Una voluntad de acero y un alto nivel de determinación para perseverar hasta alcanzar sus objetivos. Esas fueron las dos principales virtudes de Lucy Muñoz Navia, una mujer de 64 años que se graduó hace semanas como Licenciada en Trabajo Social en la Universidad Nacional de Derechos Humanos Madres de Plaza de Mayo (UNMa), dependiente de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). Lucy llegó desde Bolivia hace 40 años y, ya mayor de edad, se propuso primero terminar los estudios primarios, luego los secundarios y finalmente perseguir su sueño mientras trabajaba en casas particulares.
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El origen de esa decisión tuvo que ver con una trabajadora social que la guió durante una etapa complicada de su vida y a quien definió en diálogo con El Destape como “una gran ayuda y un ejemplo a seguir”, aunque su arribo al mundo académico también estuvo relacionado con la entonces titular de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini.
Sin dudas fue un desafío cursar teniendo cuatro hijos y debiendo trabajar y estudiar al mismo tiempo, pero la flamante licenciada derribó todas las barreras. “Les digo a las personas de mi edad que, si quieren estudiar algo, se pongan. Pasito a pasito, se va aprendiendo. Mi mensaje es que se animen a volver a empezar”, envió su consejo a quienes estén en una situación similar.
La importancia de una trabajadora social y de Hebe de Bonafini
Al repasar su llegada a la carrera, resaltó el rol de aquella trabajadora social con la que dijo haber tenido “mucha suerte” y, en retrospectiva, señaló que “fue un acierto, porque me encanta estar en el territorio y ayudar a la gente”.
Tras un acercamiento a la UBA, donde comenzó a cursar el CBC y aprobó algunas materias, sentía que su sueño se retrasaba y “no iba a terminar nunca”. Fue allí que se terminó de convencer por la palabra de Hebe de Bonafini, a quien escuchó durante su visita a una radio comunitaria del Bajo Flores.
“Ella era la directora de la Facultad de Madres e hizo un comentario para las personas que querían estudiar. Fui, le pregunté la dirección y me anoté”, valoró sobre la fallecida referente mundial en Derechos Humanos.
El apoyo de la familia, compañeros y profesores
Cursar una carrera y criar a sus hijos representó un desafío. “Fue un poco complicado, pero de a poco se puede”, expresó Lucy y resaltó la “gran ayuda” de su esposo. “Él siempre estaba para darme una mano. Me decía ‘andá que yo hago el resto, no te preocupes’”, reconoció, mientras valoró el "gran compañerismo" de sus compañeros de carrera.
Su tarea fue un ejemplo además para la familia. “Estaban contentos al verme estudiar. Se motivaban, algunos estaban terminando la secundaria y otros habían empezado el instituto o la facultad. Decían ‘Si mamá estudia, ¿por qué no yo?’”, confió sobre sus hijos, que hoy tienen entre 27 y 35 años y tienen estudios completos.
Con respecto a los profesores, señaló que “tenían mucha vocación docente” y valoró el trato humano. “Cuando teníamos bajas notas, nos citaban y decían ‘quiero hablar con vos, ¿qué te pasó?’ Daban oportunidades”, indicó, poniendo un escalón por encima a Marcela Sánchez, directora de la cátedra de Trabajo Social: “Siempre estuvo conmigo y detrás de mí”.
El trabajo en el territorio
Tras haberse graduado, la licenciada trabaja en el Proyecto Sedronar en el club Villa Miraflores. “Me encanta hacer este trabajo, siempre estamos con chicos en situación de calle, con consumos problemáticos. Ellos vienen y los atendemos con una merienda, que es un dispositivo para que puedan sentarse y contarnos sus historias”, contó.
No sorprende que en ese ámbito su historia también quiera ser imitado. “Me tocó un muchacho de 40 años que había terminado la secundaria y le digo ‘¿por qué no estudias algo?’ Le mostré mis fotos, la universidad, la entrega de diplomas… Vino unos días después y me dijo: ‘me quedé pensando y me anoté en Trabajo Social. Si usted estudió, yo también puedo’. Es algo que te llena el alma, una recompensa al esfuerzo que uno hizo”, sentenció Lucy.
Para la directora de la carrera, Lucy tiene "un mérito especial"
La directora de la carrera, Marcela Sánchez, destacó a este medio el "compromiso social" de Lucy y admitió que "en lo personal, fue una de las graduadas que más esperaba que cumpliera su meta".
Al profundizar en esa sensación, reconoció que “empezó a estudiar de adulta y le puso mucho esfuerzo, empeño y dedicación, siendo una persona que no vivía cerca y tenía familia" y sentenció: "Ella hizo toda la carrera trabajando y eso tiene un mérito especial, más allá de su rendimiento académico, que fue progresando año a año".
Sánchez recordó que "al principio le costaba, como pasa cuando una persona se tiene que adaptar a una vida universitaria y ya pasó mucho tiempo de sus estudios secundarios", pero puso de relieve su cambio: "Se fue viendo el progreso y sobre todo su calidez de persona y sus ganas de aprender y de poder recibirse, siendo una persona que conoce los territorios y las realidades sociales".
A su vez, valoró que "ella pertenece a una de las primeras camadas de la Universidad de las Madres" y resaltó que "cada tanto se comunica para contarme en qué está trabajando ", al dar testimonio de una relación entre alumna y docente que siguió más allá de la institución. "Me da mucha alegría porque siempre fue muy receptiva al apoyo", definió.
La importancia de la vocación y la educación pública
Además, la docente repasó que "Lucy migró a Argentina hace muchos años y hoy es una muestra más de lo importante que es la universidad pública e inclusiva para acompañar e ir sorteando las dificultades, que muchas veces son económicas o laborales" y reflexionó: “El desafío no es sólo que los alumnos ingresen, sino que permanezcan y se gradúen”.
Para quienes quieran sumarse, consideró que "siempre tiene que haber vocación " y afirmó que "cuando empiezan, a los estudiantes los motiva contribuir en sus barrios, la empatía por el otro y que te lleguen la desigualdad y la vulneración de derechos".