino que eran niños que presenciaban situaciones de violencia que padecía su mamá”. 

Desde la asociación las especialistas trabajan también con niños que desarrollan conductas agresivas, que “han aprehendido que los problemas se resuelven violentamente” y manifiestan “berrinches inexplicables”. También con niños con temores específicos como “el miedo constante a que su madre muera”.

Maestros/as, médicos/as, familiares y demás adultos pueden detectar así sintomatologías que las y los niños pueden llegar a desarrollar para luego consultar a profesionales en la materia. 

Desde ya, la aplicación de la Educación Sexual Integral en las escuelas es crucial para la detección de hechos de violencia familiar o abuso sexual y evitar que “el día de mañana estos niños se conviertan en adultos violentos”. 

“Sería fundamental tener capacitados a los equipos de los centros de salud, de comedores escolares, de centros de apoyo escolar y docentes para que frente a situaciones donde aparecen indicadores de que los niños que estén siendo testigos de violencia de género en sus hogares puedan prender la señal de alerta”, indicó.

Proponer juegos o actividades creativas es también una estrategia para entablar comunicación con las infancias. En el 2019, Lihuen lanzó un proyecto para dictar talleres de arteterapia con perspectiva de género a fin de trabajar terapéuticamente en desnaturalizar las conductas violentas aprendidas.

Dibujo realizado por un niño en el taller de arteterapia que organiza Lihuen

“En estos talleres enseñamos a vincularse de formas sanas, y funcionaron muy bien, ya que también han servido para la detección y prevención de más situaciones de violencia”, cerró Spinelli. 

Dibujo realizado por un niño en el taller de arteterapia que organiza Lihuen

Cómo detectar que un niño sufre violencia en su casa y qué hacer 

La Lic. María Laura Lezaeta, psicóloga infantil y co-fundadora de JUEGOlogía (psicologiadidactica.com), brindó herramientas básicas para detectar distintos tipos de violencia infantil y sugirió qué hacer en esos casos. 

Entre los indicadores señalados por la licenciada, comenzó por enumerar los “físicos”: golpes, moretones, quemaduras o heridas en alguna zona del cuerpo. También es importante prestar atención a dolores recurrentes sin causa aparente. Por ejemplo, cefaleas, dolores articulares o en la zona abdominal.

Por otro lado, se encuentran los indicadores “comportamentales”, es decir, cambios repentinos en el apetito (voracidad o restricción alimentaria, aumento o descenso brusco de peso), dificultades para conciliar el sueño, disminución en el rendimiento escolar, aislamiento social, temores o rechazos intensos hacia una persona, lugar o actividad determinada.

En tanto, los indicadores “emocionales” se refieren a tristeza, llantos frecuentes, irritabilidad, miedo, enojos desmedidos, sentimientos de culpabilidad, impotencia, vergüenza, frustración, etc.

Dibujo realizado por un niño en el taller de arteterapia que organiza Lihuen

Y, finalmente, los indicadores en la esfera “sexual”: conductas precoces o conocimientos sexuales inadecuados para su edad.

Si se detecta cualquier tipo de maltrato infantil, directo o indirecto, Lezaeta señaló que es importante actuar siguiendo algunos criterios esenciales:“Siempre estar dispuestos/as a escuchar a los niños respetuosamente, brindarles seguridad y confianza de que nosotros estaremos para ayudarlos, ofrecerles todo nuestro apoyo y contención, siempre creerles lo que nos cuentan y no dudar de ellos”.

“Como referentes y educadores de los niños, niñas y adolescentes, se debe actuar en su resguardo y preservar tanto su seguridad física y emocional. También es importante buscar ayuda profesional y recurrir a establecimientos especializados en dicho abordaje para recibir atención, protección y realizar la denuncia correspondiente”, expuso la psicóloga infantil. 

*Si creés o sabés que un menor de edad está siendo violentado, podés llamar desde cualquier parte del país, las 24 horas, a la línea gratuita y confidencial 102, también de forma anónima, para asesoramiento y denuncia.