Paula Salto corre largas distancias vistiendo una remera que porta un nombre en rojo y datos debajo. Lo hace desde que vio esa idea en otro maratonista, que llevaba una camiseta con el rostro de sus dos hijas en honor a ellas. Inspirada en esa secuencia, desde entonces, hizo lo propio, pero con una diferencia: el nombre que agita en cada llega a la meta grita Sebastián y es su hijo. Pide, desde esa tela de algodón, encontrarlo. Lo busca incansablemente desde sus 20 años, cuando, luego de vivir una de las situaciones más duras y traumáticas de su vida -acorralada y presionada por su pareja- abandonó el hospital dejando a su bebé recién nacido. El miedo y la depresión propia del período posparto la ensordeció y, tras esa decisión, vivió una crisis profunda con solo un deseo: dar con él.
Queriendo salir del estado de vulnerabilidad y desprotección que vivió en su juventud, se encontró con el atletismo, herramienta fundamental en su vida para sanar. Por muchos años, debió trabajar la resiliencia y el perdón a sí misma para ponerse de pie. "Cuando vi a ese señor en una maratón con el nombre de las dos hijas me iluminé y comprendí que podía hacer algo similar para visibilizar la búsqueda de Sebastián". Hoy sus carreras tienen dos metas: lograr el podio -logró dos- y visibilizar su lucha. En ese camino, alcanzó triunfar con 37 medallas.
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"Naciste el 18/10/1988 13.35 en el Hospital Durand", dicta la remera en la que le habla directamente a su hijo. Para llegar a esos datos fue a dicho centro médico, pero no tuvo éxito. En recepción la atendió una asistente social que recordaba su caso: "Se pone a buscar, pero no figuraba nada del año 1988. Yo no lo podía creer. Luego, me dijo: 'Vos lo abandonaste'", recuerda, con mucho dolor. Su lucha, 10 años después del nacimiento de Sebastián, no terminaba: se dirigió al archivo y se cruzó con "un ángel" -como lo llama a ella- que se comprometió en buscar los datos. "A los tres meses me llamó por teléfono y me confirmó su fecha de nacimiento. Fue en ese entonces cuando obtuve el papel como evidencia de mi historia".
En junio del 2024, la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación se comunicó con Paula por medio de “Identidades Santiagueñas”, programa que facilita a toda persona nacida en la provincia y que dude de sus orígenes biológicos; buscar, localizar y obtener información que ayude identificar a padres, madres, hijos, hijas y otros familiares. “Ya firmé el consentimiento, compartí el acta de parto, y ahora estoy a la espera de tener una entrevista. Pero la causa ya ingresó a la Defensoría del Pueblo de la Nación como búsqueda del paradero en relación al derecho a la identidad”, comentó esperanzada.
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Paula Salto tuvo una vida difícil: comenzó a los 19 años, cuando sus empleadores decidieron mudarse a Brasil y ella, sin la posibilidad de viajar por falta de documentos, se quedó sin trabajo y sin casa. En ese entonces, Paula salía con un chico de 23 que había conocido en una fiesta. Sin pensarlo mucho, lo llamó y le preguntó si podía quedarse en su hogar hasta que consiguiese dinero. Él le dijo que sí. Al mes ella quedó embarazada de Cristian -su primer hijo- y su estadía se prolongó. “Fue ahí cuando él comenzó a mostrarse diferente. Empezó a salir todos los fines de semana y a verse con otras chicas. Pero yo no me iba de la casa; yo seguía con él porque no tenía a donde ir, era una persona muy introvertida y sumisa, y aceptaba cosas porque lo único que buscaba era una familia”, confesó Paula Salto.
Cuando Paula tenía 20 años se enteró que iba a ser mamá por segunda vez: “Si antes estaban mal las cosas, ahí fue una catástrofe. Porque el papá de Cristian empezó a maltratarme psicológicamente, y se le metió en la cabeza la idea de que yo interrumpiera el embarazo”. Pasaron nueve meses en los que el silencio, la soledad y la incertidumbre fueron desestabilizantes para Paula. Hasta la mañana del miércoles 18 de octubre de 1988 cuando la mujer de Quimilí rompió bolsa. “Salí sola de casa y caminé hacia la parada de colectivo que estaba a metros de una ruta. Cuando me subí al transporte escuché que el chofer le dijo a los pasajeros que cambiaba el recorrido; que a partir de ese punto no iba a parar hasta el hospital Durand”, recordó con mucha angustia. Paula entró a la clínica, acompañada del colectivero y de una pasajera. Y fue así como a las 13:35 dio a luz a su segundo hijo a quién llamó Sebastián. “Ni bien lo tuve a upa empecé a llorar. Los médicos me preguntaban qué me pasaba y yo no les contestaba. Pero por dentro yo estaba abrumada pensando en lo que iba hacer”. Esa misma noche, Paula padeció un episodio de psicosis puerperal; estos estados provocan una pérdida del sentido de la realidad, alteraciones del contenido del pensamiento y del comportamiento. Al día siguiente, ni bien amaneció, amamantó a su hijo, lo apoyó en la cuna, y salió de la habitación. “Caminé como pude esas cuarenta cuadras hasta mi casa porque lo único que necesitaba era ver a Cris”.
