El último día de enero de 1813 se inauguraron en Buenos Aires las sesiones de la Asamblea General Constituyente, mejor conocida por nuestros contemporáneos como la “Asamblea del Año XIII”, primera de este tipo en la Historia argentina. A mitad de camino entre la conformación de la Primera Junta de Gobierno en Mayo de 1810 y la firma del acta de independencia de las Provincias Unidas del Río de La Plata el 9 de julio de 1816, sesionó entre el 31 del mes primero y el 24 de enero de 1815.
El historiador misionero Pablo Camogli, especialista en este evento, sostiene en su estudio “Asamblea del año XIII. Historia del primer Congreso argentino” (Aguilar; 2013) que la Asamblea respondió a “un proceso de acumulación política y social del pueblo americano”. La base social de este Río de la Plata en transición a la independencia nacional -compuesta por mestizos, indios y esclavos- comienza a solicitar un mayor protagonismo, ya que carecían de derechos políticos (sin voz en los Cabildos -que subsistieron algunos años a la Revolución de Mayo-, ni participación en la burocracia del gobierno). El proceso fue acompañado por la crucial participación de estos sectores en los ejércitos de la independencia.
La situación de los plebeyos tuvo su influjo en las discusiones del Congreso y el autor lo explica de este modo: “Los primeros meses van a estar caracterizados por ese avance en la toma de decisiones de carácter revolucionario en términos de otorgamiento de derechos, instauración de una simbología que podemos denominar ‘nacional’ con la adopción del escudo, de la moneda, del himno y de una serie de medidas que le empezó a dar formato al Estado y a su institucionalización en las Provincias Unidas del Río de La Plata. Durante sus primeros seis meses de gestión, la Asamblea va a tener una marcada tendencia revolucionaria”.
Los objetivos coyunturales de la Asamblea los resumió Camogli en diálogo con El Destape: “Surgió a partir de un golpe de Estado que organiza la Logia Lautaro (octubre de 1812), liderada por San Martín y por Alvear contra el Primer Triunvirato, y tuvo por objetivo relanzar el proceso revolucionario y avanzar en las transformaciones que supuestamente la Revolución venía a implementar y darle un nuevo impulso al desarrollo de la guerra de la independencia.”
Sin embargo, esta tendencia política de la Asamblea se fue disolviendo a medida que avanzaron la sesiones: “Eso tiene que ver con el distanciamiento que se va produciendo en el seno de la Logia entre San Martín y Alvear, que primero es un distanciamiento por diferencias tácticas y finalmente es de tipo estratégico, habiendo dos miradas sobre el proceso revolucionario. San Martín quiso avanzar en la toma de decisiones que realmente modificaran el orden social y económico vigente, por ejemplo, proponiendo la liberación de todos los esclavos para integrarlos a los ejércitos, avanzar en las guerras de la independencia, organizar un gran ejército que le permita hacer la campaña de Los Andes y poder llegar hasta Lima que era su gran objetivo”, sostuvo el historiador.
La relación entre Alvear y San Martín, pieza clave para comprender la Asamblea del Año XIII
Carlos María de Alvear llegó al país en marzo de 1812, junto a San Martín y un grupo de oficiales que habían abandonado el ejército español y conformaron la Logia de los Caballeros Racionales, que luego cambiaría el nombre por el de Logia Lautaro (en referencia al nombre en clave de la estrategia del Cruce de Los Andes, que a su vez homenajea la figura de un lonko mapuche).
Ambos, junto con otros oficiales, diagramaron una estrategia concreta relacionada con la independencia. Eran compañeros de ruta, pero en los años de la Asamblea eso se rompió: “El grupo de Alvear empieza a cerrarse sobre si mismo con una mirada conservadora, más de tipo oligárquico, con un grupo dirigente perteneciente a la élite de Buenos Aires, que pretendía detentar la totalidad del poder empezando a obturar las transformaciones revolucionarias que caracterizaron la primera etapa de la Asamblea. De esta forma, la Asamblea entra en un largo período de inmovilidad sin tomar decisiones de importancia”, cuenta el historiador. Las motivaciones de los sujetos individuales son opacas de precisar, pero vale destacar que mientras el liderazgo de San Martín fue más de tipo militar, con una gran movilidad permanente y campañas en distintas regiones, Alvear construyó un liderazgo político más “de palacio” y con sede en Buenos Aires, donde la existencia de intrigas y camarillas estaban a la orden del día.
