¿El fin de las selfies? Por qué ahora todos quieren cámaras analógicas: el detrás de la vuelta a la nostalgia

En una era que migró para lo digital, cada vez se compran más cámaras analógicas con el motivo de recuperar lo "vintage". Qué pasa con la fotografía hoy, desde las voces de expertos.

05 de diciembre, 2023 | 00.05

La tapa se levanta, se sacan los primeros centímetros de película y se montan los pequeños agujeros sobre el engranaje dentado. Luego la tapa se cierra, se mueve la palanca de arrastre una vez, y la cámara queda lista para presionar el disparador. Este proceso, el de la cámara analógica, ganó espacio en los últimos años entre los jóvenes que encontraron en el formato vintage un nuevo mundo, el de la imagen tangible.

Este hobby, si se lo quiere calificar así, se levantó de su sopor hace más de una década, luego de que los teléfonos celulares reemplacen a las cámaras digitales que, a su vez, habían reemplazado a las analógicas. La búsqueda de una estética particular en la imagen hizo que se revalorice la fotografía impresa, perpetuada en el papel, por sobre la instantaneidad de la pantalla. Además, hubo un considerable aumento del volumen de las imágenes, por no decir exagerado. Todo es fotografiado o filmado, sin distinción de importancia.

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Algunos amantes de la fotografía trabajan con la nostalgia del proceso mecánico y se dedican de lleno a la reparación y comercialización de cámaras analógicas. Bucean en un mar de publicaciones en las plataformas de compra y venta, en búsqueda de tesoros empolvados que, en algunos casos, son piezas invaluables de la fotografía analógica y que cotizan con precios elevados en el mercado. 

"Lo que veo cada año es que cada vez hay más interés", cuenta Emiliano Arangio Febbo, que tiene un perfil en Instagram con miles de seguidores llamado “Oeste Analógico”, en el que comercializa las cámaras que llegan a sus manos para ser reparadas y reacondicionadas. "No es una percepción, veo el interés de forma cuantitativa en mi canal. Hay un crecimiento sobre todo en jóvenes que no vivieron con una cámara analógica y les parece una locura, no algo viejo, sino algo nuevo y novedoso”, explica, en referencia a su cuenta de YouTube, donde muestra cómo darle mejor uso a las distintas marcas y modelos, que pueden ser de los años 60’ hasta los 90’.

Entre ese público, destaca, también hay fotógrafos que “quizás quieren revivir una cámara vieja que estaba guardada, comprar los rollos otra vez”, como parte de un todo, y detalla: “Hay gente que me escribe y me dice que tiene una cámara de sus abuelos, y se dan cuenta que los rollos se consiguen y que hay mucha información sobre cómo usarla”.

En cuanto al dinero, hay que resaltar que no es una actividad económica. Una cámara analógica puede costar entre los $20.000 mil pesos, de una calidad menor pero funcional, hasta los miles de dólares. Emiliano tiene en venta una Leica 3F a mil dólares, es la más cara en su local. El rollo de 36 sale alrededor de $29.000 mil pesos, y el revelado entre $700 y $900 pesos por foto.

Sobre lo digital, Emiliano reflexiona que cuando uno hace fotos con un celular “se esfuerza mucho menos por hacer una buena foto que cuando tengo una cámara con un rollo puesto”, y opina que “la foto mejora, y cuando vos se lo mostrás a otra persona creo que las fotos son mejores y son más lindas de ver también”.

En los miles de casos que conoció, recordó: “La semana pasada vendí una cámara a una mujer de unos 50 años y dijo que se había interesado al ver unos videos, y ahora me mostró y está haciendo unos retratos muy buenos. Quizás fue una cuenta pendiente de algún momento y la volvés a retomar”.

Industria terminada

“No se fabrican más. Hace unos años, Kodak y algunas empresas más, sacaron otra vez cámaras analógicas, pero las peores del mundo. Fue porque vieron una moda y es algo para vender, pero eran muy malas. La gente que se acerca busca una cámara que funcione bien, sacarse de encima todo lo que puede fallar”, explicó Emiliano y agregó que “la cámara quedó relegada al uso profesional”.

Daniela Morán es fotógrafa profesional con varios reconocimientos y licenciada en Comunicación de la UBA. Se podría decir que es una trabajadora de la imagen en su totalidad, acumula varias exposiciones como Desde el Gesto, una muestra colectiva sobre el trabajo de las mujeres y diversidades, y Fotoperiodismo y Conflicto Social. La imagen analógica fue su primer amor, desde la clásica cámara familiar hasta una réflex semi profesional.

“Lo que pasa con la digital es que no existe la temporalidad de tener que esperar a que esté revelada la foto, se puede ver en el momento lo que sale, corregir los errores en el momento, cosa que no se puede hacer con una analógica”, opina sobre las diferencias y agrega que con la analógica “se supone que sale bien, pero no lo sabés y además en el revelado puede pasar algo más y esa foto ya es otra cosa, es una diferencia de tiempo”.

Daniela considera que la vuelta a lo analógico tiene que ver con el gusto “a lo vintage”. Aclara que a ella también le “encantan”, y que tiene sus cámaras analógicas: “Cuando viajo llevo esas cámaras para hacer un trabajo más distendido, no sé si tanto en el resultado, que depende de la cámara y el revelado”, asegura y señala que “hoy en día se usan rollos vencidos, que dan una estética distinta, o se le pone un trabajo en el revelado, ya que ahí hay otra estética”. 

Hacer tangible el recuerdo

“Lo que me seduce es poder hacer tangible un recuerdo, tenerlo en la mano, que pase a ser un objeto”, destaca sobre su atracción a la fotografía impresa, y señala que la imagen “como objeto, incluso es más difícil romperlo”, cómo si se eliminara la captura de ese instante en el tiempo.  

En una época en la que los teléfonos celulares tienen cámaras de altísima calidad y reemplazaron a las cámaras en casi su totalidad, hay diferencias notables. Daniela opina que lo que ocurre es que si lo roban se pierden las fotos. Incluso, si se hace un backup y se acumulan, no se miran nunca más por el volumen que se genera desde lo digital. 

No obstante, diferencia que para quienes trabajan con la fotografía se “busca algo más específico y reflexionado previamente que lo que busca la gente en general”, y subraya que “es real que el volumen de imágenes es muy superior a lo que era antes, y por eso damos una batalla pequeña de valorizar el trabajo, repensar las fotos desde ciertos lugares que por ahí no lo hacen todos”. 

Las imágenes ya reveladas, en la mayoría de los casos, no quedan, como en otros tiempos, en el cajón del dormitorio a la espera de un momento nostálgico. Las redes sociales son una plataforma en la que muchos muestran su trabajo analógico. “Sociabilizar la imagen”, lo define Daniela.

“Aún con una mejor tecnología, mejor calidad en las cámaras, las fotografías salen malas.  Las cámaras analógicas tenían una textura diferente, que estaba relacionada con la calidad de los lentes que tenían, que en general eran muy buenos, pero lo que importa es cómo entra la luz, más que un montón de otras cosas que pueden mejorar la imagen”, concluye.

El obturador de la cámara se abre, la película se expone a la luz y se captura una impresión, se captura el momento, un instante para siempre. Los químicos extraerán la imagen capturada y se imprimirá en un papel fotográfico. El proceso pareciera terminar, pero la fotografía será vista con una mirada nostálgica, con la sorpresa de no poder hacer zoom, no poder aplicar un filtro, no poder borrar de la memoria. La creación de una imagen para ser vista, tan simple como eso.   

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