Luego del parto, una asistente social y efectivos policiales se acercaron a la puerta de la casa de la mamá para pedirle a ella y a su pareja que busquen a su bebé. Paula, atravesada por la crisis emocional, estaba imposibilitada de responder. Fue entonces que el hombre, quien no quería desde un principio asumir la responsabilidad parental, mintió. Les dijo que ella se había ido y que él no podía hacerse cargo de la criatura. “En esa época era diferente. Se fueron y esa fue la última vez que me buscaron. El padre terminó firmando los papeles de adopción”, aseguró la mujer. Ella estaba desprotegida, inmersa en un ambiente de maltrato y violencia y sin un acompañamiento médico. Por lo que, luego de haber perdido a su bebe, su estado anímico empeoró.
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El sistema de adopción en Argentina: ¿puede un progenitor revincularse con su hijo?
En la Argentina, la adopción es una institución jurídica que tiene por objeto proteger el derecho de niños, niñas y adolescentes a vivir y desarrollarse en una familia que le procure los cuidados tendientes a satisfacer sus necesidades afectivas y materiales. “En la práctica nos encontramos con un bebé abandonado en la puerta de una iglesia, dentro de un hospital o con los mismos progenitores que nos comentan que no quieren seguir criando al hijo/a. Ahí nosotros lo que entendemos es que lo principal es garantizar los derechos del niño, niña o adolescente. No necesitamos una firma de los adultos para empezar con el proceso de adopción”, señaló Claudio Mazuqui, Juez de Control, Niñez, Juventud, Violencia Familiar y Género. En tales situaciones, “al niño o niña lo llevamos a una Guarda con fines de adopción para que se le restituyan los derechos, mientras que los jueces, psicólogos, asistentes sociales y otros órganos vamos trabajando sobre lo que sucedió previamente”.
El Juez Claudio Mazuqui entiende que, con el correr de los años, el abandono de un niño, niña o adolescente, y su posterior adoptabilidad dejaron de ser tabú. Y que con la práctica judicial se buscó la manera de que los menores de edad tengan acceso a la información, y puedan en algún momento de su vida conocer sus raíces, y tener –en caso de que ellos quieran- la revinculación con sus progenitores con el fin de conocer su propia historia. Asimismo, informa que es factible para los padres biológicos revincularse con los hijos dados en adopción, siempre y cuando ellos presten consentimiento para el encuentro.
Rearmar la vida
Los años pasaron y ella logró rearmar su vida. Encontró en su primer hijo Cristian la fortaleza para salir adelante. Consiguió una nueva casa, un nuevo trabajo y obtuvo su primer título como Auxiliar de Enfermería. A pesar de que el camino fue duro, poco a poco se fue recuperando: “Tuve que aprender a perdonar, aceptar que no tuve opción, para poder sanar mi alma”. En esa misma línea, empezó a atenderse con una psicóloga, quien le sugirió empezar una actividad para que se sintiese mejor. Pero lo que no sabía Paula es que ese sería el puntapié de su gran lucha. “Me dijo que todos los días caminase una hora para liberar tensiones o para aprender a llevar esa mochila que tenía en la espalda”. Sin embargo, un día común y corriente, la mujer santiagueña se propuso dar la vuelta a la plaza corriendo, y fue la decisión más acertada. A partir de ese entonces, Paula Salto entrenó día y noche para mantener su mente estable. La mujer sabe que el deporte fue clave en el proceso de recuperación y autovaloración: “El atletismo es lo que me sacó de eso. No me imagino sin correr. Cuando corro paso por muchos estados, de tristeza, alegría, esperanza, euforia, pero es lo mejor que encontré”.
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Para Paula, cada carrera es un paso más cercano a su tan deseado encuentro: “Cada carrera que yo tengo, es un paso más hacia Sebastián. Porque la gente me saca fotos, me preguntan, comparten. Me habla mucha gente y me dicen que no baje los brazos”, aseguró la mujer que ya lleva 37 medallas y dos podios. “Siempre digo que son logros deportivos, pero mi primer puesto será el día que encuentre a mi querido Sebastián”, completó.
A partir del hito de que la Defensoría del Pueblo tome su caso, ella toma conciencia del propio recorrido y continúa con la esperanza de encontrarlo: “El precio que pagué fue muy alto pero logré salir adelante. Y sobre todo, aprendí a perdonar. A perdonarme. Hoy me cuido, hoy me amo”. La nueva Paula cree y confía en que va a conseguir ese abrazo que tanto anhela. Mientras, sigue corriendo agitando esa remera como bandera.