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Por qué la Asamblea del año XIII es importante en la historia argentina
Si bien la Asamblea del año XIII no sancionó una Constitución ni declaró formalmente la independencia, que eran sus objetivos primordiales, si amplió derechos para los esclavos como la implementación de la libertad de vientres, que implicó que los niños hijos de padres esclavos nacidos a partir de 1813, nazcan libres. También se estableció que los esclavos que tocaban las costas rioplatenses sean declarados libres. Se trató de una medida de importancia dado que Buenos Aires era una plaza esclavista importante, porque en su puerto, en camino al centro minero de Potosí, desembarcaban como mercancías numerosos seres humanos provenientes de Angola o Mozambique, entre otros países africanos. La esclavitud se aboliría formalmente con la promulgación de la Constitución Nacional de 1853.
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Además de cuestiones necesarias de una nación moderna como la creación de una canción patria, escudo y moneda, la Asamblea se ocupó de reconocimientos políticos y delinear así quiénes son los primeros héroes de la Historia, de modo que premió a Manuel Belgrano con los famosos 40.000 pesos oro en saludo a sus triunfos claves en Salta y Tucumán, dinero que el prócer devolvió para que sea destinado a la creación de escuelas, cosa que nunca se hizo.
Siguiendo el modelo francés del Directorio, la Asamblea del Año XIII estableció el Poder Ejecutivo, es decir, la concentración unipersonal del poder, siendo el primer Director Supremo José Gervacio Posadas, que una de las primeras cosas que hace tras asumir el poder es declarar con el mote de ‘traidor a la Patria’ al caudillo oriental José Gervasio Artigas, una de las figuras de mayor ascendente popular de la época. Pero más allá del Directorio, que será una forma de gobierno de poco desarrollo en la Historia, la Asamblea del Año XIII alentó el tan mentado principio liberal -pero poco practicado en nuestros días que presuntamente tienen ese signo- de la división de poderes.
Al respecto, Camogli sostiene que “el objetivo era sustraer al poder político del ejercicio de las funciones judiciales, algo que había sido característico de tiempos coloniales. Así es que se empiezan a generar instituciones judiciales desvinculadas en forma directa del poder político y esto va a quedar definitivamente organizado a partir de la sanción de la Constitución del 53, donde se organiza un sistema judicial a partir de la división de poderes. Lo curioso, lo llamativo de este caso es que se organiza un nuevo Estado desde los comienzos del proceso revolucionario bajo el concepto de soberanía popular como elemento sobre el que se basa el nuevo estado y el nuevo contrato social sobre el que se basa la constitución. Pero cuando uno analiza las características y sobre todo la conformación del poder judicial, se da cuenta que es el único poder que no responde a este concepto de la soberanía popular en tanto y en cuanto todos sus representantes son electos por organismos donde no hay representación directa o una participación directa de la soberanía popular. Creo que esta es una paradoja que tiene el poder judicial y el orden constitucional argentino en donde el pe y el pl está ejercido por los representantes directos de la soberanía popular y el poder judicial no responde a esta misma lógica de participación soberana.”
El final de esta experiencia estuvo signado por las disputas políticas de la época. Aunque formalmente en funcionamiento, lo cierto es que la Asamblea tuvo pujanza y efectividad en sus primeros seis meses. Las luchas intestinas de un país dándose forma finalizó en agosto de 1815 cuando Alvarez Thomas se subleva contra el director supremo, disolvió la Asamblea y procesó por “delitos de facción, abuso de poder, mala administración y depredación del tesoro público” a una serie numerosa de diputados y miembros del ejecutivo, en base a ciertas irregularidades en la designación de los asambleístas de las provincias.